El pianista Alejandro Meroño considera que el Festival Internacional Jazz Plaza es una de las principales plataformas que tienen los artistas cubanos para mantener viva la música de la Mayor de las Antillas. En su búsqueda creativa, el instrumentista revisita el trabajo realizado por sus antecesores y los muchos géneros que confluyen en el panorama sonoro del patio.

“Tiene que existir comunicación entre todos los países mediante la música y el arte”.

Volver a la raíz es imprescindible en su concepción estética. Así lo reflejó en su último fonograma Gallo de oro, Premio Cubadisco 2022 en el apartado de Jazz, un álbum que parte de la música afrocubana y viene cargado de poesía estética, sin dejar de lado la sencillez. Recorre el jazz, el son, el tango-congo y los tumbaos característicos de la música popular.

Ahora, en el Jazz Plaza 2023, asumió la tarea de homenajear a la música campesina y a una de sus figuras más relevantes: Celina González, la compositora e intérprete de Yo soy el punto cubano y Qué viva Changó. En el concierto Tierra Nueva, el pasado miércoles en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, Meroño se unió a Pancho Amat, uno de los mejores treseros de Cuba, para volver a esos temas de Celina, desde el formato de jazzband y con una estética contemporánea. 

El jazz reverenció a la música campesina gracias a la maestría de Meroño y Amat. Junto al sonido peculiar de la jazzband, sobresalieron los acordes del tres, instrumento característico de Cuba, y los tambores batá. Las voces de María Victoria Rodríguez, Haila María Mompié, Mayito Rivera, Alexander Abreu, Alain Pérez, El Noro, Osdalgia, Susel La China, La Valdés y Gaby Herrera recorrieron el repertorio de Celina, con nuevos arreglos que respetaron los códigos de la música original. 

“Si tiene que definir con una palabra al Jazz Plaza, menciona la cubanía”.

Meroño considera que, si bien el Jazz Plaza ayuda a proteger, preservar y conservar la música cubana, el festival tiene que ser un espacio para que esas sonoridades puedan evolucionar y, aunque se adapten a nuevos códigos estéticos, en su concepción no se puede dejar de volver a la raíz. Esa es la fórmula para que la música cubana mantenga el prestigio que ha alcanzado en todo el mundo; no de manera fortuita, sino por la diversidad y calidad de su propuesta. 

“El festival tiene la suerte de contar con muchas personas que están interesadas en mantenerlo vivo y fresco”, declaró el pianista a La Jiribilla, al tiempo que destaca la capacidad del evento para integrar y servir de puente entre las culturas del mundo.

“Tiene que existir comunicación entre todos los países mediante la música y el arte. Somos los que cargamos con el peso de trasmitir las culturas que nos antecedieron. De integrar lo tradicional con lo contemporáneo. Los primeros pasos se están dando y el festival se está ocupando de eso”, refiere Meroño. Si tiene que definir con una palabra al Jazz Plaza, menciona la cubanía.

“El festival tiene la suerte de contar con muchas personas que están interesadas en mantenerlo vivo y fresco”.

Para este 2023 sus expectativas son seguir creciendo, lograr que su música se multiplique y que su propuesta sonora llegue a más personas en Cuba y el mundo. Aspira a seguir involucrándose en proyectos interesantes que revitalicen la música cubana y que le permitan desarrollarse como artista y ser humano. “Ser un vehículo para mantener vivas las raíces de la música cubana y que sigan conectando con la gente”.

Alejandro Meroño es licenciado en composición de la Universidad de las Artes (ISA). Mereció, en el concurso de jóvenes jazzistas Jojazz, un premio a la interpretación en la categoría de mayores, e intervino en el disco homenaje a Lecuona nombrado Lecuona Jojazz. En su ópera prima Gallo de Oro, participan músicos como Ruy López-Nussa, Edgar Martínez, Roberto Álvarez y Janet Valdés.

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