Y para cerrar… Folclor, tambor y carnaval

Yira Hernández Gómez
3/9/2019

La energía vibró en ellos, en el público y en cada uno de los rincones del Teatro Nacional. Sí, ciertamente los bailarines e intérpretes del Ballet Folclórico de Oriente tienen esa capacidad de convertir al público en partícipe de la obra, de que al cubano le retumben las entrañas y sienta unas ganas incontrolables de bailar.

Ballet Folclórico de Oriente. Foto: Cubaescena
 

Durante los días 30 y 31 de agosto y primero de septiembre, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, como parte de la clausura de la etapa estival, la agrupación ofreció tres funciones respectivamente, cada una con particularidades e historias diversas. En la primera presentación: El nacimiento de Oggún Balenyó, en referencia a la tradición franco-haitiana. En la segunda Yemamyá y el pescador y por último Oda al Tambor, resaltando a dicho instrumento como el motivo referencial de toda la expresión estético danzaria de una agrupación que se encumbra ya a sus 60 años.

El Ballet Folclórico de Oriente es una institución danzaria de carácter folclórico que tuvo su origen autóctono y tradicional en Santiago de Cuba. Influenciados por la tradición escénica, la tumba francesa, la emigración franco-haitiana y los cuadros que a modo de divertimento se exhibían en los paseos y comparsas del carnaval santiaguero, aportan con inclusión a la tradición y al enriquecimiento del proceso cultural de la Mayor de las Antillas.

Estas presentaciones se incluyen dentro de la gira nacional de la agrupación con motivo de los festejos por su sexagésimo aniversario. Por esta razón interpretaron indistintamente, durante los tres días de espectáculo, piezas como Puente Musical, Bembé, Cuadro de Ogunes y Merengue cafetal.

Con una presencia notable de elementos del ritual mágico religioso y popular de las mitologías africana y antillana, el vestuario y la escenografía son utilizados como recursos claves para recrear la obra. No obstante, la agrupación se apropió de estilos foráneos, específicamente de la tradición haitiana, hecho que lo consolidó como genuinamente caribeño y, al mismo tiempo, propiamente cubano.

Precisamente en la misión de esta agrupación está cimentado el sostenimiento, rescate y conservación de las raíces, tradiciones y características de la identidad cubana, así como de los pueblos caribeños. Las coreografías, a cargo de Ernesto Armiñán Linares y Antonio Pérez Martínez, así lo mostraron, pues estuvo latente la relación con los ritos y fiestas de las culturas yoruba.

El nivel técnico e interpretativo de la agrupación permite sentir una sucesión de emociones que van desde el placer visual y sonoro, la adrenalina de una pelea, el asombro que provoca un tragallamas, hasta la alegría que incitan los carnavales. Evidencia de la autenticidad y riqueza de sus bailes, consagrados como un referente irrefutable en nuestra escena.

Asimismo, el humor y carisma cubano no pudieron faltar, luego de bailes y cantos una pequeña exposición teatral ilustró la época neocolonial en Cuba, donde estuvieron presentes elementos característicos de la idiosincrasia de los cubanos. La tradicional conga, con la pieza Estampas del carnaval fue la protagonista al final de la última presentación, donde, para asombro y deleite de todos, el acto fue llevado fuera de las puertas del teatro hasta las calles, convirtiéndose la función en una gran fiesta de cubanía donde público y agrupación se mezclaron.