A ritmo de son y guaguancó en las Series del Caribe

Hassan Pérez Casabona
5/2/2019

Entre el 4 y el 10 de febrero la exigente afición nacional estará enfocada, con total concentración, en el devenir de la Serie del Caribe, que tendrá lugar en predios panameños, con un formato de seis naciones. El jolgorio de las bolas y strikes, sin discusión alguna, mantendrá de plácemes a los amantes de esta disciplina atlética, más allá incluso de nuestra área geográfica.

República Dominicana, con sus “Estrellas Orientales” y Puerto Rico, con los “Cangrejeros de Santurce”,
pondrán en marcha el torneo del lunes 4 de febrero, en el Estadio Nacional Rod Carew de la capital
panameña, para dar inicio a la Serie del Caribe 2019. Fotos: Internet

 

Si bien la asistencia cubana es solo como invitada —y no en calidad de miembro pleno del certamen auspiciado por la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe (CBPC), con independencia del acuerdo firmado entre la Federación Cubana de Béisbol y la Major League Baseball, el 19 de diciembre del 2018— para nuestro país representa mantenerse dentro un torneo del que somos fundadores, y al que nos incorporamos en la edición LV (55), que tuvo asiento en febrero del 2014, en la bella Isla Margarita, de la hermana República Bolivariana de Venezuela. Un año después, los Vegueros de Pinar del Río, con la conducción de Alfonso Urquiola, obtuvieron sensacionalmente el éxito en la lid que acogió Puerto Rico.

En esta edición 2019 le correspondía la sede precisamente a los morochos, en Barquisimeto, Venezuela, sin embargo, a última hora, la CBPC anunció que no existían todas las condiciones de seguridad (a contrapelo de lo asegurado por las autoridades bolivarianas y en una muestra clara de que prevaleció la matriz de ataque diseñada contra Venezuela desde Washington), otorgándole el torneo a los canaleros.

Les presentamos, aprovechando que en plazas, avenidas y dentro de las numerosas peñas deportivas desde San Antonio a Maisí, coexiste un envidiable ambiente de polémica beisbolera —con el orgullo añadido de ver a nuestra selección brindar su solidaridad en varias de las comunidades devastadas en La Habana por el paso del tornado el domingo 27 de enero— una síntesis de los principales acontecimientos históricos relacionados con la incursión de la Mayor de las Antillas, durante la primera etapa de estas justas, entre 1949 y 1960, así como breves referencias a otros sucesos relevantes.

Los parciales de nuestro archipiélago cerrarán fila apoyando a los “Leñadores” tuneros de Pablo Civil, que de forma tan espectacular se impusieran en la pasada 58 Serie Nacional.

La primera edición de estas lides tuvo como escenario al imponente Gran Stadium del Cerro, entre el 20 y el 25 de febrero de 1949. El Latinoamericano, como lo conocemos en la actualidad, abrió sus puertas poco antes, el 26 de octubre de 1946, con un choque donde los “Alacranes” del Almendares, derrotaron 9×1 a los “Elefantes” de Cienfuegos, con crédito a la cuenta de Jorge el “Curveador” Comellas y revés para el venezolano Alejandro Carrasquel.  El primer estacazo de vuelta completa salió del bate de Roberto Ortiz, el “Gigante del Central Senado”, ante un envío de Luis Tiant padre, que fue llamado por el conductor cienfueguero Martín el “Inmortal” Dihigo —el más grande pelotero antillano— para sustituir a Carrasquel. Adolfo Luque, el enérgico “Papá Montero”, igualmente emblema del béisbol cubano, fue el piloto de los “Alacranes”. En la competencia inicial caribeña de 1949 se impusieron invictos, en 6 salidas a la grama, los jugadores almendaristas. El lanzador Agapito Mayor ganó 3 choques, resultando elegido además como el “Más Valioso”. Ese número de victorias  de un serpentinero  (dos ante Puerto Rico y una ante Panamá) constituye récord para la celebración anual de estas contiendas. Dicha novena estuvo comandada por Fermín Guerra, quien curiosamente fue también el timonel de Occidentales, elenco monarca en la I Serie Nacional, celebrada en 1962. Guerra volvió a dirigir a los almendaristas en 1950, en la confrontación del área, justa en la que se desempeñó asimismo como receptor.

En varias de las justas celebradas durante la primera etapa, diferentes peloteros cubanos se erigieron como campeones de bateo. El primero de ellos fue el formidable antesalista azul Héctor Rodríguez en la II Serie, acogida por Puerto Rico en 1950, al compilar 474, producto de 9 inatrapables en 19 visitas oficiales al home plate. Un año después, el recio inicialista Lorenzo “Chiquitín” Cabrera promedió 619 (13 en 21), que significa aún el tope máximo para cualquiera de los champion bate que le sobrevinieron en todos estos años. En el 52, esta vez en Panamá, Edmundo “Sandy” Amorós ganó la codiciada corona con 450 (9 en 20). En la V Serie, organizada por Cuba, el patrullero Pedro “Perico 300” Formental no tuvo rivales con 560 (14 en 25), llegando incluso a hilvanar seguidilla de 4-4, la cual destrozó en 1957 el venezolano Pompeyo Davalillo, al obtener de 5-5.  En la VIII, Rafael “Son” Noble se impuso con 400 (6 en 15). Otros coterráneos que alcanzaron liderazgos fueron los lanzadores Pedro Ramos y Camilo Pascual que, como representantes del Cienfuegos se llevaron las palmas correspondientes a los mejores serpentineros. Pascual, ese propio año 1956, consiguió el reconocimiento de “Más Valioso”. El prominente monticulista repitió ambas distinciones en las Series de 1959, como refuerzo del Almendares, y en 1960, con sus “Elefantes” sureños.

En la IX Serie, en 1957, el emblemático Orestes Miñoso fue el que mayor cantidad de carreras remolcó, como bujía de los “Tigres” de Marianao, con 7. Saturnino Orestes Arrieta Miñoso Armas, su verdadero nombre, nació en el poblado matancero de Perico, el 29 de noviembre de 1923.  En la temporada de 1945-1946 alcanzó la condición de “Novato del Año”, dentro de la Liga Cubana, con su elenco de Marianao. En dicha fecha pocos pudieron imaginar, pese a su talento innato, que devendría más tarde en uno de los íconos de la pelota universal, especialmente por la calidad demostrada a lo largo de su longeva carrera deportiva. En 1976, exactamente el domingo 12 de septiembre, al conectarle un sencillo al jardín izquierdo al zurdo Sid Monge de los Angelinos de California, hizo historia al convertirse en el toletero de mayor edad (53 años) en conseguir un hit dentro de la Gran Carpa. Tres años después, en octubre de 1980, se unió al también serpentinero siniestro Nick Altrock como los únicos en la MLB en actuar en cinco décadas diferentes. Todavía más increíble, el miércoles 16 de julio de 2003, a los 80 años de edad, empuñó el madero por el conjunto de los Santos de San Paul, de las Ligas Menores, erigiéndose de esa manera sui géneris en el único pelotero en participar en torneos organizados, en siete décadas distintas. Por cierto, a comienzos del decenio de los 50 —Miñoso debutó en 1949 con los Indios de Cleveland, trasladándose en 1951 a los Medias Blancas de Chicago—, este jugador asumió tal protagonismo en el panorama antillano, que incluso un músico de la talla de Enrique Jorrín, para la fecha violinista de la Orquesta América, le dedicó un famoso chachachá titulado “Miñoso al bate”, repetido en las emisoras radiales y en cuanta fiesta habanera se efectuara, cuyo estribillo afirmaba: “Cuando Miñoso batea, verdad, la bola baila hasta el chachachá”.  Específicamente en Series del Caribe, Miñoso disparó 17 incogibles en 45 turnos, para excelente promedio de 378, con 9 anotadas y 8 impulsadas. Se ciñó la corona las dos veces que participó con su escuadra del Marianao.

La primera edición de estas lides tuvo como escenario al imponente
Gran Stadium del Cerro, entre el 20 y el 25 de febrero de 1949.

 

En lo colectivo, en 1953, los “Leones” del Habana completaron una cadena de 11 triunfos en estos certámenes el día 21 de febrero, cuando derrotaron 6×1 a Panamá. Una jornada más tarde, sin embargo, cayeron ante los “Cangrejeros” de Santurce, a la postre ganador invicto de esa Serie. El trabuco boricua incluía hombres de la talla del center field Luis “Canena” Márquez, el infielder Víctor Pellot Power, el lanzador Rubén Gómez y el jardinero Williard Brown, quien encabezó los casilleros de empujadas y cuadrangulares, alcanzando así la distinción de “Más Valioso”. Su récord de cuatro bambinazos se extendió hasta que en 1977 el dominicano Rico Carty se lo quebró. Sus 13 impulsadas las empató en Hermosillo, en 1997, el también quisqueyano Tony Batista. El caso de Pellot Power, quien falleció en su patria el 29 de noviembre de 2005, y que se desempeñó durante 12 campañas en las Grandes Ligas, llama la atención por ser el único jugador en ganar dos campeonatos de bateo en su nación, jugando en posiciones diferentes. Curiosamente ambas distinciones las consiguió, una como inicialista y la otra defendiendo la esquina caliente, con el uniforme de los “Criollos” de Caguas, escuadra de la que también fue manager. En 1955, la novena de Santurce repitió su éxito, dándose el lujo de ser el único elenco en el mundo, descontando a la estrellas de la Liga Nacional, en colocar dentro del line up a los jardineros Roberto Clemente y Willie Mays, dos de los más grandes peloteros de todos los tiempos. En dicha Serie, Mays fue segundo de los bateadores con 440 (11 en 25) y líder empujador con 8, mientras que Clemente pisó más que nadie la registradora.

Conrado Eugenio Marrero Ramos, leyenda del béisbol planetario, participó en las Series de 1949; 1950; 1954 y 1957. En las tres primeras vistió la franela del Almendares, mientras que en la última defendió los colores de Marianao. En 1949 ganó un partido y no perdió, repitiendo la dosis cinco años después, en predios borinqueños. A la Serie de 1950 se presentó con menor efectividad y sucumbió ante Puerto Rico y Panamá. En total, su balance fue de dos éxitos e igual cantidad de descalabros, con excelente 1, 59 de promedio de carreras limpias permitidas en 28, 1 entradas de actuación. Marrero, quien nació el 25 de abril de 1911, se desempeñó con los Senadores de Washington, entre 1950 y 1954. Independientemente de militar, en un conjunto tradicionalmente sotanero, y de que incursionó en aquellos lares a punto de cumplir los cuarenta años, el “Premier”  tuvo foja de 39 ganados y 40 perdidos, y 3, 67 de PCL. Fue abridor en 94 de las 118 apariciones en esas contiendas, donde acumuló 735,1 capítulos de actuación. En una carrera que se extendió a 21 temporadas en ligas de Cuba, Estado Unidos, México y Nicaragua, el carismático “Guajiro de Laberinto” alcanzó 367 victorias y 178 derrotas, para un formidable average de 674; en cuatro mil 602,1 episodios. Propinó 2 mil 751 ponches y regaló mil 311 boletos. Su promedio de anotaciones limpias fue de 2, 22 y completó, algo prácticamente imposible de concebir en el béisbol moderno, 369 desafíos.

Entre los muchos atletas del patio que se destacaron en estas festividades, además de los reverenciados con antelación, están el torpedero Avelino Cañizares y el receptor Gilberto Valdivia, en la I Serie; el defensor del primer cojín Andrés Fleitas y el guardabosque Roberto Ortiz (tres veces as jonronero dentro de la Liga Cubana), en 1950; el todoterreno Gilberto el “Jibarito” Torres (quien dirigiera la selección nacional en los Juegos Centroamericanos de Kingston, en 1962, y San Juan, en 1966, y los Panamericanos de Sao Paulo, en 1963) y el enmascarado Alejandro Crespo, en 1951; el campo corto Manuel el “Chino” Hidalgo, y los lanzadores Rogelio “Limonar” Martínez y Julio “Jiquí” Moreno, en 1952; el estelarísimo parador en corto Willie Miranda, el jardinero Ángel Scull y Julio Bécquer, en 1954, quien repitió como inicialista del Marianao en 1957 y 1958; el guardabosque central Ramón Mejías, en 1955; el short stop Humberto Fernández y el serpentinero René el “Látigo” Gutiérrez, en 1956; el mítico jardinero Asdrúbal Baró, en 1957; el patrullero derecho Juan “Cachano” Delís y el torpedero José Valdivieso, en 1958; el camarero Tony Taylor y el lanzador Orlando el “Guajiro” Peña, en 1959; mientras que el patrullero central Tony González y el inicialista Rogelio “Borrero” Álvarez brillaron en la competencia de 1960.

Es válido consignar que en estos torneos un grupo de jugadores foráneos sobresalieron igualmente como integrantes de los conjuntos cubanos. Fue el caso, como líderes de bateo, de Al Giofrido por el Almendares en la I Serie con 533 (8 en 15), Rocky Nelson en 1955, por los “Rojos” del Habana, con 471 (8 en 17) y Solly Drake en 1957, por Marianao, con 500 (11 en 22). En el apartado de los cuadrangulares descollaron Monte Irvin, por los azules en 1949 (fue electo a Cooperstown en 1972 por su méritos extraordinarios en las Ligas Negras y otros circuitos), Johnny la “Araña” Jorgensen, por el Habana en 1952 y Raig Orteig, en 1954 por el Almendares. Jorgensen, quien jugó para los “Rojos” desde 1950 hasta 1954, participó antes en un hecho histórico, cuando el 15 de abril de 1947 fue uno de los peloteros que alineó, por los Dodgers, junto al mítico Jackie Robinson cuando este derribó oficialmente la odiosa barrera racial que impedía a los peloteros negros intervenir en las Grandes Ligas. Ese día Brooklyn empleó en el cuadro a la “Araña” en tercera; Pee Wee Reese en el campo corto; Eddie Stanky en la intermedia y Robinson en la inicial. En cuanto a los pitchers no tuvieron rivales Bob Hooper, en 1950 con los azules; Thomas Fine en 1952, con el Habana (lanzó frente al Cervecería Caracas el primer no hit no run de la historia de estos eventos) y Jim Bunning, en 1957 con el Marianao. Todos estos serpentineros ganaron dos partidos sin la sombra de derrotas, al tiempo que Fine y Bunning eran electos además como los “Más Valioso”.

Los elencos cubanos no solo ganaron 7 de los 12 campeonatos regionales en que irrumpieron, sino que fueron el único país que vio titularse a cada uno de los elencos (cuatro en total) que componían su liga doméstica. El Almendares lo hizo en 1949 y 1959; Habana en 1952; Cienfuegos en 1956 y 1960 y Marianao en 1957 y 1958. La racha de 5 diademas consecutivas, entre 1956 y 1960, es la más larga alcanzada por un nación en estos eventos. La segunda cadena es de apenas tres éxitos en fila y corresponde a conjuntos dominicanos, con las Águilas Cibaeñas, en 1997 y 1998, y los Tigres de Licey, en 1999.

Napoleón Reyes, como timonel del Marianao, es uno de los siete directores que ha ganado estas celebraciones en dos oportunidades. Además del cubano, repitieron el éxito Benjamín Reyes, con Hermosillo, en 1976, y Mexicali, en 1986; Mako Oliveras, con Santurce en 1993 y 2000; Francisco Estrada, con Culiacán, en 1996 y 2002; Félix Fermín, con las Águilas Cibaeñas, el 2003 y 2007; Ken Oberkfell, al frente de los Leones del Escogido, en 2010 y 2012, y el puertorriqueño Luis Matos, a la cabeza de los Criollos de Caguas, en el 2017 y 2018. Matos igualó así la hazaña de Reyes, quien fue el único durante 60 años que consiguió sus trofeos sin intervalos, en 1957 y 1958. Tres años antes de que comenzara a tejer su cadena de coronas en estas justas, Reyes comandó al conjunto Pastora, de Venezuela. Con dicha novena, exactamente el 18 de febrero de 1954, alcanzó la primera victoria de una escuadra de ese país ante elencos cubanos, luego de diez derrotas consecutivas. No le resultó nada fácil a los vecinos romper el maleficio en el estadio Sixto Escobar, pues solo un racimo de 6 anotaciones en el octavo episodio les proporcionó la sonrisa, 7×5 ante las huestes almendaristas de Bobby Bragan. El avezado conductor colocó como primer bate y torpedero de los  morochos a Luis Aparicio, paradigmático exponente de dicha posición y que en 1984, por su brillante hoja de servicios, fuera exaltado al Salón de la Fama de la MLB.

El cubano Camilo Pascual fue elegido al  Salón de la Fama de la Serie del Caribe en 1996
por sus tres títulos (1956,1959 y 1960). Foto: Cubadebate

 

Doce cubanos han sido exaltados al Pabellón de la Fama de la Serie del Caribe, entidad que abrió sus puertas en 1996. Son ellos los jugadores Camilo Pascual (1996), Atanasio Pérez (1998), Héctor Antonio Rodríguez (1998), Edmundo Amorós (1999), Orlando Peña (2000), Diego Seguí (2004), Orestes Miñoso (2005), Pedro Formental (2006), Conrado Marrero y Napoleón Reyes (2015), así como el árbitro Armando Rodríguez (2005) y el locutor-comentarista Rafael Ramírez (2003). Héctor Rodríguez, al que muchos consideran el mejor tercera base defensivo del período pre revolucionario, fue el bateador más destacado de la primera etapa de las Series del Caribe encabezando, si contemplamos su actuación en cuatro contiendas, varios departamentos, entre ellos el de slugging. Era tal la maestría custodiando la “esquina caliente” que lo comparaban incluso, a la hora de partirle a los toques de bola, con el estelarísimo Brooks Robinson, al que los especialistas catalogan como el mejor de todos los tiempos. Rodríguez nació el 13 de junio de 1920, en Alquízar y falleció el 9 de septiembre de 2003, en México. Precisamente fue Amorós el segundo mejor toletero de la ronda signada por la presencia cubana, escoltando a Rodríguez. El jardinero zurdo, sin embargo, trascendió por la increíble atrapada que realizó durante la Serie Mundial de 1955, ante un batazo hacia la raya del left field conectado por el extraordinario receptor Yogi Berra, que sirvió para que los Dodgers de Brooklyn vencieran por única vez a sus sempiternos rivales de los Yankees de Nueva York, de las 7 veces en que dirimieron el “Clásico de Otoño”, entre 1941 y 1956.  El “Guajiro” Peña participó en 4 Series, con 5 sonrisas y un traspié. Seguí, por su parte, asistió a 3 convocatorias, donde albergó 4 éxitos. El toletero habanista “Perico” Formental promedió 350 (21 en 60) en las 3 comparecencias que acumuló, entre 1951 y 1953, con 15 remolques. Armando Rodríguez, ataviado de negro, fue el primer árbitro latinoamericano en impartir justicia dentro de la MLB, en 1974. Antes trabajó 6 temporadas en la Liga Cubana, 14 en la Liga Venezolana y otras 12 contiendas en la Liga Mexicana de Verano. Participó en 16 Series del Caribe, 14 de ellas como representante de la Liga Venezolana. Atanasio “Tany” Pérez —quien jugó 23 campañas con 4 equipos de la MLB, entre ellos la “Maquinaria Roja” de Cincinnati que se levantara titular de las denominadas Series Mundiales de 1975 y 1976— y  Rafael “Felo” Ramírez, también fueron elevados al Hall de la Fama de Cooperstown. En el caso de Pérez (379 HR, mil 272 C, y mil 652 CI), el 23 de julio de 2000, mientras que Ramírez recibió el agasajo el 5 de agosto de 2001. Por cierto, el locutor bayamés integró junto al argentino Buck Canel, elegido en 1985, y el ecuatoriano Jaime Jarrín, incorporado en 1998,  el trío de los únicos  profesionales latinos de la descripción deportiva incluidos en el mencionado salón neoyorquino, donde igualmente aparecen los inmortales peloteros cubanos Martín el “Maestro” Dihigo, escogido en 1977, y José de la Caridad Méndez y Cristóbal Torriente, reconocidos en el 2006. Estas tres figuras, quienes demostraron su talento además en las Ligas Negras norteamericanas y en disímiles competiciones celebradas en toda la región, recibieron el homenaje muchos años después de sus fallecimientos. La decisión de añadirlos a tan selecta congregación constituyó, pese a que el veredicto se postergó innecesariamente, acto de justicia considerando la colosal contribución que realizaron a este deporte.