Contar el Longina en cinco días

Diana Ferreiro
19/1/2017

Santa Clara se dibuja envuelta en los primeros abrigos del año. Frente al Mejunje, la ciudad busca calor entre forros de guitarra y cafés, entre la gente que se amontona junto a las paredes de ladrillo y la vegetación que se ha ido acomodando en las grietas del tiempo y el descuido.


Foto: Sonia Almaguer

Hay, a la vista, un puñado de trovadores: Roly Berrío, Yordan Romero, Miguel Ángel de la Rosa, Yaima Orozco, Alain Garrido. Trovadores del patio. Otro grupo de personas un poco más allá, participantes del Festival Longina, que cumple 20 años este 2017 y que por primera vez durará diez días.

Es, precisemos, domingo 8 de enero a las dos de la tarde. Y aún no escucho una sola canción.

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Esto es lo que ha pasado hasta ahora:

Silvio Rodríguez dio un concierto que —según me cuentan—, estremeció al Parque Vidal y a varias generaciones, que corearon hasta cerca de la media noche los temas escuchados hasta el cansancio tantas madrugadas.

Nelson Valdés presentó acá Te doy otra canción, disco que es, sin dudas, un hermoso homenaje a trovadores cubanos, versionando sus temas.

La Trovuntivitis cumple 20 años, como el Festival, y todo el mundo intuye que es este el escenario perfecto para la gran celebración.

La Trovuntivitis cumple 20 años, como el Festival, y todo el mundo intuye que es este el escenario perfecto para la gran celebración. Un grupo de realizadores argentinos también lo sabe y ha venido a grabar un documental sobre ellos (y no pueden creer que no exista testimonio audiovisual alguno en el país sobre este grupo de trovadores ya esenciales en la canción de autor cubana, como mismo resulta increíble que recién ahora hayan grabado su primer disco).

Levis Aliaga está en Cuba después de 15 años. Michel Portela, luego de cinco. Javier Ruibal desde España por primera vez en un Longina, pero de regreso a la Isla de la que tanto ha bebido musicalmente. Reencuentros de este Festival.

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Sin embargo, las noches no alcanzan para tanta música.

El Museo de Artes Decorativas ocupa una de las esquinas del Parque Vidal, al extremo del Teatro La Caridad. En el patio, la peña habitual de Roly Berrío ha cedido parte de su espacio a Lien y Rey, de Matanzas, que se quejan del frío y agradecen la presencia de tanto público. Con ellos, Luna Pantoja, de 11 años, que habrá de arrancar aplausos cuando toque el chelo, acompañando varios temas de sus padres. Otros más, cuando Alain Garrido advierta que quizá sea ella la invitada más joven en 20 años de Festival.


Lien, Rey y Luna. Foto: Y. Malú Vilasa Trujillo

La destreza que sobre las cuerdas demuestran los dedos, unido al acople perfecto de las voces —voces que cantan juntas desde hace dos décadas, y que aun a ciegas lograrían encontrarse—, se mezclan en hermosísimos temas como Ojos amarillos, Ginebra-Moscú-Habana, Zapateo provinciano o Lamento.

Es ya una tradición en el Longina: las peñas que durante el año mantienen viva la trova por estos lares, invitan a todo el que haya llegado hasta aquí para hacer su música.

Es ya una tradición en el Longina: las peñas que durante el año mantienen viva la trova por estos lares, invitan a todo el que haya llegado hasta aquí para hacer su música. Luego regresan sobre sus pasos, y Roly toma la guitarra para hacer lo que mejor sabe: despertar y divertir, hacer una pausa con Caridad, que el público agradece y entona, para luego complacer con sus ya clásicas canciones: La cucaracha, Cuando una mujer te deja, La jicotea

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Javier Ruibal  —a medio camino entre el flamenco y la canción de autor— habla de su concierto del miércoles en el Teatro La Caridad, donde compartirá escenario con la española Ángela Cervantes y cederá la guitarra a Jorgito Kamankola y Roly Berrío. Cuatro años atrás, su último viaje a Cuba incluyó una gira por varias ciudades, acompañado por Luis Alberto Barbería y sus hijos Lucía y Javi Ruibal.


Javier Ruibal. Foto: Roly Berrío

Habla de Santiago Feliú, que le llamaba “Papá Oso”, por su empeño de cocinar y atender a las visitas allá en su casa de Cádiz, y le dedica un concierto memorable, donde canta invariablemente al amor, acompañado únicamente por su guitarra.

Hace un par de años, con el escritor español Tito Muñoz, comenzó una “guerra de décimas” por Wassap. Pactaban el tema y el tono, y construían la décima escribiendo un verso cada uno. Con Roly Berrío, en un restaurante del centro de la ciudad, plantea el reto: una décima sobre Longina a dos manos. Esto fue lo que salió:

Longina es más seductora, (R)

más audaz y más perversa, (J)

suave como alfombra persa

donde yo espero la aurora.

En su cuerpo fauna y flora

vergel, refugio de amante,

loco por meterle el guante

y formar la gozadera

poesía quién le diera

por detrás y por delante.

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El miércoles 11 de enero llega el grueso de los trovadores de otras provincias. Desembarcan en el Mejunje de Silverio —no podría ser de otra manera— y se ponen al corriente de lo que ha venido sucediendo por acá y de lo que irá pasando hasta el día 15. Conciertos y descargas que serán protagonizadas por ellos mismos: Erick Méndez, Ariel Díaz, Mauricio Figueiral, Silvio Alejandro, Oscar Sánchez, Pedro Beritán, Fernando Bécquer, las muchachas del Dúo Jade, Marta Campos, Aurora Feliú, Inti Santana, Juan Carlos Pérez, Lázaro García, Pepe Ordaz…

Por lo pronto, se habla mucho. De cómo le va al Longina, a la trova, a la música de autor. De mano en mano: los tragos y los discos, el tema más reciente, lo último que se ha compuesto.

Los cantautores llegan hasta aquí para (re)conocerse y compartir, desde la pluralidad de voces y estilos, la pasión por un género que ha visto épocas mejores. 

Desde la Casa del Joven Creador, sede de la Asociación Hermanos Saíz en Santa Clara, su presidente, Joel Herrera, asegura que es esa precisamente la magia de un festival como el Longina: los cantautores llegan hasta aquí para (re)conocerse y compartir, desde la pluralidad de voces y estilos, la pasión por un género que, digámoslo de una vez, ha visto épocas mejores.

Aun así, es justo decirlo, el público ha repletado todas las sedes, ya sea para ver a los cantautores de la ciudad como a los visitantes.


 La Trovuntivis en concierto. Foto: Raúl Medina Orama

“Es que aunque uno venga todos los jueves a la peña de la Trovuntivitis en el Mejunje, durante el Longina esto adquiere otra dimensión. Como si las canciones que ya nos sabemos fueran a la vez diferentes, por el ambiente que se respira, por la gente con la que estás compartiendo, que no vienen a Santa Clara todos los días”, dice desde el patio del Mejunje la joven Patricia Quesada.

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Lo mejor, hasta el momento:

La peña de Yatsel Rodríguez en el Cubo de Luz, que enseguida dejó de ser la peña de Yatsel Rodríguez para convertirse en una descarga deliciosa, donde subió al escenario todo el que sintió la necesidad de hacer una canción.

Parece un aguacero, 15 años después, en la voz de su autor Levis Aliaga, con Rey Pantoja en la guitarra y Luna Pantoja en el chelo. Con las voces de todo el público en un coro que estremeció la sala Marta Abreu del Teatro La Caridad.

Javier Ruibal y Ángela Cervantes, cantando a dúo Para llevarte a vivir, del cantautor español.

Oscar Sánchez, a guitarra, tres y marímbula, en el Patio de la Galería Provincial de Arte, interpretando los temas de Unknown artist y Ojos que te vieron go never te verán come back, sus dos producciones discográficas. Más que un concierto, Oscar Sánchez regala un singular performance.

(Al marcharnos quedaban pendientes, en el programa, algunas presentaciones que, sin dudas, entrarían en esta lista de lo mejor del Longina: el concierto Cara o cruz de Leonardo García, la descarga de todas las mujeres trovadoras participantes, Silvia Pérez Cruz en la Sala Marta Abreu del Teatro La Caridad, el concierto por los 20 años de la Trovuntivitis y la súper descarga final en el Mejunje con todos los participantes.)


Roly Berrío en concierto de La Trovuntivitis. Foto: Raúl Medina Orama

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Puede que la 21 edición del Longina —o Longina canta a Corona, nombre “oficial” del Festival—, no haya cumplido las expectativas de muchos. Sobre todo de aquellos que han vivido y cantado otras ediciones, cuando la canción de autor suponía una filosofía de vida que una buena parte de este país quería abrazar, y abrazaba.

A pesar de los desencuentros, alguna que otra falla organizativa y otras cuestiones ajenas muchas veces al propio Festival, el Longina tiene el gran mérito de cubrir una semana (en este 20 aniversario diez días), con toda la trova cubana —y a veces foránea— que le es posible reunir en una ciudad como Santa Clara, junto a sus protagonistas.

Que no es suficiente, ya se sabe. Pero que es un pilar que sostiene mucho más de lo que se puede suponer, eso es seguro.