Yaima Orozco trae libertad

Rogelio Ramos Domínguez
28/7/2020

Cuba tiene sus fronteras entre Chano Pozo y María Teresa Vera; por un lado te rozan enormes tambores, por el otro está ese verso feroz: “…si tú no me quieres ya…”. Esos asuntos definen, pero no olvidemos que a los otros puntos cardinales los custodian entes como Miguel Matamoros o Sindo Garay.

Yaima Orozco (Santa Clara, 1980) lo sabe; se puso la guitarra en el centro y se ha definido a golpe del dominio del instrumento, una voz afinada, tocada por la belleza y la virtud; y canciones que escribe casi con la falda.

 Fotos: Cortesía del autor
 

Está a punto de salir su primer disco de estudio, Mi Libertad, un fonograma de Bis Music que se masteriza en estos días en Argentina: “Remolino”, “Callejón”, “Viento y lejanía”, “Vuelve”, “Abundante”, “De soñarte”, “Desde mí”, “Un abrazo cada vez”, “Amazona” y “Nueva melodía” son los títulos grabados.

La producción y los arreglos están a cargo del catalán Alfred Artigas, la grabación y la mezcla las hace Sebastián Perkal en Buenos Aires. Todo va en función de una libertad que Yaima Orozco buscó luego de otros fonogramas como Para Revolver y colaboraciones, conciertos y giras, guitarra en ristre.

Así la encontré en este tiempo en que lo normal es precisamente su contrario, entre las pantallas de las que sospecha. El revuelo de la pandemia la sorprendió, cuenta, en Santa Clara, recién llegada de una gira por México; solo tuvo tiempo para hacer una peña de La Trovuntivitis en El Mejunje el 12 de marzo y luego el denso aislamiento.

 

Yo te siento como una voz de vuelta al feeling, pero abierta al son y la guaracha. ¿De dónde viene esa necesidad de música?

Con la música tengo una relación desde muy chiquita. Fui de esas niñas que en la escuela se apuntaba a todo: danza, teatro, talleres, todo lo que tuviera que ver con el arte. De pequeñita quise ser bailarina, pero fui creciendo y fui prefiriendo la música. Siempre canté. Mi papá era maestro en la escuela vocacional de arte aquí en Santa Clara y ocupaba un cargo de subdirector de actividades. Él me llevaba a todo lo que organizaban en la escuela, hacían muchos festivales en teatros, en barrios.

Me encantaba ese universo de los escenarios, los trajes y maquillajes para actuar, la espera detrás de las cortinas. Cuando estaba en sexto grado le dije que quería estudiar para ser cantante, pero en ese entonces no existía la carrera de canto en las escuelas de arte. Me propuso entonces estudiar guitarra y me pareció horrible, me negué. Ahora me da risa. Pero desde ese momento supe que quería cantar. Muchos años después la guitarra fue necesaria para poder ser autónoma e independiente en la creación y eso me quedó clarísimo cuando conocí a La Trovuntivitis, cuando por fin empecé a componer mis propias canciones.

La creación…

Casi siempre empiezo sin la guitarra. Se me ocurren melodías y letras en momentos inesperados, me sorprende siempre eso: cuando voy en bicicleta, en una cola, cuando estoy horas de viaje. Ahí es más difícil porque debo repasar una y otra vez para que no se me olvide.

Cuando ocurre estando en casa, lo paro todo y me entrego, le dedico todo el tiempo que haga falta sin tener que cortar el proceso. Lo que sí es una condición es la soledad. Siempre necesito estar solo conmigo, pero se da del mismo modo: letra y melodía juntas. Luego corro a buscar la guitarra y se completa y se redondea todo, y agarra nuevos caminos y me paso largas horas sin parar, es un vicio. Unas veces salen de un tirón, otras se demoran hasta años.

 

Los dúos

Me encantan, compartir y versionar. Una misma canción puede tomar mil formas si la compartes. Cantar a voces me fascina, juntar los colores de las voces, las ideas, los timbres diferentes. La canción crece un montón y cambia, se enriquece, toma otra energía y se renueva.

De La Trovuntivitis he aprendido eso y lo tengo tan instalado que no puedo evitar escuchar algunas canciones ya con las voces. Cuando escucho música en la casa, canto a dúo todo el tiempo. Me encanta que me convoquen para colaborar en discos, en conciertos. Yo tengo un espacio en Santa Clara hace 10 años en el que provoco esto, invito a trovadores y siempre hay un momento en el que cantamos a dúo.

Mi dúo más habitual es con Migue de la Rosa, integrante de La Trovuntivitis. Hace algunos años, desde el 2011, empezamos a juntarnos para cantar en un tiempo en que coincidimos viviendo largas temporadas en Barcelona. Empezó siendo la cura contra la nostalgia. Tiempo después devino en conciertos, giras y un disco muy querido que se llama Para Revolver. Pero también durante un año, en el 2010, estuve cantando a dúo con Irina González. Preparamos un repertorio con nuestras canciones a dos voces y dos guitarras, nos divertimos mucho y participamos en muchos festivales.

Tengo colaboraciones en discos de Jorgito Kamankola (Hasta precisar el aire), Luis Alberto Barbería (Fuerza y luz) y en el reciente DVD de Rey Montalvo (No se aprovechen). Y últimamente se ha dado también lo de componer a dúo. Solo dos experiencias que me han encantado, una con Migue (letra mía y música de él) y otra con un trovador venezolano, José Delgado (música y letra compartida). Aunque acabo de recordar que hace años musicalicé con Irina un poema de Miguel Hernández.

 

Discos

Tengo algunos discos grabados de manera independiente. Yo los llamaría más bien maquetas. El primero de todos: Como un color, en 2008, un concierto en vivo en el Centro Hispanoamericano de Cultura. El proyecto Verdadero Complot, de la AHS, producía el concierto y sacaba un disco de la presentación. Le siguió Como siento yo, en 2011, pretendiendo acercarme más a una grabación de estudio. Lo hice en El Cuartico Record, estudio improvisado de mis amigos trovadores Ariel Díaz y Lili Héctor.

Con muchísimo cariño fue una aventura en la que todos aprendíamos a hacerlo y que me sirvió mucho para mostrarlo en España en mi primer viaje. Gracias, en 2013, mucho más elaborado musicalmente, fue pensado inicialmente para recordar una etapa de trabajo con el guitarrista catalán Alfred Artigas. Grabadas en un patio en vivo las dos guitarras, y luego puse las voces entre pregón y pregón en la habitación de un amigo fiel de La Trovuntivitis, Reynel Rodríguez, El Timba.

Muchas alegrías me dio, muchas certezas. Lo tocamos mucho en Cuba y en Europa (España, Portugal, Francia, Suiza, Bélgica). Aquí ya lograba acercarme a lo que empezaba a querer mostrar en una grabación mía. Le siguió Para Revolver, en 2017, un trabajo a dúo con Migue de la Rosa. Lo hicimos igual, una grabación en vivo en el patio de la AHS de Santa Clara, a dos voces, guitarra, y cajón en algunos temas. Este fue un disco de versiones de canciones de amigos. Con unos retoques de mezcla enseguida lo echamos a volar. Hicimos muchos conciertos presentándolo, lo llevamos a algunas ciudades de Argentina y Chile, y en Cuba, a casi todos los Festivales del país. Feliz con eso.

En 2018, el disco de La Trovuntivitis. Aquí aparecen dos de mis canciones y mi voz en muchas otras, en casi todo el disco. Este sí fue con una disquera cubana, con Egrem. Una vez empapada de cómo funcionaba el tema, hice una propuesta de disco de Yaima Orozco, un disco calmo, con recursos. Le propuse a Bis Music y aceptó. Ahora estoy a punto de lanzar Mi Libertad.

Trovuntivitis. ¿Qué te hace esa suerte de contagio?

Toda mi carrera y mi vida giran alrededor de La Trovuntivitis. Este proyecto es el principal motor de mi carrera y a partir de ahí todo lo demás. Lo que hago en solitario, los discos de mi obra individual, mis conciertos, mis giras, todo siempre tiene la huella de La Trovuntivitis y me enorgullezco de eso porque este grupo de amigos es el que me ha potenciado a ser quien soy, como artista y también como persona. Valores como el compañerismo, la lealtad, la autenticidad, la coherencia entre discurso y acción, la colectividad, la unidad, conviven conmigo cada día de manera natural. Llegué al colectivo con 24 años y ya tengo casi 40. Mi vida, mi cabeza, dieron un giro al conocerlos y el arte que tenía dentro encontró un camino que hace que me sienta plena.

Foto: Kaloian
 

¿Qué voces femeninas te inspiran?

De muy jovencita mis primeros asombros fueron escuchando cantar a Celina González, Miriam Ramos, Elena Burque. Luego encontré a Sara, Teresita, Liuba y buscando más aparecieron María Teresa Vera, Marta Valdés, Gema Corredera, Lena Ferrer. De las universales, Violeta Parra, Elis Regina, Adriana Varela, Chavela Vargas, Chabuca Granda, Ella Fitzgerald, Joni Mitchell, Nina Simone. ¡Son tantas!

Cuando te veo cantar, siento que te pierdes, como si la canción te atrapara, como si estuvieras en trance. ¿Cómo piensas mover tu música en estos tiempos de streaming? ¿Confías en las disqueras?

Confío en mí y en mi esfuerzo, en el trabajo y las horas que sea capaz de dedicarle. Siempre hay instituciones y personas que te apoyan e impulsan, pero si te quedas sentado no va a ocurrir un milagro. Ahora mismo estoy viviendo mi primera experiencia de trabajo con una disquera. Hasta ahora ha ido muy bien con Bis Music, veremos cómo continúa. Pero si quieres lograr cosas, cumplir deseos, hay que trabajar.

Prefiero los conciertos, el directo, el público delante de mí, esos nervios. No soy muy amiga de las redes y este tiempo en que es vital para la carrera de un artista estar al día en las plataformas, las publicaciones, la verdad que lo paso mal. Tengo etapas en las que estoy más activa, lo intento, pero sinceramente no me nace estar pegada a un celular. Voy haciendo de a poco, pero sin dejar que me consuma la pantalla.

¿Hay algún tabú con aquello de mujer y guitarra?

No, para nada, en este tiempo ya no. Antaño era duro para una mujer ser artista, pero por suerte esos años quedaron lejos.

¿Qué hay de nuevo con Yaima?

Mi Libertad, el nuevo disco. Está a punto, casi listo. Se grabó en Cuba, en octubre pasado (2019). Ahora se está mezclando y masterizando en Argentina, me tiene muy feliz el resultado. Quisiera poder presentarlo, cantarlo mucho. Ya veremos cómo y cuándo, te aviso.

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