Cuentos de Yunieski Betancourt: una extraña puerta sobre lo circundante

Dazra Novak
28/11/2017

El volumen de cuentos Dados cargados, de Yunieski Betancourt, nos relata trágicas historias de personajes que habitan exóticas y devastadas regiones. Mostrando un profundo interés (justificado también por su profesión de sociólogo) y la prueba de haber dedicado horas a un esmerado estudio de los conflictos que sacuden las tierras palestinas, sirias e israelitas, así como los escabrosos motivos que los impulsan, su autor nos introduce, más allá de las vidas privadas de esos personajes, en esas radicales creencias que terminan haciendo pasto de sus fieles, en esas sociedades que parecen no encontrar un camino definitivo hacia la paz. En este premio Luis Rogelio Nogueras 2016, que se suma a la colección de Editorial Extramuros, el lector encontrará ocho cuentos terribles, bien escritos, bien contados, cuyo verdadero protagonista es la muerte.
 

Yunieski Betancourt
Yunieski Betancourt y la autora en la presentación del libro en
Centro Cultural Dulce María Loynaz. Foto: Nelia Moreno.
 

El terrorismo y el extremismo, entre otros, se dan cita extrañamente en el universo creativo de este autor. Y digo extrañamente porque, al alejarse de nuestro terruño, de nuestros añejos conflictos de bodegas, emprendedores y archiconocidos bloqueos económicos y mentales, cualquiera pensaría que nos da la espalda para hacerle lugar a otras problemáticas que, si se les mira bien, no deberían resultarnos tan ajenas. Distantes, quizá. Ajenas, no. A fin de cuentas estamos hablando del derecho a ser respetados y aceptados, el derecho a no ser manipulados, el derecho a elegir.

Quien guste de las historias, aquí encontrará historias. Quien guste de viajar a otras latitudes a ponerse la piel de otras costumbres, le recomiendo esta lectura. Pero quien guste solo de la palabra feliz, le aconsejo que vaya a por otro libro. Dados cargados no es un libro feliz. Es, por el contrario, muy duro, es despiadado, son los suyos personajes que se han resignado a esa suerte de cuando ya no se tiene más para perder. Atrapados en sus convicciones como callejón sin salida donde solamente existen dos opciones: hacer justicia por su propia mano o esa heroica resistencia pasiva preñada de la mayor de las razones. Sin embargo, y esto es de lo más curioso, también debería decir que es un libro lírico, pues habla desde el ser humano, sin afeites ni apuros, con esa intimidad de la primera persona que nos contagia la angustia de un narrador personaje contemplando a tiempo real un cuadro vivo del terror: su ciudad devastada, su familia extinguida, su existencia trastocada. El autor hilvana con habilidad y dominio las tramas haciéndonos caer en zona de todos. Ya nada es ajeno, da lo mismo que sea Palestina o Cuba, las necesidades humanas son las mismas.
 

Quien  guste de viajar a otras latitudes a ponerse la piel de otras costumbres, le recomiendo esta lectura.
 

En el cuento que abre este volumen, a tan solo diez páginas de iniciado el recorrido que propone su autor por esas zonas en guerra, nos tropezamos con estas palabras: “No sé qué le resultará peor: darme por desaparecido o llegar a contemplar mi cadáver “rescatado”. Mis restos tendidos en una camilla cubierta, y él observando cómo se descorre la sábana y aparece el yo que queda de mí, triste desecho de la cena de unos buitres. Una imagen que, no lo dudo, aparecerá en revistas y periódicos de medio mundo”.

En realidad, se trata de la imposibilidad del rescate del ser humano al que hemos llegado, en el que nos hemos convertido. ¿Es posible para el hombre contemporáneo rescatarse de sí mismo? Me atrevo a decir que esta es una de las interrogantes que lanza este libro. Que hurga en ello de una manera que se me antoja cinematográfica, con un dramatismo sin histerias y con personajes que asumen su terrible destino con una pasmosa sobriedad, en la influencia que ejercen sobre ellos las tecnologías digitales (que para el mundo ya no son nuevas aunque en nuestro país las sigamos llamando así por esta desconexión que nos salva y nos daña a la misma vez. Eso el autor lo sabe, y por eso coloca al final, además de información sobre ciertas organizaciones terroristas y demás, un glosario de términos usados en la web.). Cuando digo tecnologías digitales entiéndase Internet y sus redes sociales, donde muchos (al fin y al cabo la sociedad digital no es más que una variante de la sociedad física, por decirlo de alguna manera) siguen pretendiendo fama y fortuna al tratar de dar el golpe periodístico colgando de primera mano la última noticia, luchando por hundirse hasta las narices en ese torrente que llaman trending topic y que, si Heráclito hubiera vivido, también aseguraría que no se puede cruzar dos veces pues es tan efímero como el paso de una gota por el cauce.  

El autor pone de un lado la peligrosa máxima de Maquiavelo que asegura que el fin justifica los medios y del otro, la autonomía, de individuo y nación, para abundar con lente sociológico en el peligro de las generalizaciones. En el último cuento encontramos precisamente la tesis que defiende en boca de uno de los personajes, que también esbozan mis motivos para recomendar esta lectura: “La mente funciona como dados cargados”, me comentó en una de sus cartas hace mucho tiempo. “Esos dados con el centro de equilibrio alterado, que no importa cómo los tires siempre salen los mismos números. Así funciona la mente, la vida la conduce de experiencia en experiencia, algunas solo la rozan, otras se hunden en ella grabándose profundamente. Esas son las que emergen al encontrarnos entre la vida y la muerte, revelándonos quiénes somos”.