Adigio Benítez, reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2002, pintor, dibujante, caricaturista, grabador, ilustrador y poeta cumpliría en este mes de enero 99 años.

Adigio Benítez, Premio Nacional de Artes Plásticas 2002, cumpliría en este mes de enero 99 años. Foto: Radio Habana Cuba

Con este verdadero Maestro (enero 1924 / mayo 2013) tuve la oportunidad de conversar en diversas ocasiones. Hoy lo evocamos a partir de una entrevista exclusiva realizada para esta publicación digital en el año 2002.

“Nací en Santiago de Cuba. Mi interés por las artes plásticas surgió desde niño y se afianzó en la adolescencia. Cuando tuve la edad, matriculé en la Academia de Artes SanAlejandro, donde me gradué en el año 1949.

“A mediados de la década de los 40 colaboré con el magazine de Mella, de la Juventud Socialista, y en el 49 me solicitaron hacer dibujos y caricaturas para el periódico Hoy, en el que trabajé hasta su clausura, en 1953; luego continué vinculado a la propaganda del Partido Socialista Popular, que incluía la colaboración clandestina en la Carta Semanal.

“Poco a poco me fueron conociendo como dibujante político comunista y muchas veces me detuvieron, registraron mi casa, hicieron interrogatorios a mi familia. En el año 1958 —trabajaba en una agencia de publicidad— me secuestraron durante doce días y me mantuvieron preso e incomunicado en los calabozos del BRAC sin que mi familia supiera nada. Cuando me soltaron —el 4 de diciembre, la víspera de Santa Bárbara porque, según supe, tendrían una fiesta para homenajear a esa deidad— continué haciendo mi colaboración clandestina en la Carta Semanal hasta el triunfo de la Revolución”.

¿Hasta qué punto le ha servido la caricatura política para su incursión en otras técnicas de las artes plásticas?

Mi mecanismo de creación estaba muy urgido por dar un mensaje social desde la pintura.

La pobreza, la situación política, la vida de los mártires estuvieron reflejadas desde la década de los 50, pero es en 1953 cuando empiezo a pintar una serie de cuadros que tenían un profundo contenido social: aparecen los trabajadores como personajes, los pobres, los niños, los campesinos, retratos de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y otros mártires.

Tenía hecha una serie que no mostré hasta después de 1959, es decir, estaba concebida una exposición completa. Me reuní con tres pintores más e hicimos una muestra colectiva en los primeros días del triunfo de la Revolución en la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña —allí estaba la comandancia del Che—. Esa misma exposición fue vista posteriormente en la sede del Capitolio Nacional.

En la década de los 70 se inclina hacia el pop, ¿por qué este cambio?, ¿qué le aportó?

Después de esa serie social continué haciendo muchos cuadros en los que quería reflejar el momento. La situación había cambiado políticamente y traté de que, de algún modo, apareciera algún reflejo de la problemática histórico-social del país, ya con ese otro giro.

Aparecieron los milicianos. Hice la serie de Soldadores —eran como doce o quince—, pero luego intenté enrumbarme por determinadas sendas y caminos que me llevaran a hacer una pintura más metafórica y más poética, desechando lo más directo.

¿Siempre figurativo?

Siempre sobre lo figurativo. Entonces ensayé por la vía pop y comencé a hacer una figuración proveniente de la misma abstracción, tomando formas y modos de ejecutar la pintura abstracta, pero dentro de la figuración.

Aunque no me detuve en ninguna corriente pura, sí tengo que reconocer que esos acercamientos me sirvieron para el trabajo futuro a partir de la búsqueda de un lenguaje propio. Ahí fue cuando empecé a hacer las figuras como si fueran de papel y que, posteriormente, denominé “papiroflexia”.

¿La “papiroflexia”, o la “papirolandia” como usted le llama, se mantiene hasta hoy?

Sí, cómo no. La “papirolandia” fue tratar de representar la realidad, pero de una manera más poética y sobre imágenes. Estuve varios años trabajando tanto la pintura como el dibujo, e hice exposiciones con esos personajes que yo les llamo “papirotes”. Luego, en la década del 90, junté a estos personajes de papel —que a veces son humanos y, otras, animales— con las casas.

Chapó: “Las apropiaciones que realizo —y en las cuales mezclo elementos del arte universal con figuras creadas a partir de mi imaginación— no las hago con un sentido irreverente. Todo lo contrario. Me parece que estoy haciendo mi humilde homenaje a esos artistas de los cuales me apropio para hacer mi trabajo. En mi obra hay humor, pero no irreverencia”.

¿Estos personajes de papel no están llevados al plano de la tridimensionalidad?

No, es imitando que las figuras son de papel en la pintura, o sea, todo es pintado. Inicialmente partí de las pajaritas de papel de los niños, pero transformo cada figura a partir de su propia estructura y las traduzco a una forma plástica.

¿Son las apropiaciones una suerte de pretexto creativo?

Las apropiaciones que realizo —y en las cuales mezclo elementos del arte universal con figuras creadas a partir de mi imaginación— no las hago con un sentido irreverente. Todo lo contrario. Me parece que estoy haciendo mi humilde homenaje a esos artistas de los cuales me apropio para hacer mi trabajo. En mi obra hay humor, pero no irreverencia.

Existen artistas que tienen determinadas obras que se prestan para hacer un contraste humorístico, entonces, los traslado a una situación que no es la real, sino una ideada por mí, pero no destruyo las figuras, al contrario, las copio para esa apropiación, las traspongo en su forma natural, como son ellas.

Puede que lo haga de otro color, pero siempre respeto la obra del artista. Las situaciones sí tienen un poco de humor, pero respeto mucho las figuras de las cuales me apropio.

¿En qué movimiento se incluye?

No me incluyo en ninguna escuela determinada. He enfrentado muchos cambios y siempre he poseído una guía interior de lo que quiero hacer, pero nunca he sido muy fiel a las corrientes. En la década de los 90 estuve bastante metido en la corriente de la posmodernidad, según la veo yo.

Existen planteamientos filosóficos dentro de esta forma de ver el mundo que he adoptado. Desde el momento que soy posterior a la posmodernidad, ya soy un posmoderno.

En segundo lugar, lo hago en un sentido de apropiación de la gran y extensa obra que han realizado los genios, los grandes maestros del arte universal en cualquier parte del mundo. Los pongo como un contraste, pero de una manera en que se vea bien la temática, trato de buscar la unidad entre esas figuras del arte universal con las mías.

Soldador, 1963. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes

Utiliza el color con toda plenitud y su obra transmite alegría, es como un juego…

Es precisamente así: un juego. Pretendo hacer un contraste entre mis figuras hechas de papel, junto a otras del arte universal que trato con otro tono. Mantengo el dibujo, el claroscuro, pero cambio el color.

Por ejemplo, una figura griega puede ser hecha de color azul y eso es, precisamente, un juego del color, de la temática, del contraste, de la situación que se presenta: un contexto que es imposible en la realidad. Solamente se puede reflejar en la pintura porque aparecen figuras de cualquier lugar, de cualquier continente o época. Tengo cuadros en los que aparece una romería con personajes de diversos lugares y distintas épocas junto a campesinos cubanos.

Utilizo los colores muy fuertes. Hay gente que gusta de cosas más sobrias, me lo han dicho e incluso me han criticado. Lo que sucede es que muchos de mis temas tienen matices de humor; son —a veces— encuentros en los que me hago un autorretrato con una de esas grandes figuras de la pintura universal, y en algunos casos hay un poco de humor. 

Se ha dicho que los cubanos vivimos en un país del trópico, que el color es muy brillante por el sol y demás. Trato de hacer cuadros alegres, ninguno es deprimente. Ni siquiera abordo temas muy serios, por eso es que acentúo la viveza del color.

En 1987 fue distinguido como Profesor de Mérito del ISA, el Instituto Superior de Arte (hoy Universidad de las Artes), y durante muchísimos años ha ejercido el magisterio, ¿qué valor le concede a la enseñanza artística?

Tiene una importancia decisiva, capital, y es comparable con todo el proceso que ha tenido la educación en Cuba, empezando por la alfabetización. En el plano de las artes plásticas, pudieron desarrollarse jóvenes con mucho talento potencial que —en otro momento— se hubiera desaprovechado o perdido.

La Escuela Nacional de Arte primero, San Alejandro, las escuelas de nivel medio que existen en todas las provincias y el ISA completan un sistema importante que ha producido resultados: contamos con excelentes artistas de gran talento que han salido de esas aulas.

Usted tiene publicados cuatro cuadernos de poesía, ¿prefiere decir lo que siente con palabras o con el color?

No hay duda de que preferí decirlo con el color, pero la poesía es una gran pasión, al igual que la pintura; decidí tomar el camino de las artes plásticas porque se ajustaba más a mi vocación. Siempre he tenido la pintura en un altar a pesar de que necesito el verso. Ese es, quizás, mi segundo oficio.

La Habana y Santiago de Cuba, ¿hasta qué punto están en su obra?

San Cristóbal de La Habana es una ciudad bella. Posee muchos lugares hermosos para el disfrute de los cubanos y de los que nos visitan; cuenta con edificaciones, murallas y castillos que datan de la época colonial. En todo el mundo se reconoce a La Habana como una ciudad deslumbrante, aunque no olvido a Santiago de Cuba, que también es una ciudad impresionante y que tiene una historia patria muy sobresaliente. Como es la cuna donde nací, no la olvido tampoco.

En mi obra siempre trato de que, en el fondo de una situación, exista una escena cubana de base. Pretendo unir a nuestro país con el resto del mundo. En mis apropiaciones, me esfuerzo porque aparezca Cuba, que exista una base de la cultura que me ha dado la razón de ser y de trabajar. Esa cultura está cimentada en la realidad de ser cubano, de vivir en esta maravillosa isla.

El haber recibido el Premio Nacional de Artes Plásticas, ¿lo compromete?

Este ha sido un compromiso de más de cincuenta años con la cultura cubana y —si las fuerzas me lo permiten, ya con mis 78 años— continuaré trabajando para esos fines. Este es mi modesto aporte: continuar haciendo un trabajo por y para la cultura cubana.

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