En la llamada Causa 37 de 1953, solo fueron juzgados 32 asaltantes al cuartel Moncada. Debieron ser 87, pero a 55 de ellos les sacaron uñas, ojos, testículos, y luego sus cadáveres fueron abandonados en cualquier rincón de Santiago de Cuba.

Son hecho históricos conocidos; no obstante, el profesor, ensayista y crítico Gustavo Arcos Fernández-Britto —quien se dice conocedor de la historia de Cuba— compara semejantes crímenes con los recientes juicios, por los hechos ocurridos el 11 y el 12 de julio de 2021, y concluye que en 1953 se fue más justo.

“(…) nos trae el recuerdo del Moncada, pero escamotea sus contextos”.

Asimismo, nos brinda una visión apocalíptica de la Cuba actual. Relata que “millones de ciudadanos deben lidiar duramente cada día, con todo tipo de situaciones adversas”. Dice que “las empresas del estado no funcionan, la economía del país es un caos, los alimentos se pierden en los almacenes, las ciudades están cada vez más en ruinas, las calles destruidas, el país totalmente endeudado”. La causa de esto, según afirma, es la “incompetencia de las autoridades” y el sistema que ya “no representa la Revolución”.

Descubro demasiado pathos en esas afirmaciones. O sea, un claro predominio de la pasión y la grandilocuencia como recurso de persuasión. Sin embargo, el ensayista sabrá que acudir a la íntima emoción no es suficiente para la credibilidad del discurso. También se necesita el ethos y, sobre todo, el logos: o sea, actuar con ética y argumentar con solidez. ¿Acaso no es legítimo exigir al comunicador profesional una opinión menos conectada con recursos propios de la mera propaganda?

Gustavo es crítico de cine, así que intentaré graficar en imágenes la Cuba que nos está describiendo. La cámara realiza un paneo en una escuela primaria: por los rincones se ven niños desnutridos, algunos sin zapatos, las blusas y camisas raídas. Es la hora de la merienda, pero casi ninguno come. De una jaba hecha con tela de yute, un niño saca una botella que al parecer contiene agua con azúcar. Alejada de sus compañeras, una niña desenrolla un pedazo de periódico en el que por fin aparece un bocado de pan.

No he tenido que hacer un particular ejercicio de imaginación: así era donde nací. Cuento con suficientes años como para haber visto semejantes imágenes en mi lejana infancia. Pudiera seguir pasando la cámara por el pueblo, y mostrar muchos mendigos con sus fardos sucios a cuestas, personas durmiendo en los portales; padres desesperados porque su pequeño hijo muere de cualquier enfermedad curable.

Ya que Gustavo nos trae el recuerdo del Moncada, pero escamotea sus contextos, explico que en 1953 se realizó un censo en Cuba. Sus estadísticas aún sobrecogen: por ejemplo, el 56% de las viviendas se alumbraban con lámparas de keroseno. Cuatro años más tarde, en 1957, la Agrupación Católica Universitaria recorrió 126 municipios durante cinco meses para hacer, por primera vez en Cuba, una estadística detallada de las condiciones de vida de los trabajadores agrícolas.

Entonces solo el 4% de los entrevistados mencionaba la carne como alimento integrante de su ración habitual; el 3,4% el pan, y menos del 1% el pescado. Los huevos eran consumidos por el 2,1% de los trabajadores agrícolas, y solo tomaba leche el 11,2%. Se reportaba un 91% de desnutrición. Eso sí era un verdadero “caos”, eso sí era lidiar con “condiciones muy adversas”. En fin, abundo en estos datos, porque me pareció oportuno colaborar en las clases que nos da Gustavo. 

“(…) no analizan ninguna de las características propias de la administración de justicia: entiéndase contexto, condenas previas o antecedentes penales, peligrosidad social, etc.”.

Dijo un ilustre que la exageración es una verdad que ha perdido su temple. Los antiguos griegos llamaban hybris a la desmesura, y era esta la principal falta que podía cometer un mortal. Sobre todo era grave cuando significaba desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido a la falta de control sobre los propios impulsos.

Se victimiza Gustavo. Aduce el menoscabo personal como herramienta que le permita descalificar a Michel E. Torres Corona, el conductor del programa Con Filo. Le dice adulador, cuestiona su decencia y su altura intelectual y humana. Ya sabemos; cuando no se pueden discutir los hechos, se acude al insulto. También con frecuencia se presenta una paradoja en las llamadas personalidades victimistas: tras la máscara de víctima, por lo común se oculta un verdugo.

No es esa la única contradicción: a quien le atribuye a otro no tener suficiente altura intelectual, le está vedado hacerlo empleando un tono propio de lupanar. Simplemente, estaría negando el estatus que se arroga. Y tampoco le valdría decir “yo soy Fulano de Tal, cuyo currículo da dos vueltas a la manzana”, sin luego exhibir determinada elegancia en el discurso, un subrayado de estilo y conocimiento. No se pueden ofrecer sermones de altura intelectual en parrafadas de baja calaña, mal redactadas y con faltas de ortografía. 

Sobre esto, Borges escribió un medular ensayo titulado El arte de injuriar. Advierte Borges: “El agresor sabe que el agredido será él, y que cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada en su contra, según la honesta prevención de los vigilantes de Scotland Yard. Ese temor lo obligará a especiales desvelos, de los que suele prescindir en otras ocasiones más cómodas”.

Me extiendo en el particular, y me disculpo por ello; pero según se infiere, para Gustavo Arcos Fernández-Britto, el programa Con Filo es una suerte de pobrísimo audiovisual de ficción. Trata de persuadirnos de que allí abunda el sesgo, la hipérbole y la mentira. Pero aun frente a la mala obra, el crítico de cine no puede prescindir de determinadas herramientas básicas del oficio; reducir el análisis a meros adjetivos y ataques al mensajero.

Gustavo acusa a Con Filo de no abordar temas como la emigración de los cubanos o las calles que están destruidas; pero él, asimismo, endilga toda la culpa de esos males al gobierno —que alguna tendrá— y a la vez también omite mencionar el bloqueo por más de 60 años, recrudecido ahora por las 243 medidas de Trump. Tampoco menciona la pandemia que privó al país de importantes ingresos y obliga a realizar grandes gastos. En cualquier caso, estarían a mano: omisión por omisión, ¿o no?

Concuerdo en que hay algunos intelectuales de respeto entre los firmantes del llamado “Manifiesto contra el silencio, por la justicia”. Con más razón entonces me pregunto por qué procuran legitimar con su firma un documento repleto de obvias contradicciones y falsedades.

Veamos: el texto comienza con la siguiente afirmación: “Los días 11 y 12 de julio del 2021 Cuba fue sacudida por un estallido social”. Me detengo en la expresión “estallido social”; o sea, fueron protestas masivas en numerosos lugares: según medios, estas ocurrieron en 62 locaciones. Ahora bien, más adelante se nos dice que fueron unos 500 los condenados y que “esos cubanos y cubanas solo han ejercido su derecho a tener derechos”: O sea, se enfatiza el carácter legítimo y pacífico de la protesta.

Saquemos cuentas: 500 condenados entre 62 locaciones, significa un promedio de 8 juzgados por cada locación. En fin, si estos 8 eran personas pacíficas, entonces ¿quiénes saquearon las tiendas, volcaron automóviles, intentaron quemar gasolineras, apedrearon hospitales o agredieron a agentes y civiles desarmados? ¿No les parece que algo no cuadra?

“¿Cómo se puede hacer un juicio después del juicio que ya se le hizo a personas que, tras una amnistía, ya no tendrían responsabilidad penal?”.

Según se informó en el NTV, solo el día 11 de julio fueron vandalizadas o saqueadas 44 tiendas. No cuento los vehículos volcados o destruidos ni los demás sitios atacados. O sea, no son acciones puntuales. En todo caso, puntuales fueron las sanciones, porque apenas 500 sancionados en todas las provincias del país tampoco sería un estallido social. Según las cifras que divulgan diversos medios, se sancionó apenas una persona por cada 50 participantes.  

Y tampoco fueron protestas espontáneas. ¿Acaso van a pasar por encima de la inteligencia de la gente? ¿Fue espontáneo ese grado de coordinación? ¿El despliegue mediático previo por plataformas pagadas por Estados Unidos? ¿Los llamados a la “intervención humanitaria” en Cuba, que ya sabemos lo que significa? ¿A quién va dirigido este manifiesto, no a los que seguimos los hechos por medios y redes sociales? 

En el documento se nos llama a solidarizarnos con los presos porque estos “son —o pueden ser— nuestros familiares, vecinos, amigos”. Es cierto, pero resulta que también los trabajadores de esas tiendas, los pacientes que recibieron piedras en el hospital, o los agentes y civiles que fueron lesionados también son —o pueden ser— nuestros familiares, vecinos, amigos. Dense cuenta, nos llaman a solidarizarnos con quienes generaron graves daños y pusieron vidas en peligro con probadas acciones vandálicas. Yo no sé en otros lugares, pero si en Jatibonico alguien le prendiese fuego a la gasolinera, muchas viviendas de vecinos que conozco y, con frecuencia, visito, serían pasto de las llamas.

“¿De verdad que están comparando lo ocurrido el 11 de julio en Cuba con la represión en otros países latinoamericanos?”.

¿De verdad que están comparando lo ocurrido el 11 de julio en Cuba con la represión en otros países latinoamericanos? Las imágenes que hemos visto de las recientes protestas en Chile mostraban cañones de agua, bombas lacrimógenas, policías con trajes especiales disparando balines a la multitud. Consecuencia de esto,352 personas sufrieron heridas oculares, de las cuales 331 por lesión o trauma, y 21 por estallido o pérdida. Un total de 3449 manifestantes resultaron lesionados: 2767 hombres, 397 mujeres y 254 niñas, niños o adolescentes. ¿Dónde están esas imágenes sobre las protestas en Cuba, que me las perdí?  

Parece que los redactores del mencionado Manifiesto tampoco recibieron adecuado asesoramiento jurídico. Por ejemplo, no analizan ninguna de las características propias de la administración de justicia: entiéndase contexto, condenas previas o antecedentes penales, peligrosidad social, etc. Luego también piden una “excarcelación” mediante amnistía u otro instrumento, para después delimitar bien la responsabilidad individual de cada imputado, y esto es un disparate técnico. ¿Cómo se puede hacer un juicio después del juicio que ya se le hizo a personas que, tras una amnistía, ya no tendrían responsabilidad penal?

Les soy honesto. Yo tras este manifiesto lo que percibo es un intento de desacreditar el sistema judicial cubano, a partir del uso de numerosas falacias, en tanto no se ofrece una sola evidencia de sanciones arbitrarias, o no apegadas a los procedimientos legales. ¿A qué intereses responde entonces?

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