Welcome, una puesta estimable de Susana Pous

Roberto Medina
23/12/2016

Susana Pous, coreógrafa española pero abiertamente nuestra porque reside acá desde hace casi dos décadas, destaca por su consistencia y perseverancia al frente de la compañía DanzAbierta. Welcome, su más reciente estreno, ha vuelto nuevamente a mostrarse en diciembre, esta vez en el teatro El Ciervo Encantado, un espacio de comunicación más íntimo que ha favorecido el acercamiento, al punto de hacer sentir con viveza y proximidad los matices interpretativos de la puesta. Se percibe la ganancia en una maduración interpretativa y en la energía puesta en el ritmo vertiginoso de los bailarines.


Fotos: Internet

Como anteriores obras suyas, Welcome deja intuir las capas de sentidos subyacentes en la estructura dramática del espectáculo. Se propone ofrecer mensajes de impacto, porque, sin dudas, entiende que es una responsabilidad vital de los artistas contribuir a mejorar el medio social. Eso responde al interés de Susana Pous de propiciar, mediante imágenes coreográficas, un diálogo franco y directo con el público, a fin de provocar la reflexión artística sobre determinados aspectos de nuestra realidad nacional.

Se nos hace claro que al espíritu indagador de Susana le resulta vano extasiarse solo en el virtuosismo técnico de los movimientos corporales, pues siempre se propone ir más allá. En un artículo mío anterior, aparecido en el número 2/2012 de la revista Tablas, con el título “Cuando la danza no es solo movimiento, analicé otra de sus puestas, en ese caso, Showroom, donde expuse cómo había empleado satisfactoriamente la composición de la obra y el cuerpo de los bailarines para problematizar, mediante la danza, sobre la dimensión de los complejos procesos subyacentes en la renovación cultural.

Por su parte, Welcome se centra en desbrozar las actitudes asumidas en la bienvenida a los visitantes extranjeros, que en diversidad y número creciente arriban a nuestras costas. Su propuesta conceptual es abarcadora, pues sus consideraciones sobrepasan con mucho la aplicación a los marcos de nuestros límites territoriales. Admite su extensión a otros espacios insulares o continentales que, como el nuestro, ven el interés de muchos extranjeros en llegar a conocer sus lugares de atracción, entre ellos, las arenas y el sol del trópico. A eso se suma el de muchos turistas individuales, deseosos de conocer directamente a quienes viven del lado de acá, estableciendo en algunos casos un flujo de intercambio más personal y emocional con nuestros habitantes.

La escenografía —uno de sus logros indudables—, creada por la joven artista visual Mabel Poblet, adapta a los fines teatrales los principios plásticos de una instalación de gran magnitud, Marea alta, mostrada un tiempo atrás en su exposición personal en la galería Villa Manuela de la UNEAC. Muro simbólico que como cortina, espacio mágico de separación y deslumbrante luz, actuaba de mar envolvente, muro seductor y barrera, permeable por quienes lleguen buscando conocer parajes y emociones.

Como hiciera antes en Showroom (lo cual ya parece ser un sello propio de las concepciones escenográficas de Susana Pous), en Welcome necesita una escenografía caracterizada por la funcionalidad y movilidad de los elementos escénicos. En sus desplazamientos adquiere una pluralidad de sentidos y genera imágenes de notable belleza. En conjunción estrecha, el diseño de luces de Guido Gali logra de modo meritorio enfatizar las escenas en las horas representadas: del día, con el globo-sol radiante, y las del cielo nocturno en el fulgor de las rutilantes estrellas, simuladas por el centelleo de la escenografía creada por Poblet.


 

Desde el comienzo, se destaca el carácter seductor de la invitación a los visitantes extranjeros, en las gestualidades de los brazos y las manos que traspasan el muro escénico a manera del encanto y arrebato provocado por las sirenas en el antiquísimo relato griego de la Odisea para atraer y atrapar, irresistiblemente, a los navegantes que se acercaran a sus costas. Le sigue la esmerada preparación preliminar de estos habitantes de islas en las maneras de comportarse por quienes se encargarán de cautivar a los visitantes extranjeros. Es sumamente inteligente el empleo de este recurso, pues a nivel de un análisis teórico de la obra se pueden distinguir enlaces de paralelismo con las maneras propias de entrenar un coreógrafo hasta lograr la destreza de detalles en las ejecuciones e intenciones corporales de los bailarines. El adiestramiento danzario con vista al recibimiento de los turistas no deberá dejar nada suelto en el afán de garantizar el éxito del encuentro de aquellos incentivados por la curiosidad y el deseo de venir a conocernos. Por eso, Susana enfatiza en la representación el entrenamiento detallado de las mujeres y los hombres encargados de dar la acogida. Sobre todo, destaca la eficaz gestualidad en las actitudes corporales de la mujer, la cual deberá moverse sensualmente, demostrando la gracia y la belleza de la mujer cubana.

A este pasaje le sigue la historia sucesiva de las llegadas. Las refiero en plural porque se encarga de reforzar su carácter cíclico: no solo es algo del momento actual. En ese sentido, es revelador el manejo en off de la sonoridad, con la escucha de la llegada primero de un barco, y más adelante de un avión, marcando la pertenencia a diferentes momentos epocales de nuestra historia. Establece una reiteración sin cambios drásticos en el modo coreográfico de recibirlos, aspecto sumamente importante al desentrañar la intencionalidad de toda la puesta. Además, pauta artísticamente un llamado hacia el peligro de brindar hospitalidad con muchas similitudes y no tantas diferencias en la manera de competir sutilmente los nativos, empujándose entre sí por obtener beneficios individuales de los viajantes.

Susana se ha lanzado a expresar de un modo danzario cómo este arribo está nutrido de fantasmagorías, de relatos edulcorados en los cuales se reviste la apetencia exterior hacia las islas, no solo a la nuestra del arco antillano. La escenografía contribuye, con sus potentes destellos, a resaltar la condición propiciadora de despertar ilusiones en la satisfacción personal de quienes arriben.

De modo semejante y fabulador se proyecta el lado nuestro de atracción hacia la llegada. En ese sentido, destacan los contactos humanos, en no pocas ocasiones movidos por el disfrute del placer sensorial, táctil, de lo sexual. Ese es el núcleo en el cual se detiene.

El drama aquí considerado es la exploración acuciosa en los bordes calientes, aquellos en donde ocurren los acontecimientos de encuentros personales de amistad y especialmente amorosos, que no son poco frecuentes, pero sí deseados por quienes se enlazan y comprometen en mayor o menor medida de uno y otro lado. Se trata de encuentros de emociones furtivas o estabilizadas, provocadoras en ambos casos de ensueños por su continuidad, incluso aun después de producirse el alejamiento físico, este último señalizado por una imagen de cierto interés visual al lanzarse metafóricamente el personaje femenino a las aguas ondulantes formadas por el movimiento del cuerpo de los demás bailarines, tras ver alejarse a su amante.  

En la práctica real actual, en las maneras generalizadas de brindarse ese recibimiento tiene un peso importante el componente cultural al agasajar a  los visitantes. La coreografía apunta al problema de cuidar celosamente que esos momentos no se revistan de una falseada apariencia, de hermoseados y falaces destellos luminosos, en el afán de alcanzar una atrayente espectacularidad. La escenografía lo induce en la manera refulgente de los cuatro paneles escenográficos, evocadores en sus centelleos al de las lentejuelas. Esto es algo en lo cual debería detenerse a meditar el espectador, pues responde a la problematización del modo en que pueden efectuarse esos recibimientos, y del peligro del cual pueden impregnarse. Esa perspectiva de la bienvenida, al representarla como tema núcleo de la puesta, tiene la intención de destacar los rasgos un tanto baratos, superfluos, a manera de un cabaret, que no pocas veces revisten.

Deslumbres válidos hasta un punto cuando se trata de un espectáculo artístico recreativo de esa índole musical. No del modo de una nación de organizar los recibimientos turísticos a niveles institucionales y personales, pues imprimen un sello de engañoso “brillo” a la recepción con un efecto social y cultural adverso a la larga. Podrían generar equívocas apetencias y ulteriores demandas en los nuevos recién llegados, quienes incentivados por la propaganda comercial y las seductoras informaciones personales escuchadas en sus tierras, darían un empuje y giro indeseado hacia formas de fácil satisfacción turística. Crearían reclamos después más difíciles de enrumbar, produciendo un efecto contrario, deformado, del necesitado por nosotros. Susana ha tratado de sacar a la luz este propósito como el meta-objetivo de Welcome, con la finalidad de hacerlo manifiesto en los modos de bienvenida. Estos han de ser proyectados de un modo muy cuidadoso para ofrecer menos apariencia ficcional y mayor profundidad, en pro de evitar nefastos deslices hacia una desagradable banalidad. Es un llamado a la responsabilidad necesaria e ineludible, cultural y social, a calar sólidamente en una imagen auténtica y raigal, acorde a nuestras profundas tradiciones culturales e intereses, sin dar paso a deslices de populismo carnavalesco.


 

Esta demanda reflexiva y crítica de la autora hace de Welcome una obra especialmente iluminadora en estos tiempos, acerca de las consecuencias adversas que puede generar en el apresuramiento de una imagen turística revestida de un resplandor falso, del cual no necesita en modo alguno la nación cubana y que puede provocador más adelante consecuencias sumamente perjudiciales. De ahí esa terrible pesadilla simbólica del bailarín —el orquestador del movimiento de todos—, que en una verdadera parábola termina siendo vapuleado y casi asfixiado por los ejecutantes que él mismo contribuyó a crear.

Además, a pesar de no ser nunca lo promovido socialmente, está la vertiente de un turismo de placer individual por la confluencia de los provechos personales de los llegados y de la gente del patio. A explicitar ese rumbo le dedica Susana un espacio importante, al representar a las mujeres entrenadas y convertidas en objetos sensuales, con evidentes indicios de haber sido acondicionadas para esos goces a los cuales después no podrán poner freno. Sin quedarse atrás, los hombres, fogosos, orgullosos y complacientes, son abanicados en sus axilas y en su sexo sudoroso de un modo muy significativo. Imágenes de una gran efectividad visual y conceptual en las cuales los espectadores no deberían dejar de reparar, como en la de una bailarina suspendida, casi flotando en el aire, cual si se tratara de un ser glorificado y sometido al sacrificio, en aras de obtener beneficio los demás hasta su agotamiento.

Otro signo reforzador de esta alerta es el beso de una pareja en consagración amorosa, el cual pasa de un momento inicial hermoso, semejante al embeleso de los novios en obras plásticas de Marc Chagall, a transformarse en un obsesivo y aferrado apego por no dejar escapar al visitante.

Hacia el final —en simétrica correspondencia estructural a la parte introductoria manejada como prólogo—, se presenta un epílogo luego del encierro de los bailarines dentro de las paredes escenográficas, vibrando estremecidas, sacudidas por la energía potencial de las gentes, que a muchos pareciera ser el cierre natural de la obra. Este es un momento muy logrado, en el cual, tras esa agitación, comienzan a expandirse rítmicamente estas paredes hacia uno u otro lado, en movimientos de sístole y diástole, como si se tratara de la respiración de un pecho poderoso, hasta quedar finalmente abiertas las cuatro paredes. Es la representación crítica a la ensoñación final del personaje —aquel entrenador de las acciones de los bailarines—, el cual responde al ansioso anhelo interior de expansión de esta isla, permeada de vocación fabuladora desde antaño, que en ocasiones a no pocas personas les hace desligarse de la tierra, dentro o fuera, y les hace volar, sumergidas en un ilusorio estado de vigilia o de ensueño, y ansiar el imaginario alcance de un no-lugar, con el cual Susana culmina y con habilidad deja abierto a la reflexión crítica del público.