Y se hizo la música, siempre la música

Bárbara Vasallo Vasallo
26/12/2019

Tal vez no tuvo la promoción que merecen estos acontecimientos, pero la música se hizo sentir en el teatro Sauto, de Matanzas, Monumento Nacional, a propósito de un concierto único de la Orquesta Sinfónica Nacional, institución cultural que celebra sus 60 años de existencia.

Enrique Pérez Mesa y Silvio Rodríguez en el Sauto. Fotos: Yenli Lemus Domínguez
 

Los organizadores del programa decidieron pasar invitaciones, y tal vez por eso no se cubrieron todas las capacidades del coliseo y quedaron fuera otras personas que tenían la expectativa de disfrutar de la Orquesta dirigida por Enrique Pérez Mesa, de Niurka González, de Silvio Rodríguez y de Los Muñequitos de Matanzas.

Con un repertorio diseñado fundamentalmente para hacer brillar la música cubana, obras de compositores como Joaquín Clerch, Alejandro García Caturla, Guido López Gavilán, Silvio Rodríguez y el español Manuel de Falla (en El sombrero de tres picos), el concierto tuvo como colofón la participación de Los Muñequitos de Matanzas, a la altura de un escenario como ese coliseo neoclásico.

Otra vez Niurka González dejó clarísimo que es dueña de la flauta, ese instrumento de viento de sencilla construcción y difícil ejecución, en su interpretación del Concierto de otoño para flauta y orquesta, de Clerch, en el que tal pareciera que hablan, y el público lo aprecia, y se convierte en sonido de paz para enriquecer el espíritu.

Niurka González y Enrique Pérez Mesa.
 

Fuera de programa, Enrique Pérez Mesa quiso recordar a Cecilia Sodis, quien fuera hasta su deceso la directora del teatro Sauto, y regaló La bella cubana, de José White, escrita en el año 1853 y que parece recién salida del talento del violinista matancero.

Silvio, de vuelta en el Sauto, ahora sin guitarra, puso voz a los arreglos orquestales de Jorge Aragón en varios temas icónicos de su vasta obra trovadoresca, y así dejó escuchar Pequeña serenata diurna, Ángel para un final, La era está pariendo un corazón y El necio, para salir a escena nuevamente y traer Hoy mi deber, canción de hace 40 años que cobra vitalidad en cada interpretación.

Un concierto que rindió homenaje a la música, siempre la música, a la Orquesta Sinfónica Nacional, que atesora seis décadas de buena obra, y el tributo de la Orquesta al teatro, en su temporada de reapertura, luego de diez años cerrado para la restauración capital más completa de su historia.

Estaba programado entregar públicamente el Premio Nacional de la Música a Ildefonso Acosta, matancero, músico, guitarrista-concertista, agasajado ya en otros escenarios de la ciudad; pero la lluvia de la tarde, que cayó persistente sobre la Plaza de la Vigía, impidió su presencia.

Así que, en una íntima ceremonia, en su vivienda, las autoridades del Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano de la Música y algunos coterráneos hicieron efectiva la entrega del alto reconocimiento a Ildefonso, un hombre que dedica su vida a la guitarra, a la música toda, con tal desprendimiento que es querido y respetado por muchos en su ciudad, en Cuba y más allá.

La Sinfónica y Los Muñequitos en el Sauto.
 

Cuando los historiadores narren los acontecimientos del coliseo de acústica impecable, mármol de los Alpes Apuanos, en Carrara, y lámparas de lágrimas cristalinas, será obligado mencionar el concierto de la tarde-noche del 23 de diciembre, donde se hizo la música gracias a la Orquesta Sinfónica y sus invitados de lujo. (ACN)