Willy Toledo y Dios, o no es al cuerpo al que le quieren dar

Mauricio Escuela
10/9/2018

El actor Willy Toledo critica la decisión de una jueza española que ha condenado a un grupo de personas por pasear la procesión del “Coño Insumiso” , símbolo de la rebeldía ante una sociedad patriarcal y prejuiciada. El mismo mecanismo represor salta y lleva ante los tribunales al artista, él se niega a comparecer y les muestra un perfil aún más desafiante a través de la red social Facebook. Pareciera una cruzada en pos de los viejos valores católicos y franquistas de la sociedad española contra un simple individuo que reivindica su derecho a expresarse.

La religión es un sentimiento humano, una pasión, pero puede ser también un sistema cerrado donde, como me dijo una vez un cercano pastor protestante, “no vale jugar al gran pensador”. Ya en una de sus obras cumbres, La ciudad de Dios, San Agustín de Hipona coloca en el cielo el telos o la finalidad única de la existencia terrena, siendo uno de los primeros filósofos en declarar por decreto el fin de la historia. Luego vendrían Hegel y Marx, grandes pensadores que a través de la metafísica del espíritu y de la teoría de la praxis colocarían el cielo en las ideas humanas.


Willy Toledo: “Estaré toda la noche el Teatro esperando que vengan ustedes a detenerme”.
(Fragmento de declaración tomada de Facebook, donde el actor anuncia vigilia en el Teatro del barrio,
de Madrid, el miércoles 12 de septiembre, a las 23:00 horas)

 

Una libertad de culto consecuente, un Estado laico sensato, debe respetar incluso el agnosticismo, sistema que se asume aferrado a la limitada ciencia que no puede pensar aquello que no conoce. Según esta lógica, Dios ni se puede negar, ni se puede afirmar. Ambos extremos caen en el patético plano de las discusiones pasionales. Sin embargo, el Tribunal Español asume que es embajador de la mismísima potencia judía y coloca en la picota a Toledo por emitir el provocador bramido de “Me cago en Dios”, en un país que intenta erigirse en árbitro de los asuntos políticos de los “sudacas”, como llaman los españoles a los antiguos pueblos sojuzgados del Sur.

Si España no tiene talante suficiente para asumir la libertad de culto y el agnosticismo que de ello se deriva, o sea, el no ejercer culto, no debería dar lecciones de libertad de expresión al resto del mundo, como lo pretenden algunos de sus politicastros.

En lo personal, soy creyente protestante, lo cual no quiere decir que mi fe es la misma que la de mi pastor ni que la de otro cristiano. A la vez estoy consciente de la necesidad de que otras denominaciones y religiones tengan derecho a existir. Una de las tesis esenciales de la Reforma Religiosa de Lutero es la fe como asunto individual, que no sistémico ni legislado por jerarquías tendentes a la corruptela humana. Si bien el tono de Toledo al ofender a Dios me parece desacertado como individuo, no puedo ni tengo el derecho a atajarlo a través del uso de instituciones estatales que son ajenas al orden divino y que están para proteger a quienes libremente no creen en lo sobrenatural.

Yo mismo soy un lector de filosofía, incluyendo aquellos autores que renegaron de la religión cristiana como Nietzsche, pues nada humano puede serle extraño a un humanista. La fe es elección y, si un logro importante tuvo el liberalismo en su momento como corriente sociopolítica, fue la separación del Estado de la Iglesia, aunque como vemos la historia puede comportarse como un eterno retorno y las estructuras medievales demostraron su resistencia al paso del tiempo. El entorno neoliberal acude a las más variopintas combinaciones para ejercer su control y lo que molesta de Toledo no es su ateísmo, ni siquiera su irreverencia, sino su militancia, su partidismo.

Estamos ante la gran limitación del liberalismo moderno, ese que permite que juegues con el mono pero no con la cadena, aquel que habla del Estado mínimo, pero refuerza las alianzas estatales entre las grandes potencias a la vez que le pide a las naciones débiles una mayor apertura de mercado, con el solo propósito de arrasarlas. La pacatería puritana solo quiere sumisión al dogma, pero detrás de dicha actitud está la experiencia de todo un sistema especialista en la represión del diferente. El irreverente, el loco, muestran una verdad que al poder no le gusta que se vea: contrapoder. Ellos, marginados, nada tienen que perder y declaran que el rey va desnudo cada vez que el carruaje real se pasea.

La fe es elección, pero las leyes dependen del consenso democrático, del respeto a los derechos humanos; la misma Biblia declara que el hombre como criatura goza de la condición del libre albedrío, de manera que ni el mismo Jehová puede obligar a un no converso a convertirse si este no lo desea. Luego, no tiene lugar que desde la Moncloa se emitan bulas reales contra gobiernos del Medio Oriente que practican de la misma manera la intolerancia islámica hacia las mujeres y las minorías religiosas, porque se trata de ser consecuente en todos los ámbitos, empezando por casa.

Periódicos como El País se han hecho eco de las sanciones emitidas hacia Toledo, a la vez que destacan fotos tomadas del perfil del actor, sin que medien análisis críticos desde el punto de vista de la democracia y el Estado laico liberal. Toda la ética periodística se limita a presentar como “crudas” las declaraciones de Willy y reseñar obedientemente las condenas pedidas por el Tribunal y los abogados cristianos.


Declaración de Willy Toledo. Publicada el lunes 10 de septiembre, a las 2:00 p.m., hora de España

 

No puede esperarse otra actitud de parte de la mal llamada gran prensa, que roe de ácido a todo el que tiene una militancia alternativa en un país con deudas que saldar en materia de tolerancia, y que intenta el viejo e imposible papel de potencia decisora en los asuntos latinoamericanos. Sin ir más lejos, la prensa que se rasga las vestiduras ante la presencia de un decreto, el 349 de la cultura cubana, secunda en masa días después la arremetida mediática contra un artista que escribe un solitario post en Facebook.

“Hay libertad de expresión para meterte con los otros, pero no me toques a mí”, pareciera decir el sistema neoliberal. Ese que tras la caída del Muro de Berlín intenta colocar su verdad como la VERDAD UNIVERSAL, el fin de la historia y de las ideologías en la vorágine del mercado y la primacía del dinero como valor de valores.

Si mi lengua amenaza tu Estado, es que construiste tu Estado en mi tierra, dice un viejo adagio. Y es que pregonar una cosa y hacer otra es algo que se le da muy bien a los constructores de la miseria del mundo, aquellos que arremeten contra toda luz, dejando que la sombra, la mano invisible, la incomprensible economía política mistificada, se adueñen de las mentes y las vidas a través del imperio publicista.

El “Coño Insumiso” no constituye en sí ningún sacrilegio religioso, a no ser que se lo mire con el suficiente fundamentalismo católico. Pero El Gran Hermano Panóptico de los medios de comunicación estaba “a la viva”, esperando que Willy resbalara, para endilgarle alguna condena que le condujera a los tribunales. Una vez más se demuestra que las redes sociales están lejos de ser el espacio democrático y abierto que pregonan y que, además de para subir fotos de gatos y de playas, el poder no permitirá jamás que el libre flujo amenace ni a la sociedad de consumo ni a sus fundamentos.

En la idea socialista hay dos tradiciones, la de Rousseau (la república virtuosa) y la de Montesquieu (el espíritu de las leyes), la primera es dialéctica, la segunda inamovible. Ambas parten de la Revolución Francesa, la revuelta burguesa por excelencia, pero devienen en sustrato y clásicos del socialismo posterior. Quizás a veces en el rejuego filosófico, los de izquierda perdamos de vista que el capital, la tecnología, no piensan, devoran. Su finalidad no tiene fin, pero el planeta sí.

A veces entre nosotros pecamos de intolerantes, nos excluimos, pensamos que el consenso es simple y concreto, unánime, actuamos bajo el influjo de Montesquieu; otras somos caóticos e inestables, estamos inmersos en Rousseau. Entretanto, la idea liberal da vueltas por el mundo desde mucho antes de 1789, se consolidó en el Occidente capitalista y degeneró en neoliberalismo antidemocrático. El capital, que se sustenta en esta ideología, que ya ni es nueva (neo) ni liberal, pregona una cosa y hace otra, con la milimétrica de un reloj suizo.

Nuestra consecuencia es muy consecuente, nuestra inconsecuencia es muy inconsecuente, mientras que el capital sabe lo que quiere y va a lo suyo: dividir, comprar, encarcelar, uniformar. El mejor pensador es uno muerto, para ellos. No es por tanto a Willy Toledo a quien se le quiere meter preso, sino al hombre que habla, al roussoniano, al ser de la naturaleza que habita el agreste rincón del planeta comprado.

Para quienes eligen militar, para Willy, va esa frase de Silvio Rodríguez que refleja una verdad como un martillo: “Siempre tendré un enemigo, con el semblante arrugado y más cansado que yo…”.