Cultura-Economía (más) Economía-Cultura

Víctor Fowler
30/7/2020

A medida que voy escribiendo me sorprende y divierte la manera en la cual son producidos los textos; de hecho, este mismo con título más o menos sesudo. Comenzó hace unos meses, cuando vivimos una crisis del transporte público y comencé a extrañar mi vieja bicicleta del Período Especial, en su doble existencia de objeto real y simbólico. Así era tanto la posibilidad del desplazamiento como la expresión material de la resistencia y la voluntad de sobrevivir; en mi caso, que hasta hice (junto a mi esposa) una mudanza en bicicleta, el objeto tiene su sitio en la historia del amor.

Tuve el privilegio de trabajar, como ayudante de investigación, en el proceso de localización de fuentes bibliográficas para el documental Rodando en La Habana: bicycle stories (2016), dirigido por mi amiga Jennifer Hosek y Jaime Santos y presentado en una de las ediciones del Festival Internacional de Cine de la Habana. Luego del documental, y a lo largo de años, Jennifer y yo hemos conversado sobre la extraordinaria modificación (económica, administrativa, social y cultural) que tuvo lugar en Cuba en aquellos años cuando, gracias a las setecientas mil bicicletas que entre nosotros circularon por ciudades y pueblos: un país pequeño y sin grandes recursos, se vio obligado a cambiar su matriz de dependencia a las importaciones de petróleo.

En días recientes, se ha vuelto a hablar de la introducción de bicicletas (en los municipios) como parte de los cambios económicos derivados de las nuevas realidades a que nos convocan la pandemia global de la Covid-19, sus consecuencias planetarias y el efecto que ello tiene para el país. Para mí, esto ha despertado del reposo las memorias de aquella investigación y de aquella bicicleta china (pesada, resistente e incansable) que tanta compañía me brindó.

II

Aspiro a que la amiga de quien antes hablé regrese, de nuevo pueda dedicar tiempo a su investigación y entonces concluya el libro (sobre Cuba y las bicicletas) que espero hace años. En el aluvión de textos sobre la pandemia (es decir, entre los que he podido leer) hay uno que me atrajo especialmente, sobre el cual debí de haber escrito hace rato ya y que instala el análisis en una posición tan productiva que —en lugar de envejecer— se torna cada vez más necesario conocer y discutir. El texto fue escrito por el filósofo e historiador de la ciencia Bruno Latour, se titula Imaginemos gestos-barrera contra el regreso a la producción precrisis y publicado en Antinomie el 9 de abril de 2020. El interés básico del autor es mostrar de qué modo la crisis provocada por la pandemia consiguió algo que, para muchos, parecía imposible: “…suspender, en cualquier parte del mundo y al mismo tiempo, un sistema económico que todos dicen que es imposible desacelerar o redirigir”.

El telón de fondo opuesto al contexto en el cual desarrolla Latour su pensamiento es la certeza de que, a nuestro alrededor, en el mundo, se extiende la amenaza del “cambio climático”; ante semejante evidencia (el riesgo de una catástrofe total, de la cual no habría ya posibilidad de regreso) el científico entiende que —más allá de los naturales temores— la situación de pandemia también contiene la oportunidad de movilizar energías en contra de las determinantes que harían inevitable el desastre. Esta “movilización” pide mirar el mundo de otro modo y en consecuencia analizar, enjuiciar, valorar, pensar la realidad desde presupuestos nuevos. Esto, mucho más fácil de enunciar que de realizar, precisa de una suerte de esquema, algoritmo, proyecto escalonado o plan que Latour elabora a partir de lo que llama “un soporte para la autodescripción” y que, animado por la voluntad de “cuestionar cada una de las conexiones consideradas esenciales, y experimentar paso a paso lo que es deseable y lo que se ha dejado de serlo”, expone en la siguiente cadena de preguntas:

-Pregunta 1: ¿Cuáles son las actividades actualmente suspendidas que desea que no comiencen de nuevo?

-Pregunta 2: Describa a) por qué estas actividades le parecen dañinas /superfluas /peligrosas /irrelevantes para usted; b) hasta qué punto su desaparición /puesta en pausa /reemplazo facilitaría /haría más coherente realizar otras actividades que preferiría (Escriba un párrafo separado para cada una de las respuestas a la pregunta 1).

-Pregunta 3: ¿Qué medidas prevé para facilitar la transición a otras actividades para todos los trabajadores /empleados /agentes /empresarios que ya no puedan continuar con las actividades suprimidas?

-Pregunta 4: ¿Cuáles son las actividades actualmente suspendidas que le gustaría ver desarrollar /comenzar de nuevo, o qué actividades de reemplazo deberían inventarse?

-Pregunta 5: Describa a) por qué estas actividades le parecen positivas; b) cómo hacer estas actividades que le gustarían más simples /más armoniosas /coherentes y c) qué le permiten contrarrestar las que considera desfavorables (Escriba un párrafo separado para cada una de las respuestas a la pregunta 4).

-Pregunta 6: ¿Qué medidas tomaría para ayudar a los trabajadores /empleados /agentes /empresarios a adquirir las habilidades /métodos /ganancias /herramientas para permitir la recuperación /desarrollo /nacimiento de estas actividades?

III

Si no entiendo mal el espacio-tiempo en el que me encuentro, mucho del proceder adelantado por Latour es útil (más bien, imprescindible) para la realidad que hoy vive el país y sus interrogaciones —con independencia de detalles— se corresponden con no poco de lo que a diario pasa a nuestro alrededor. Al hablar así me refiero tanto a empeños de resonancia mayor, de los que son ejemplo el conjunto de medidas económicas recientemente anunciadas, lo mismo que a proposiciones tales como a la invitación a que todo aquel que pueda siembre en su casa vegetales u hortalizas; lo primero (el anuncio de las medidas) tuvo lugar en una Mesa Redonda en la que, además del Ministro de Economía, participaron altas figuras del Gobierno, lo segundo (la invitación o llamado a contribuir a la disminución del dramatismo en lo que toca a la alimentación familiar) es repetido como parte de las campañas de bien público de la televisión.

“Un cambio solo puede tener lugar cuando hay una modificación de pensamiento; cuando los datos son analizados desde perspectivas renovadas (ángulos diferentes) dentro de una trama de mayor complejidad y activando otros puntos, estructuras o actores del organismo social, recomponiendo”. Fotos: Internet
 

Desde el punto de vista comunicativo son escenarios e intensidades diferentes, pero que —al mismo tiempo— necesitan ser valorados como partes de un mismo esfuerzo y proyecto gubernamental; un proyecto que busca manejar la crisis; mas no para retornar al paisaje exacto que la precedió, sino para producir algo nuevo y de orden superior. La voluntad expresa la guía del proyecto y los signos, como hilos de agua, deben ser leídos cuando confluyen. Por ello la insistencia en continuar el programa de construcción de viviendas asignado a cada municipio, la capacidad de la medicina cubana para responder a la Covid-19, el entrelazamiento entre las entidades nacionales de investigación científica y actores no estatales para fabricar prototipos cubanos de respiradores para las salas de terapia intensiva en el país o el énfasis en el papel protagónico del municipio dentro del programa alimentario, son manifestaciones de una misma visión del mundo y de un proyecto único y coherente: de un cambio.

Un cambio solo puede tener lugar cuando hay una modificación de pensamiento; cuando los datos son analizados desde perspectivas renovadas (ángulos diferentes) dentro de una trama de mayor complejidad y activando otros puntos, estructuras o actores del organismo social, recomponiendo. Y, dado que hablamos en la escala de un país, el cambio exige un desplazamiento general de coordenadas mentales, nos necesita a todos.

IV

¿Qué debe desaparecer, mantenerse, ser puesto en lugares relevantes o entrar a escena para dar inicio a su irradiación? ¿Con qué nos quedamos y qué rechazamos, superamos? ¿Cómo reconstruimos mientras aún dura la pandemia y entonces nos adelantamos a su final? La sabiduría de Latour nos recuerda que una crisis es, por definición, pasajera; o sea, que la duración nos sirve para investigar lo que daña y encontrar respuestas, para recuperarnos desde dentro, pero también para diseñar lo que debe suceder después, la dirección hacia lo que quisiéramos. Ahora que la pandemia ha interceptado a escala global múltiples flujos económicos y ha cambiado prácticas de socialización, industrias como las del transporte, la hotelería y el ocio padecen los efectos; en este trastorno, ¿cómo se producen las interacciones entre economía y cultura?

Tengo dos respuestas y cada una nos introduce en complejos universos. Los impactos de la pandemia en la economía global no pueden sino tener reflejo en nuestra economía; sin embargo, téngase en cuenta en este punto que hablamos de un país que ha padecido, durante sesenta años, la hostilidad y el acoso por parte de los gobiernos del país que tiene la economía más poderosa de la historia humana, con penetración y dominio en redes planetarias; además de los efectos del cambio climático (sequías prolongadas, salinización de suelos, huracanes más fuertes) y aquellos que puedan ser nuestros errores y/o limitaciones. En semejante escenario, la suma de fuerzas contrarias al desarrollo, igualdad y libertad humanas no puede sino afectar los altos presupuestos que demanda un sistema de cultura —como el nuestro— con un abanico de instituciones que alcanzan todos los municipios, escuelas para la formación de talentos en diversas ramas del arte y otras muchas estructuras de atención a la creatividad, el sostenimiento de las tradiciones y la preservación del patrimonio cultural. Si todo esto, y más, compone el sistema de la cultura, ¿cómo mantenerlo y desarrollarlo en tiempos de dificultad económica?

La solución más evidente es que el sistema mismo genere los ingresos suficientes (para, cada vez más, “descargar” al gobierno central de la obligación de erogar presupuestos para “la cultura”), opción que se traduce en el establecimiento de mejores controles, la aprobación de proyectos con beneficios claros y un alto grado de sustentabilidad, pero —sobre todo— en el desarrollo acelerado y extendido por todo el país de: las llamadas “industrias culturales y creativas”; el “turismo de eventos” o el denominado “turismo comunitario”; la utilización del patrimonio en función de estimular opciones nuevas para el turismo; la organización de ferias, festivales y otras formas de encuentro que impliquen movimiento comercial para los productores nacionales, etc.

La segunda respuesta, y universo de posibilidades, llega cuando pensamos la oferta mercantil como el momento en el cual los consumidores satisfacen necesidades perentorias, de vida o muerte, a cualquier precio; en esta circunstancia, el producto “bruto” (por ejemplo, una vianda cubierta de terrones) es la posibilidad de no morir y el cliente /consumidor va a pagarlo, sin importar el precio, y hasta agradecerlo quizás. Pero cuando se trata de incorporarse a un mercado mundial, rodeado de numerosos competidores, buscando cubrir demandas cada vez más microlocalizadas y segmentadas, con la garantía de hostilidad antes mencionada y sin fondos para desplegar grandes campañas de marketing, la mejor posibilidad de que disponen nuestros productores es la posesión y manejo creativo de un amplio conocimiento cultural de sus clientes/ consumidores: ¿quiénes son? ¿qué desean? ¿por qué piden lo que piden? ¿cómo lo utilizan? ¿qué proponerles después?

“La cultura no es solo conocimiento acerca del otro, sus estructuras, condiciones y procesos, sino de uno mismo y los procedimientos empleados para dar nacimiento al producto del cual se trate (…)”.
 

La cultura no es solo conocimiento acerca del otro, sus estructuras, condiciones y procesos, sino de uno mismo y los procedimientos empleados para dar nacimiento al producto del cual se trate; es cultura de la persona, de la tecnología empleada, del entramado organizacional. Por todo lo anterior, mientras que, de forma progresiva, las investigaciones nos descubren y enfrentan a la complejidad de la sociedad, tanto la dirección de la cultura como de la economía tienden conexiones entre sí y exigen expertos con una gama de conocimientos, en ambos territorios, tan amplia como profunda y, sobre todo, sólidamente interconectada.

V

En momentos como los presentes, ¿qué entender por cultura? ¿qué entender por cambio? Las restricciones que pongamos al contenido indican la intención, de modo que —en una suerte de nivel primero o básico— identificaríamos como “cultura” a las producciones de la cultura artístico-literaria. En otro segundo, las culturas profesionales y ramales (agrícola, técnico-industrial, científica, militar, humanística, religiosa, etc.) y en el tercero, más allá de saberes parcelados, una noción de cultura donde esta equivale al conjunto de mediadores —lingüísticos y conceptuales— entre la persona y el mundo. En este posicionamiento final, la cultura está unida de forma desgarradora al conocimiento de uno mismo, a los vínculos entre persona y lugar, las relaciones entre persona y estructuras políticas, persona-mundo, persona y sentido de la existencia, espacio y temporalidades, vida y muerte.

Llegados a este punto, el cambio transparenta sus límites y entonces confirma su profundidad aquella frase acuñada por Fidel: “lo primero que hay que salvar es la cultura”. No un conjunto de obras específicas ni zonas de saber, sino el tipo de mediación entre la persona y el mundo a que el proceso político cubano —en la línea de coherencia que trasciende sus momentos de crisis— ha dado lugar; eso esencial —reconfigurado, superado y salvado en un mismo movimiento, más intenso, profundo y extenso— es la sustancia para el delicado diálogo que, a partir de ahora, se impone entre economía, cultura y sociedad. La paradoja y también extrema complejidad de lo que está en juego, podemos calcularla cuando volvemos a lanzar las mismas fichas para entonces afirmar que un país que no “defienda”, mediante políticas de Estado, sus panteones simbólicos (monumentos, sitios de interés histórico y patrimonial, documentos, figuras icónicas, tradiciones materiales o no), las producciones de sus mejores artistas y escritores, la obra de sus creadores de cultura popular, es una extensión espiritualmente vaciada, vacía. De hecho, asumir como virtud las tareas de protección (entre ellas, las de la cultura) en tiempos de crisis, evita que la transformación de la máquina económica termine encontrando su fin en sí misma.

La dinámica de las nuevas transformaciones económicas constituye un grupo de medidas que no admiten ser interpretadas como soluciones tecnocráticas para una situación de crisis, hostilidad y acoso (es decir, obligaciones de supervivencia); sino que convocan a interiorizarlas como parte de los cuidados, protecciones y estímulos para el tipo de sujeto humano que el proceso cubano propició y su cultura. Es decir, son medidas que buscan opciones de crecimiento para la economía y para la persona en lo que entrañan como acontecimientos de orden físico (mayor cantidad de bienes, aumentos de productividad, mejoras organizativas), cultural (fortalecimiento de la identidad) y espiritual (mayor adentramiento en la soberanía, autonomía y libertad). Desde este ángulo, los lenguajes —con independencia de sus peculiaridades— hablan de la unidad entre persona-nación, a la vez que llaman a una radicalización de la conciencia social cuando mismo van a ser explorados nuevos caminos de desarrollo; la velocidad y carácter de la transformación coexistirán y serán moduladas por los límites que imponen el modelo político y su ideología acompañante; encontrar el punto de equilibrio o balance entre la cantidad de factores que ahora son activados es un desafío enorme, continuamente renovado y que solo podrá ser asumido gracias a la existencia de una profunda cultura en los cuadros de dirección y en la ciudadanía. “Cultura” aquí significa disponer de los datos, analizar el presente, proyectar futuro, acopiar sin descanso información nueva, preguntar y entender acerca de uno mismo, el país y sus posibilidades, el mundo, aprender lenguajes nuevos, definir esencias.

El cambio de lógica que lo anterior supone es evidente en la combinación entre el conjunto de nuevas medidas económicas y las recientes intervenciones donde presidente y primer ministro han insistido en el imperativo de colocar al municipio como centro de las transformaciones propuestas. Este desplazamiento hacia los eslabones inferiores del sistema económico-político-administrativo (un municipio al que se le pide acción independiente y al cual nada deberá estorbar o cercenar su autonomía), además de la clara intención de romper los lazos de dependencia importadora y el llamado a satisfacer con fuerzas propias demandas del mercado interno, implican una revolución conceptual. A partir de aquí es posible deducir el impulso a procesos de desarrollo de liderazgos; la multiplicación de la inventiva y creatividad en función de la producción y exportación; la solidaridad y las alianzas intermunicipales, el estímulo a una cultura del autosustentamiento territorial y la sostenibilidad, entre otros. Al mismo tiempo que se puede imaginar el continuo laboreo de reconstrucción en estos eslabones inferiores, hay también que acompañarlo con la vigilancia de los límites del cambio y la reproducción de la cohesión; señalar que la cohesión necesita ser “reproducida” implica que el tipo de modificación social condiciona una cadena de desafíos cotidianos y que la interacción entre las dirigencias del nivel municipal y las expectativas, opiniones y participación de sus poblaciones también tiene que ser tan profunda y revolucionaria como en el nacimiento de la Revolución misma.

Dicho de otro modo, la transformación no ocurre por mera obediencia a un conjunto de directivas, sino que tiene fundamento en el nivel de la conciencia donde se funden cultura, ideología, economía y política.

Reúne conocimiento, información, razonamiento, inteligencia, voluntad. En su concepción más amplia, impactos inmediatos y derivaciones a largo plazo es un enorme acontecimiento cultural (en verdad, un largo eslabonamiento de ellos) que nos engloba, conmociona y moviliza a todos.

 

Bibliografía:
Latour, Bruno. Imaginemos gestos-barrera contra el regreso a la producción precrisis.
En: Antinomie (9 de abril de 2020)