Yosmell Calderón: “La danza nos hace más grandes que nosotros mismos”

Reinaldo Cedeño Pineda
7/12/2018

Yosmell tiene cada músculo en su lugar. Su anatomía y su espíritu surcan el aire. Profesor, primer bailarín y coreógrafo de Danza Contemporánea de Cuba; la excelencia delineó cada una de sus ejecuciones durante una década (2005-2014) en la prestigiosa compañía.

Nacido en Oriol, Rusia (22 de mayo de 1987), se formó en la Mayor de las Antillas. Su estilo ha brillado en los años más recientes en Pal Frenak Company de Budapest (Hungría), y en Les Ballets Jazz de Montreal (Canadá) como bailarín principal desde 2016.


Espíritu, emoción y físico, un todo único en la danza de Yosmell Calderón. Foto: Sergio Veranes

 

No traza fronteras, las traspasa. Ha cosechado aplausos en los escenarios del Teatro Real de Madrid, el Teatro Chatelet de París, el Royal Ópera House de Londres, el Joyce Theatre de Nueva York, el Teatro Jorge Isaacs de Cali, el Auditorium Nacional de México, La Maison de la Danse de Lyon, en Francia… Pareciera que nació para bailar, mas esa senda la conquistó después del dolor. El dolor, acrisola.

Terapia de cuerpo y mente

Mis primeros años de estudio los cursé practicando gimnasia artística en la Escuela de Deportes de Cienfuegos. Fue duro tomar la decisión de dejarlo, debido a que mis rodillas sambas o varas (como diríamos de forma más común en Cuba) me imposibilitaban continuar. No se me olvida cuando el ortopédico se presentó ante mí y me dijo: “Si sigues, tus rodillas sufrirán de tal modo que cuando seas mayor no podrás caminar bien del todo”.

Yo era muy testarudo y tenía muchos complejos. Toda mi familia provenía de carreras militares, pero mi madre siempre encontraba el momento oportuno para hablarme de la danza, y me explicaba que no era tan diferente a la gimnasia artística… Me convenció para hacer los exámenes en la Escuela Vocacional de Arte Benny Moré, en 1999.

¿La danza fue entonces una alternativa, un consuelo? ¿Acaso una pasión que se inflamó con el tiempo?

El primer examen fue incómodo, ya que tenía un yeso en la rodilla izquierda que me llegaba hasta el tobillo, pero todo fluyó muy bien. Observaron mi físico, las condiciones, y les llamé la atención, porque era muy flexible. Mi madre fue sincera con la entonces directora de la Cátedra de Danza, María Elena Bereau Oropesa, y le habló acerca de mis rodillas. Ella le dijo que mediante la danza podríamos corregirlo. Creo que mi mamá se iluminó en ese momento, y para mí fue maravilloso.

Transformar todo lo que había aprendido y aprender a escuchar, a conocer mis sentidos, mis sentimientos, mis gestos, la naturaleza y el arte fue una experiencia difícil. Hoy puedo decir que en la danza encontré mi mayor debilidad y mi mayor fortaleza; encontré un laberinto infinito lleno de conocimientos. La danza es una terapia para el cuerpo y la mente. Cuando estas dos partes funcionan juntas, el alma del bailarín aparece.

La danza es el medio de comunicación que he desarrollado para crear vínculos indestructibles con la audiencia y en mi vida cotidiana. No separo la danza de mi vida, ellas van juntas siempre. Desde que me levanto hasta que tomo el sueño, todo está lleno y dictado por los movimientos.

¿Cómo describirías ese momento antes de salir a escena, y ese en el que todo lo que se ha creado se tiempla al contacto con el espectador, ese momento hacia lo ignoto?

Es como entrar a un templo sagrado donde todas mis ansias vuelven a un punto cero. Es el mejor momento para aceptar lo que soy: un bailarín imperfecto que ama la danza y que trata de brindar lo mejor de sí. Empiezo a romper barreras junto con mis compañeros, y comenzamos a crear lo que yo llamo “ilusión real del momento”. Es el aquí y el ahora, sin pensar en trivialidades, porque eso sería perder el tiempo que se nos ha brindado. La danza nos hace más grandes que nosotros mismos.

¿Qué líneas exploras como coreógrafo y cómo bailarín? ¿Qué obras te han exprimido cuerpo y mente, se te han quedado dentro?

No puedo negar que adoro la fisicalidad de un bailarín, pero el bailarín debe conjugar el intelecto con la calidad del movimiento, y ser capaz de consolidar el cómo, el cuándo y el porqué de cada gesto, movimiento y trayectoria que realiza por el espacio.

He sido elogiado por mi trabajo en varias piezas, pero tengo que admitir que Casi Casa (de Mats Ek), en el personaje del sillón; y el dúo de la puerta con Heidy Batista, han sido mi escuela. Empecé a entender los significados, a disfrutar. Tener a cuatro personas ensayándonos fue un regalo. Debo agradecer a Mariko Aoyama, Rafi Sady, Ana Laguna y al gran Mats Ek. Percibíamos danza, poesía, dramaturgia y fisicalidad al mismo tiempo.

Otras de mis mejores experiencias son Demon crazy (de Rafael Bonachela) y el dúo de Ne me quitte pas, con Alberto Batista. No creo que pueda describirlo con palabras. Nos desgarrábamos la piel, dejábamos todo en el escenario.


“No separo la danza de mi vida, ellas van juntas siempre”. Foto: Cortesía del entrevistado

 

Nunca olvido Compás (de Jean Linkens). El solo del principio me brindaba un placer infinito, por el hecho de sentir la voz del gran Isidro Rolando a mi lado y crear esa conexión tan profunda. Me convertía en todo lo que viaja, en agua, en nuestros sonidos. Veía al maestro como un dios afro, y a mí, como ese mortal que transformaba todo su canto, poder y experiencias.

El dúo del Dorado (de Katy Marston) también me marcó muchísimo, y bailarlo con Thais Suárez fue una delicia. Quiero hablar también de la obra Sombrisa de Itzik Galily. Con este coreógrafo aprendí el trabajo con los guantes, a crear contactos sin el agarre de las manos. La quietud puede brindar movimientos capaces de llegar con profundidad a la audiencia, debido a que el movimiento se percibe en cámara lenta. Es una obra basada en lo natural, en la explosividad de lo sensible, de la quietud, de la calma.

¿Cuánto de la experiencia formativa en Cuba te sirvió de sustrato para asumir el trabajo en la Pal Frenak Company de Budapest?

La experiencia cubana me ha ayudado muchísimo, porque toda la información adquirida en la gimnasia artística, la danza y las artes marciales forman una base muy fuerte. Considero que nuestro país, nuestros maestros, profesores, amigos y compañeros de viaje son una especie de soporte indestructible con los cuales creas vínculos e intercambias experiencias. No es que crea que somos los mejores, pero las escuelas cubanas están a la vanguardia en lo que a danza respecta.

Nos enseñaron disciplina, constancia, voluntad, trabajo. Nos enseñaron a amar lo que hacíamos a pesar de todas las dificultades, y a crecernos ante ellas. Este tipo de filosofía de trabajo trae un fortalecimiento espiritual muy grande. Creo que absorbemos toda esa energía de nuestra tierra.

Lo que más me llamó la atención de esta compañía húngara y de Pal Frenak es su rasgo más importante: él crea danza, crea imágenes en un plano minimalista. Hay producciones donde se minimiza el movimiento, creando vínculos en otros sentidos que también llegan a ser poderosos.

¿Y la vuelta a América, a Les Ballets Jazz de Montreal?

Hay un proverbio chino que siempre le decía a mis compañeros en Danza Contemporánea de Cuba antes de cada función: “Solo se llega rápido, pero juntos siempre se llega más lejos”. Esto trato de inculcarlo a las nuevas generaciones. Mi responsabilidad es tener un equipo que sea una familia, al final nos pasamos seis meses del año girando por todo el mundo.

Desde que llegué he tenido la maravillosa oportunidad de trabajar con coreógrafos de renombre como el inglés Ishan Rusthem, el griego Andonis Foniadakis, la belga-colombiana Annabelle López Ochoa, el brasileño Rodrigo Pederneiras, y el ya conocido amigo Itzik Galily.

Esta es una compañía que conjuga los estilos danzarios: danza-teatro, neoclásico, contemporáneo, moderno, jazz, show… Es por ello que los personajes que se me han otorgado desde que llegué han sido de mucha exigencia en todos los sentidos: física, interpretativa y mentalmente. Esta compañía es un puente cotidiano de enseñanzas.

¿Qué Cuba construyes, cuál recuerdas, cuál te desvela?

Yo no siento que construyo una Cuba, porque soy Cuba desde mis glóbulos, corazón y danza. Transpiro Cuba. Mis orígenes están en nuestra música, en los tambores, en el olor de un tabaco, en nuestra cocina, folclore, en las maneras de comunicar, gesticular y disfrutar. Cuba es un universo lleno de enseñanzas que nos hacen sentir dignos de ella, sin temer a nada, en cualquier parte del mundo.


Foto: Sergio Veranes

 

Cada vez que doy un paso en mi carrera, siempre recuerdo aquellos momentos en los que no tenía dinero para pagar un alquiler y conocí la calle; pero siempre hubo personas maravillosas que me brindaron su ayuda incondicional. Doy gracias a Dios y a la vida por haber conocido a estas personas. Cada día que pasa las llevo conmigo.

La Cuba que me desvela es esa en la que bailo con toda mi familia durante horas, en la que disfruto de todas las cosas simples de la vida: millones de abrazos, sonrisas, palabras que trascienden el momento. La danza y mi familia son uno. No hay nada que me desvele más que esa conjugación de amores y tenerlas cercas por siempre.