Alabanzas al hombre por ser hombre…

Norberto Codina
13/2/2020

Ante todo una declaración de fe: soy ateo. Pero por eso no dejo de ser creyente —solo las piedras no creen—, pues creo en las virtudes y los misterios de la naturaleza; en las leyes provocadoras de la física y de otras ciencias; “en el azar concurrente”, como diría Lezama; en “el mejoramiento humano”, como diría el Maestro, y por tanto, en el futuro; “y en fin, creo en mi mismo, puesto que sé que hay alguien que me ama”, como expresaría en su hermoso credo el venezolano Aquiles Nazoa.

Creo además en la amistad, a propósito de que hace más de 45 años tengo noticias de Jesús Sama Pacheco, desde aquellos ahora remotos tiempos en que coincidíamos en el taller literario del Mariel. Por todo eso y más, soy lector cómplice de A la izquierda de Dios, poemario que hoy presentamos. A tenor de mi experiencia de ese largo trayecto transcurrido, reconozco al autor en cada uno de los poemas aquí compilados, es el retrato del hombre, del poeta, de sus silencios íntimos y de sus reclamos públicos, en la eterna búsqueda del ser humano por encontrar respuestas personales y universales, más allá de cualquier filiación religiosa, ideológica o filosófica.

Foto: Cortesía del autor
 

Roberto Manzano, amigo y apasionado promotor de la poesía, escribe con certeza en las palabras de contracubierta: “El presente cuaderno (…) trata de un saber integral, el de la espiritualidad, en que lo ético y lo estético se funden en el milagro de la verdadera condición humana”. Pues junto a las virtudes poéticas, filosóficas y espirituales, claves también presentes en su poesía como bien subraya Manzano, cruza estas páginas de forma orgánica una auténtica lección ética.

Por todo lo antes expuesto, comparto con el poeta la idea rotunda, que tal vez peque de absoluta, de que este es su mejor libro publicado hasta el presente, título que por demás posee una unidad armónica, tanto en forma como en contenido.

Las citas que inician este cuaderno ya marcan los derroteros de su creador. Tanto las de un canónico Juan Ramón Jiménez, como las de un granuja como François Villón. Por cierto, este último me trae a la memoria al tal vez más vehemente de sus lectores cubanos, el recordado Félix Pita Rodríguez, quien en más de una ocasión compartió con Jesús y conmigo, y no sé si es por la vía del ilustre bejucaleño que le viene esa atribución del francés maldito.

El texto que sirve de preámbulo “En pos del milagro”: A la izquierda de Dios hago mi pan y mi verso, /me asombran /aquellos que esperan a su diestra el milagro”, es portador de las aseveraciones y dudas que nos acompañan en estas páginas.

Enuncia el contenido de una certidumbre que trasciende los dogmas y cualquier proselitismo sectario —Alabanzas al hombre por ser hombre…/Alabanzas a Dios sin conocerlo (“Motivos”)—, cualquier tipo de contemplación que no tenga respuesta en el propio accionar y pensamiento del individuo, en lo que le atormenta y redime, en esa eterna aventura del hombre en busca de sus verdades, con tantas preguntas para unas pocas respuestas, y así lo percibo en “Una voz”: de siglos en tinieblas, remotos clamores /-pálpitos ya olvidados-, /sonidos repetidos en imágenes…/Escucho una voz / —solo una voz— agazapada, diluida en las sombras…/Resplandor en vuelo, imagen fugaz. /Diatriba atada a la incertidumbre…

En una cita que revela el pragmatismo  filosófico de William James, este nos dice: “Para casi todo el mundo, para el común de la gente, Dios es el productor de la inmortalidad, entendida personalmente”. En lo opuesto, otra es la incertidumbre que comparte ese místico sin fe que fue Fernando Pessoa: “¡Nunca encontrar a Dios, nunca saber, siquiera, si Dios existe!”.

Conversando con el poeta reconozco esa conciencia que se funde en la síntesis, la fluidez, la combustión en que se desarrolla el poema y dialoga tanto en los comienzos como en los finales de cada composición. En cuanto al contenido, creo como ya dije antes, reivindicando la voluntad plena del autor, que en estas páginas se pretende desde una honestidad integral dar representación a todas unas cavilaciones, que van más allá de la asimilación y del discernimiento inseparable de todo lo racional que nos caracteriza, registradas en una búsqueda, una práctica y un conocimiento recóndito que ha marcado la vida del autor y de su obra.

En la sección “La puertas”, para mí uno de los mejores momentos de esta lectura, no es casual que como botón de muestra escoja el poema que se titula “Puerta de los demonios”: Conviven aquí los desalientos, /los humanos extravíos, /abismales sombras. /Es la puerta de los demonios, /boquete /por donde entran los malos influjos,  /las perversidades, los resentimientos.

Y complementando ese espectro de infinitas “puertas” que se abren y cierran, o simplemente se entornan para atisbar con sus noches y albas la condición humana, comparto el ejemplo de “Puerta de la fe”: Esta es la abertura imaginaria, /un ardor desnudo la preside /sin ribetes ni alfombras, / hojas o aldabas… /Es la ranura que Dios legó al hombre /para continuar su obra.

“Entre nosotros” es un largo poema dedicado con toda justicia a Manzano y Pablo Armando Fernández, a mi modesto entender dos preferencias en la escritura del autor.

Los dioses han vivido siempre /atados a la doble condición,  /a los dos cuerpos que sustentan la existencia, /como sucesión, como parte del encuentro /y el reencuentro que nos anima.

Y cierra este cuaderno con otro texto, de los más extensos de los aquí reunidos, “Abdicación de la incertidumbre”, cuyos últimos versos declaran: No hay incertidumbre en mis sentidos; /solo luz y sombra, solo renuevo y agonía…/y la certeza de siempre volver al huerto /donde plantaremos otra vez la semilla.

Es la perplejidad, la perturbadora circunstancia que siempre nos acompaña, pero sin renunciar nunca a la esperanza, no importa de qué lado de la fe estemos, y aquí retomo mis consideraciones del principio, en este universo donde nos reconocemos ya sea como los deudores de diversos credos, o como los que profesan la condición de agnósticos o ateos, al decir del poeta portando su osamenta o más allá del polvo /desde la luz y desde la sombra.

Y para finalizar los invito sencillamente a la lectura de este libro y hago mía la última línea del mismo, pues como dijera el Dante: Bien has oído y bien has anotado. /Aquí termino, y basta de sermones.            

    

Notas:
 
[1] Jesús Sama Pacheco.  A la izquierda de Dios (Ediciones Unicornio, Artemisa, 2019).