Añeja cinco siglos

Maikel José Rodríguez Calviño
24/12/2019

Muchas propuestas expositivas ensalzaron este año el 500 aniversario de la capital cubana. Decenas de artistas, varias instituciones, múltiples galerías protagonizaron o acogieron curadurías encargadas de revisitar el medio milenio de la antigua Villa de San Cristóbal de La Habana, ciudad artística por antonomasia, con una presencia constante en la producción simbólica de la nación. El Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) no podía faltar a la cita, que conmemora con la muestra colectiva La Habana: imágenes de cinco siglos, disponible hasta febrero próximo en la Sala transitoria del Edificio de Arte Universal.

Azotea de La Habana (1925), de Eduardo Abela, óleo sobre tela, Colección del MNBA. Fotos: Cortesía del autor
 

Entre Historia, Arqueología, cine y artes visuales transita esta muestra de concepción curatorial ambiciosa y detallada, a cargo de Manuel Crespo, María Lucía Bernal y Niurka Fanego, quienes contaron, en el sector fotográfico, con la asistencia de Néstor Martí.   

La Habana en objetos elaborados por sus primeros habitantes; La Habana en documentos del período colonial (mapas y paisajes citadinos); la Habana contemplada desde la perspectiva del artista foráneo; La Habana en el cine y la fotografía; La Habana reflejada por el arte contemporáneo… La muestra que nos ocupa fue articulada a partir de varios núcleos curatoriales que trascienden el tradicional concepto de Bellas Artes para ofrecernos una imagen plural y multidisciplinaria de la capital cubana. En ello radica, precisamente, su principal valor, pues las colecciones cubanas del MNBA no comienzan con arte aborigen insular, y no incluyen, o apenas lo hacen, manifestaciones tan significativas dentro del desarrollo cultural de nuestra nación como el séptimo arte y la fotografía.

Intersecciones (de la serie Modelando la memoria), (2019), de Octavio Irving Hernández Jiménez, fotografía digital. 
 

Asimismo, llaman mi atención la cuidadosa selección de documentos históricos vinculados al desarrollo de la capital, la selección de piezas realizadas por varios pintores foráneos (entre ellos Frederick Childe, Valentín Sanz Carta y Julio Vila Prades) que plasmaron sobre el lienzo sus impresiones sobre el paisaje citadino habanero, y la presencia de obras abstractas igualmente inspiradas en las dinámicas internas de la urbe. Además, destaca la inclusión de artistas contemporáneos en un último núcleo de marcada plasticidad. Algunos de ellos trabajaron especialmente para la propuesta, devolviendo piezas lúdicas y atractivas, que parten de sus respectivas poéticas, interactúan con los espectadores o se apropian de imágenes de época para reflexionar sobre la pérdida y permanencia del patrimonio arquitectónico capitalino. Particularmente atractivos me resultan los proyectos de carrozas propuestos por Duvier del Dago, las manipulaciones digitales de Octavio Irving Hernández y el transitable Pensamientos en La Habana, de Diango Hernández, artista espirituano, poco conocido en el panorama visual cubano actual, que, en mi opinión, merece mayor visibilización.   

El Malecón (1929), de Augusto Olivera Blay, óleo sobre tela, Colección del MNBA. 
 

La Habana estará cumpliendo su medio milenio de existencia hasta noviembre próximo. Aun restan celebraciones en su honor; a manera de cierre, por este año, acerquémonos a la propuesta que acoge Bellas Artes. Mas que una exposición, estamos ante un viaje en el tiempo, un recorrido por la piel y la historia de una ciudad imperecedera, profundamente artística, que ha cautivado a cientos de creadores, del pasado y del presente, a lo largo de sus quinientos años.