Arqueología de colores en polisémica abstracción

Ernesto Cuní
12/4/2019

La aparente búsqueda de los nuevos creadores en las artes plásticas es continua. Al parecer nadie quiere llover sobre mojado. Legitimado quizás por ese mecanismo voraz y muy bien estructurado del cual forman parte los medios y el círculo de la crítica que patentiza lo “trasgresor”, o lo “único”, los artistas ―a veces en ciernes, sin dirección segura― se abalanzan en carrera veloz hacia la exploración de nuevos caminos.

 La sombra del pastor, basada en la fotografía estratigráfica La adoración de los pastores,
de Doménicos Theotócopulos, “El Greco”. Fotos del autor

 

Desde ambas perspectivas, enmarca el joven artista de la plástica David Beltrán su exposición Arqueología del color/ Estudio de anatomía pictórica, aunque aclaro muy per se, que no lo acompañan la pedantería que trae consigo tal acto de encumbrar una acción. Conjuga arte y ciencia en el terreno de la experimentación con la intensión, —lograda a mi modo de ver— trasgredir y lo hace de forma segura.

Comenzó la XIII Bienal de Artes Plásticas de La Habana, este viernes 12, a 10:00 a.m., en el Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam y son muchas las personas se mueven por las diversas salas.

 Cielo de retrato ecuestre, basada en la fotografía estratigráfica de Retrato ecuestre a Felipe III, de Diego Velázquez.
 

Y David no se queda atrás. Antes había hecho algo parecido en su muestra personal Azul de composición geométrica en la galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí. Otra parte de esa muestra integró una colectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes, en los corredores del Edificio de Arte Cubano.

Nuevamente ha querido captar el proceso físico. En Azul de composición geométrica se valió de actos tan comunes como la impresión de la emulsión de pompas de jabón sobre cartulina, y la huella que deja sobre material. O de la impresión de pinturas quemadas al óleo.

Aquí fotografía microscópicamente las capas diversas de la estructura molecular del pigmento de una pintura, proceso científico nombrado estratigrafía.

 La hierba del jardín de Daubigny, inspirada en la fotografía estratigráfica de El jardín de Daubigny,
de Vincent Van Gogh.

 

En todas estas maneras de explorar las posibilidades artísticas media un espacio de interpretación entre la representación real física ―las huellas de las pompas de jabón, la estratificación de las capas moleculares o el óleo quemado― y la representación artística, de increíble polisemia. Ejemplo: contrastación de colores en la obra La hierba del Jardín de Daubigny, basada en la fotografía estratigráfica del cuadro El Jardín de Daubigny, de Vincent Van Gogh. Los trazos, delineados algunos, finos; otros fuertes, dan, tal vez sin proponerlo, infinidad de lecturas y significados.

A esa primera representación física, contemplativa, que genera una narración, ―tal vez plana―, se le agrega infinidad de relatos subyacentes que el pincel del creador genera. En sí mismo este acto constituye un proceso que forja otro subproceso, resultado del enfrentamiento del espectador a la obra: según la cultura y albedrío de este, habrá una interpretación de lo expuesto en el óleo.

 Obra Azul de composición geométrica, de la serie Arqueología del color.
 

En cuatro series ha querido el artista consagrar estos postulados: Arqueología del color ―la que ahora nos invita en esta XIII Bienal de La Habana―, Sentimientos sumergidos, Pinturas quemadas y Soplos de vida. Imbricadas en ellas varias corrientes de las artes plásticas como el expresionismo abstracto, lo conceptual y lo minimal.

Sin embargo, hay una vuelta a la forma clásica de pintar: el autor explota las posibilidades que le da la combinación de la paleta, solo que experimenta desde ese proceso físico antes mencionado. Dos de esas series llaman poderosamente la atención, aunque no aparezcan en la bienal. La primera, Sentimientos sumergidos, encierra aparentemente en círculos de diversos colores, los estados anímicos relacionados con estos. Nombrados cada uno con esas fases psíquicas ―armonía, tormento, alegría, gratitud, agonía, pasión e ira― y los colores tradicionalmente atribuidas a ellas, aparecen aquí en contraste con otros colores que simbolizan otros sentidos.

¿Cómo asumir tal perspectiva? Todo resultado de desordenar un pensamiento que por convenio ―como es el caso de asumir el rojo por violencia― se convirtió en lógico y aquí el autor quiere trastocarlo.

Amarillo y rojo sin título, basada en la fotografía estratigráfica de la obra Sin título, de Sandú Darié.
 

Es irónico que haya querido buscar en la estructura molecular del color y en esa búsqueda haya encontrado estado de ánimos. 

Asegura el autor en breve entrevista a la que accedió, que solo ha querido graficar la imagen física de estos procesos físicos. Yo me resisto a creerle, pero las obras han dicho más de lo que él afirma.

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