¿Entregarle a un diseñador el Premio Nacional de Danza 2022 es una decisión correcta?: Pues sí y, en este caso, no solo correcta sino merecidísima y justa. Felicitaciones para el responsable jurado que tomó tan atrevida decisión: otorgarle a Eduardo Arrocha esa distinción que lo convierte en el único cubano merecedor de tres Premios Nacionales porque le anteceden el de Teatro (2007) y el de Diseño (2013).

“¿Entregarle a un diseñador el Premio Nacional de Danza 2022 es una decisión correcta?: Pues sí y, en este caso, no solo correcta sino merecidísima y justa”. Fotos: Cortesía de la autora

Evocar a Arrocha (Guanabacoa, La Habana 1934), en breves líneas, es complejo porque resumir un intensísimo quehacer —de casi siete décadas— dedicado al diseño es imposible. Aunque las cifras son, por lo general, muy frías son indicativas de realidades y certezas: Arrocha ha diseñado para más de un centenar de directores teatrales y coreógrafos y ha trabajado para el teatro dramático —“su preferido”— en más de 400 piezas, sin contar sus innumerables y reiteradas prestaciones para el Ballet Nacional de Cuba, Danza Moderna, Conjunto Folklórico Nacional, Ópera, Zarzuela, Teatro Musical, Teatro Guiñol, Cine, Cabaret, Televisión y los Carnavales.

Ha sido, además, durante cincuenta años, el fiel y tozudo diseñador de la compañía Danza Contemporánea de Cuba. Coreógrafos como Eduardo Rivero, Víctor Cuellar, Marianela Boán, Rosario Cárdenas, Lídice Núñez, Ramiro Guerra, Alicia Alonso, Santiago Alfonso, Eugenio Hernández Espinosa, Abelardo Estorino, entre muchos otros, han encontrado en él al hombre capaz de transformar sus visiones en obras de arte y todo ese trabajo conlleva a que constituya una firma reconocida y reverenciada dentro del diseño cubano: no por gusto a lo largo de su intensa vida creativa, que ya sobrepasa los setenta años, se ha ganado el calificativo de Carbono 14, el todo terreno del diseño, The best, y en la temprana década de los sesenta recibió uno de los elogios más grandes de su vida cuando Andrés García, le dijo: “tus diseños parecen Dureros”.

“Tus diseños parecen Dureros”, le dijo Andrés García.

Laborioso, constante, trabajador incesante, casi un adicto, aun hoy Arrocha continúa inclinado ante su mesa de dibujo organizando su tesoro mayor: sus archivos en los que se conserva un verdadero patrimonio documental, porque no solo se circunscribe a su obra, sino que ha ido recogiendo —con la paciencia de un monje— todo cuanto se publica en la prensa cubana relacionada con el trabajo de otros diseñadores.

“Arrocha ha diseñado para más de un centenar de directores teatrales y coreógrafos y ha trabajado para el teatro dramático —“su preferido”— en más de 400 piezas”.

Arrocha ha dejado parte de su alma entre telones, en talleres, sobre cartulinas, sobre las tablas… para regalar lo mejor de sí al mundo escénico cubano, y esa fue la mayor motivación para emprender, entre ambos, la realización de “sus memorias”, libro que titulamos Palabra de diseñador y que fue presentado en formato de papel durante la recién concluida XXX Feria Internacional del Libro de La Habana gracias a Ediciones La Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.

Queremos compartir con nuestros lectores una suerte de “pórtico” escrito por esta reportera en el que se explica el cómo y el porqué de este libro.

Aunque no le guste, eso es Eduardo Arrocha

Este libro se ha hecho realidad a golpe de tesón y de un empeño compartido entre Arrocha, su protagonista, y yo; hemos trabajado durante cinco años con intermitencias no programadas y mucho menos previstas: muertes, lutos, intervenciones quirúrgicas —de ambas partes— nacimientos, éxodos… un rosario de problemas en el que no vale la pena detenerse. Pero, lo más importante: estas páginas son hoy una realidad.

“Todos sus diseños son realizados a golpe de trazos de lápiz o pincel”.

Eduardo es un hombre de cualidades poco comunes —aunque ni el mismo se lo cree—, poseedor de una chispeante inteligencia, de una rapidez mental que asombra y de un finísimo sentido del humor que sabe emplear avalado por una cultura cimentada por los años y por su perenne curiosidad, que aún mantiene intacta. Pero, ojo, aunque tratar y compartir con él es un verdadero disfrute para el aprendizaje, el alma y el intelecto, es poseedor de sólidos criterios difíciles de rebatir porque sabe lo que quiere y cómo lo quiere; no ha perdido su capacidad de asombro ante lo nuevo o lo desconocido… incluyendo las nuevas tecnologías a “las que les teme” porque él —confiesa sin pudor— “pertenece a la era analógica”: todos sus diseños son realizados a golpe de trazos de lápiz o pincel. Nada de computadoras ni de programas que faciliten el trabajo.  

Este libro está escrito, literalmente, de su puño y letra (de molde y casi siempre clara y legible) y en cuartillas de cualquier tamaño, incluso, muchas de ellas recicladas en las que aparecen algunos bocetos otrora desechados… No por gusto y en broma nos referíamos al original como “el incunable”.

“Este libro, que no es biografía sino memorias, resume parte del quehacer de este hombre de la cultura cubana que tiene un gran defecto: es demasiado modesto”.

Estricto y meticuloso con las fechas y ordenado hasta la saciedad, Arrocha ha organizado, por iniciativa propia, un valiosísimo archivo personal que atesora en su casa de Alamar y que es, a no dudar, la memoria viva de lo realizado por él en su larga e intensa vida de diseñador: allí se puede encontrar hasta la más lejana y recóndita información sobre un autor, un diseño, un director o una puesta en escena. Pero, eso no le ha bastado en su afán de atesorar instantes: en paralelo lleva un registro de todo lo que en materia de diseño teatral se publica en Cuba por más de cincuenta años y que, sin duda, es una excelente fuente de consulta para estudiosos del tema.

“Un caballero del diseño eso es Eduardo Arrocha, aunque no le guste que se lo digan o se recuerden”.

Por mi parte, desplazarme innumerables veces desde el Casino Deportivo, donde vivo, hasta Alamar, al Este de La Habana, ha sido un acto de personal constancia, de interés, de respeto, de aprecio y de cariño hacia Arrocha: son dos puntos de la capital totalmente opuestos y viajar en la ruta P3 o en un improvisado camión para el traslado de pasajeros, ha constituido una aventura difícil de explicar e, incluso, de entender. Estoy feliz por ello.

Este libro, que no es biografía sino memorias, resume parte del quehacer de este hombre de la cultura cubana que tiene un gran defecto: es demasiado modesto, pero demasiado: Palabra de diseñador, o palabra de caballero o un caballero del diseño eso es Eduardo Arrocha, aunque no le guste que se lo digan o se recuerden.

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