A dos luces, luz de trova

Belén Cañas López
30/1/2019
El concierto que Karel García y Raúl Torres defendieron con sus canciones y maneras de juglares,
tomémoslo como un buen augurio para el futuro de la música cubana. Fotos: Julio Lago Hernández

 

Un concierto antológico para la trova cubana fue al que convidaron dos importantes trovadores, Raúl Torres y Karel García, el pasado sábado 26 de enero. La presentación, preparada por más que cuatro manos, fue un momento para extasiarse con la obra de estos grandes compositores. Fue una noche donde la lírica del alma humana, expresada en música, atraparía al público en sus butacas por más de una veintena de canciones.

El pasado 26 de enero de 2019, la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba fue engalanada con
la presencia de dos músicos que A dos luces apostaron una vez más por la buena canción de autor.

 

Ser testigo no solo del concierto en sí, sino de su larga gestación, hace que me implique emocionalmente, más allá de la mera expectativa de un público imparcial, sin embargo, sé que el auditorio, conformado por cientos de oyentes además de mí, no me dejará mentir sobre lo que aconteció esa noche en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba.  

El ensamble perfecto que estos dos bardos lograron, no solo desde sus poéticas particulares, sino desde su cosmos musical, habrá sorprendido a más de un incrédulo. Lo cierto es que quedó demostrado que, aun en el difícil y áspero presente que vive el género trovadoresco, en la Cuba del 2019 todavía existe una canción de genuina y raigal esencia espiritual, y que aunque muchos no la digieran, o disfruten —por más de una razón de diverso origen y que no vamos a mencionar—, es tan necesaria para el espíritu como la ósmosis para el cuerpo humano.

Karel García y Raúl Torres, dos maestros en el arte de la trova, hicieron reflexionar, recordar, llorar,
reír y disfrutar a todo el público asistente a pesar de las inclemencias del tiempo.

 

Créanme cuando digo que para lograr la obra artística final que anidó en la emoción de un público que desafió un lluvioso y frío enero, fue necesario sortear más de un obstáculo impuesto ex profeso por personas que no entienden —o no quieren entender— la trascendencia de la buena trova. Sin embargo, los sucesos que casi boicotean una presentación tan necesaria —como los obstáculos por parte del Teatro Nacional para la venta de entradas, y la nula promoción en las taquillas y la página web del mismo—no lograron menguar las ganas y los esfuerzos de los trovadores, ni los de todas las instancias y amigos que desde el principio apoyaron este concierto.

Lo cierto es que el concierto A dos luces se hizo, y cumplió su objetivo genésico: despertar y hacer sentir al alma de las personas que, en un mundo cada día más fútil, se puede hacer retroceder a lo inerte e insípido. El agradecimiento justo es igual de ineludible, por eso sirva este medio para hacerlo llegar de forma sincera al Ministerio de Cultura, al Consejo Nacional de las Artes Escénicas, al Instituto Cubano de Radio y Televisión, al Centro Nacional de Música Popular y a más de un amigo, sencillamente por el apoyo incondicional.

Este concierto forma parte de esa lucha universal contra el óbito del alma. El espectáculo que Raúl y Karel ofrecieron prueba que los eriales seudomusicales tan de moda por estos días tienen auténticas y disfrutables antípodas, y la prueba más importante es el público que, contra todo pronóstico, llenó la sala, demostrando que todavía hay una gran cantidad de personas que apuestan por la trova cubana.

Estos temerarios trovadores —y los jóvenes y talentosos músicos que los arroparon—
fueron capaces de conmover, pero también de hacer reír y bailar.

 

Estos temerarios trovadores —y los jóvenes y talentosos músicos que los arroparon— fueron capaces de conmover, pero también de hacer reír y bailar con un repertorio que fue desde los temas clásicos hasta insólitos estrenos y aún más insólitos duetos, siempre fieles a ese esencial código trovadoresco que imbrica letra y música en justa medida. A dos luces demostró que la trova vive y que el buen arte es un hecho siempre útil y necesario para el pueblo, pero hay que dejarlo resurgir, hay que alentarlo.

El signo de estos tiempos, marcado por la incertidumbre de una insulsa postmodernidad, necesita de justos broqueles contra esa desidia pandémica que amenaza con hacer leña con todo y la palma. El concierto que Karel García y Raúl Torres defendieron con sus canciones y maneras de juglares, y que estoy segura serían capaces de repetir disímiles veces con disímiles repertorios, tomémoslo como un buen augurio para el futuro de la música cubana. La mayor virtud de este concierto fue la de echar luz sobre la trova contemporánea cubana para, con calidad y entrega, tratar de salvarla de la inopia sensorial que nos invade.

Karel García y Raúl Torres defendieron con sus canciones y maneras de juglares un concierto que, estoy segura,
serían capaces de repetir muchas veces con disímiles repertorios.