Una de las expresiones tradicionales en Cuba que con mayor sentido de perdurabilidad y resistencia cultural se reconoce como parte de su salvaguardia, viabilidad, y en donde generaciones de sus cultores han mantenido celosamente cada uno de los elementos que les son inherentes y que, por ende, les pertenecen por herencia, son, sin duda, las prácticas pertenecientes a la agrupación portadora de la cultura cubana de estirpe bantú[1] Tambor Yuka de Barbacoa. Ubicada en el municipio de San Luis, provincia de Pinar del Río, surge en 1832, por lo que sobran las razones para festejar tan significativa fecha: para beneplácito de todos los cubanos, se encuentran celebrando nada más y nada menos que su 190 cumpleaños.

El grupo portador Tambor Yuka Barbacoa logra, en la década de los 80, su propia estructura musical y danzaria.

Todo comienza a partir de los procesos migratorios establecidos por la corona española. Desde varias regiones del Viejo Continente, eran traídos forzosamente hombres y mujeres para convertirlos en esclavos, con el propósito de contar con una segura y eficaz mano de obra; mientras de forma natural comienzan a germinar por toda la geografía nacional diversas prácticas provenientes de otros lares del planeta, tejiendo en el tiempo un valioso legado patrimonial poseído desde tierras africanas.

(…) la utilización de mano de obra esclava no constituye un hecho aislado; se practica internacionalmente en el contexto del desarrollo del capitalismo europeo y está muy estimulada por la acumulación originaria de capitales. Estas naciones se vuelcan al saqueo del Nuevo Mundo a costa de la mayor y más prolongada sangría que haya conocido la humanidad: la trata esclavista moderna (…).[2]

En particular, el Tambor Yuka llega a territorio vueltabajero aproximadamente en las dos primeras décadas del siglo XIX, con la apertura de las vegas de tabaco y más tarde, específicamente en los años 30, con el inicio en la zona de los ingenios azucareros La Constancia y La Guacamaya; por lo que ambas producciones o cultivos han estado muy vinculados a dicha manifestación tradicional.

Lo cierto es que se cantó y bailó “yuka” en varias localidades del municipio San Luis, siendo definitiva la influencia directa de los ya establecidos exponentes de la zona del Guayabo, radicados en el municipio de Pinar del Río, reconocido como nuestro primer grupo portador de la cultura cubana y al cual le dedicamos un artículo por sus dos siglos de existencia. Muchos habitantes de esa región emigraron a distintos lugares en busca de trabajo y mejores condiciones de vida, encontrando cobija en la zona de Barbacoa, preferida por su prosperidad; sobre todo en el cultivo y producción del tabaco.

Con la abolición de la esclavitud, en 1886, cesa la introducción masiva de africanos a Cuba, y ya durante el siglo XX, tanto su peso absoluto como su valor relativo respecto de toda la población del país son insignificantes. Sin embargo, perdura en diferentes sectores sociales, transformado por sus descendientes cubanos inmediatos y mediatos, es decir, con independencia del color de la piel, un rico legado cultural de cuatro siglos que hoy forma parte indisoluble de la cultura nacional.

Son varias las generaciones que por décadas han contribuido a la proliferación de las costumbres, los usos sociales y elementos asociados relacionados con la agrupación portadora Tambor Yuka de Barbacoa. Uno de sus principales y más reconocido tesoro humano vivo fue el legendario Ángel Custodio Barrios (1896-1992), al que siempre agradecemos por su incondicional y constante defensa a ultranza de dichas prácticas. Desde muy pequeño se sintió atraído por el toque del tambor yuka; con esmero siguió cada fiesta, cada toque y cada canto, mientras ya de joven tocaba los tres tambores y ejecutaba cada uno de sus bailes característicos. El amor y la pasión por esta manifestación tradicional fueron los pilares para que Custodio transmitiera con dedicación a sus descendientes cada elemento, convirtiéndose en un líder indiscutible como parte de su preservación, y recordado hasta nuestros días.

La misión de los fieles portadores delTambor Yuka Barbacoa es mantener y viabilizar las costumbres y tradiciones de sus ancestros.

Estas expresiones tradicionales de origen bantú fueron establecidas en la región del Guayabo mediante la manifestación de la Fiesta del Tambor Yuka, la cual se celebró durante mucho tiempo con la participación de bailadores, tocadores y cantantes del Tambor Yuka del Guayabo —considerado el padre y cuna de dicho elemento del patrimonio cultural vivo—, quienes acudían sobre todo los fines de semana y de forma sistemática; por lo que no existía obstáculo alguno para trasladarse y así poder acompañar, compartir y disfrutar juntos el jolgorio ante el llamado del tambor, fortaleciendo y extendiendo su legado, costumbres y arraigos.

En la década de los 80, el grupo portador Tambor Yuka Barbacoa logra su propia estructura musical y danzaria; también consiguen construir sus propios instrumentos, así como apropiarse de los elementos característicos de los toques, cantos y bailes. Cuando se inicia la ejecución, se prefiere acudir al llamado del tambor, pues de él depende la fluidez del toque; si el que llama falla, el resto del grupo se equivoca. Resulta necesario alternarse en los instrumentos para aliviar un tanto el cansancio y agotamiento que provoca dicho llamado.

Retomando la historia y el decursar etnodemográfico que nos ocupa, es oportuno referirnos y transportarnos al sentido que representa la extensa región del bantú en el continente africano, una de las áreas más devastadas por el comercio de hombres durante los siglos de la trata negrera. Los esclavos bantúes trajeron a Cuba un complejo de creencias animistas, imprimiendo veneración infinita a los elementos de la naturaleza, sobre todo piedras, palos, agua, fuego, etc.; todo esto como habitáculos de espíritus o fuerzas, expresado en sus ceremonias, que giran en torno a la adoración de la ganga, receptáculo mágico donde se concentran las distintas fuerzas adoradas.

Los cantos producidos como parte de su legado cumplen la función de acompañar diversos ritos congos, considerados antifonales, en los cuales se alternan frases cantadas por el solista (también denominado como gallo) con otras repetidas por los vasallos o coros. En las zonas rurales y en algunos barrios de Cuba, específicamente en San Luis, Pinar del Río, existe desde entonces el juego de los tambores yuka, en número de tres, elaborados a base de troncos rústicos, preferiblemente del árbol del aguacate; además, es común el uso de cueros gruesos de buey para sus parches, que son clavados muy reciamente para sostener la tensión de los mismos. El mayor de estos tambores se nombra “caja”; el mediano, “mula” (por ejecutarse un ritmo constante cuya figuración es semejante al trote de este animal), mientras al más pequeño se le conoce como “cachimbo”, término que alude a su menor tamaño. Al conjunto de tambores yuka también se le añaden los toques con los palos, mientras en la caja se percute con una mano y con una maza dura en la otra. Para ejecutar los toques se ponen los tambores inclinados. Una de las peculiaridades de este trío congo es que el tamborero tiene que ponerse a horcajadas sobre el tambor y, debido a su peso, debe ser sujetado por medio de una argolla a la cintura del tocador.

Los tambores yuka, en número de tres, son elaborados a base de troncos rústicos, preferiblemente del árbol del aguacate.

Además, también se identifican dentro de las comidas y bebidas en las festividades del Tambor Yuka del Guayabo el congrí con puerco asado y yuca, así como aguardiente; servidos en pedazos de yagua de palma y jícaras de güira, respectivamente.

Hoy un grupo integrado por hombres y mujeres de esta comunidad se han convertido en los fieles portadores, cuya misión no es otra que la de mantener y viabilizar las costumbres y tradiciones de sus ancestros, quienes nos legaron una cultura de casi cinco siglos de existencia, raíz esencial de la cultura cubana.

En la actualidad, son varios portadores quienes componen y continúan la preservación del grupo portador Tambor Yuka Barbacoa, liderado en estos momentos por el percusionista Andrés Jacinto Baláez, quien es acompañado en los toques de tambores por otros experimentados portadores; mientras Rosario Chiniclé Valdés (Kiki), madre de Andrés Jacinto, ha sido una promotora destacada del conjunto San Cristóbal y ha contribuido a los procesos de salvaguardia del grupo portador, que ostenta el Premio Nacional Memoria Viva que auspicia el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello del Ministerio de Cultura.

¡Muchas felicidades para el grupo portador de tradiciones Tambor Yuka de Barbacoa por su 190 aniversario!


Notas:

[1] Es un grupo de pueblos lingüísticamente emparentado de unos 60 millones de personas que viven en África ecuatorial y meridional. Los bantú provienen, probablemente, de lo que es en la actualidad Camerún, y después emigraron hacia el sur de África. Desde el 1000 a. n. e. hasta el siglo III o IV, el éxodo bantú fue uno de los mayores de la historia de la humanidad. El motivo de esta emigración está relacionado con un aumento de la población, a consecuencia de la introducción de nuevos cultivos, tales como el plátano (oriundo de Asia meridional), que trajo consigo una superproducción de alimentos. En los albores de su historia, los bantú se escindieron en dos grandes ramas lingüísticas: los bantú orientales y los occidentales. Los orientales emigraron a Zimbabue y Mozambique, para acabar en Sudáfrica. Los occidentales se trasladaron hacia lo que hoy es Angola, Namibia y el noroeste de Botsuana.

[2] Guanche, Jesús: Componentes étnicos de la Nación cubana. Editorial Adagio, pág. 46.

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