Dados cargados

Laidi Fernández de Juan
30/1/2018

Yunieski Betancourt Dipotet, sociólogo y narrador, ha escrito un libro admirable: Dados cargados, que resultara mención en el Premio Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC en 2015, y finalmente el Premio Luis Rogelio Nogueras, gracias a lo cual lo tenemos hoy, publicado por Ediciones Extramuros. Desde hace tres años me he quedado pensando en las historias que aquí se narran, y no exagero al afirmar que la manera de contar, y sobre todo, la temática escogida por Yunieski, son muy infrecuentes en nuestro medio, y ello explica la rara sensación que se tiene pocas veces en la vida, cuando estamos, como sucede ahora mismo, frente a un libro cuya prestancia lo convierte en inolvidable.

libro Dados cargados de Yunieski Betancourt
 

Muchas veces me pregunté por qué me atraían tanto las historias de Dados cargados, hasta que descubrí el motivo: hace algunos años visité Ceuta, y sostuve conversaciones con una comunidad de mujeres musulmanas, cuyos hijos y maridos eran blanco fácil para la recién creada organización terrorista conocida como Ejército Islámico, y de esa experiencia estremecedora, me hablan los cuentos de este libro, como si estuviera regresando a ese país donde cuatro culturas religiosas conviven como mejor se pueda. Yunieski, ajeno a aquel enloquecido viaje mío, como es natural, pero sosteniendo los mismos fundamentos que allí aprendí, se adentra en el mundo complicadísimo del conflicto árabe israelita. Alejado de todo intento de moda, cliché o esnobismo, el autor transmite lo conmovedor que puede existir en la guerra, no como sustancia únicamente esquelética para un reportaje, sino que se introduce en la sicología de los protagonistas, elevando a categoría de producto cultural la mera descripción de actos bélicos.

A través de ocho narraciones, recrea todas las posibilidades imaginables en términos de actitudes, enfrentamientos y conductas en medio del pavoroso contexto de una confrontación sanguinaria que hasta el sol de hoy no parece tener otra salida que la destrucción y la muerte. Por motivos prácticos, y porque representan tres maneras distintas de posicionarse frente a un mismo conflicto, me limitaré a comentar tres de estos cuentos, aunque todos merecen igual atención. En el primero de ellos, “Colateral”, nos habla un fotógrafo ambicioso, que pretende hacer el reportaje de su vida. Está en Iraq, se dirige a captar imágenes de una célula local de Al Qaeda, y no tiene escrúpulos de ninguna clase. Quiere triunfar aunque ello implique hacerlo a costa de la miseria ajena. En el cuento “Represalia”, el protagonista-narrador es un exmiembro de la organización Hamás, recién salido de la cárcel en calidad de amnistiado, y dispuesto a traicionar su militancia, para seguir vivo, aunque para lograrlo, tenga que rendirse ante los agresores israelíes y en el último de los cuentos, “Los ojos abiertos”, quien nos cuenta es un joven activo combatiente, consagrado a no permitir que sea ocupada la pequeña aldea donde malvive su familia, ya bastante lastimada con la muerte violenta de más de uno de sus integrantes. El joven, dispuesto a inmolarse, integra una cadeneta humana donde también se encuentran otros trescientos simpatizantes y miembros de Fatah, Fida, Hamás y YIP. O sea, todos son miembros de organizaciones de resistencia palestina.

Dicho asi, parecería que no existe conexión entre estos tres ejemplos, más allá del momento histórico real donde se desenvuelven las peripecias de los actores, pero resulta que precisamente los escojo porque además de relatar tres modos diferentes, aunque comprensiblemente humanos de afrontar el mismo dilema existencial, los tres narradores están a punto de morir, y lo saben. Cada uno de estos cuentos comienza por la certidumbre de la cercanía de una muerte que será violenta en extremo, y las narraciones funcionan como viajes a una semilla fatídica, revirtiendo el orden narrativo. Avanzamos hacia el inicio, leemos la historia al revés, de modo que cuando llegamos al final, se entienden las razones de esa muerte que, acechándolos, atenaza a quienes nos cuentan. Yunieski demuestra su intenso dominio en el arte de narrar, una habilidad particular que no siempre se alcanza en este oficio tan solitario, y comete la osadía de abordar un tema alejado de nuestra cultura, de nuestra cotidianidad y de nuestros intereses más inmediatos. Aunque solo en el último de los cuentos del libro se devela el significado metafórico de la expresión “dados cargados”, todo el volumen lleva la siniestra marca de un juego trucado de antemano, en virtud de la política injerencista y arrasadora que suelen barajar los imperios, en este caso teniendo como víctima a los pueblos árabes, quienes no quedan totalmente exentos de culpa, porque en el curso de las defensas, siempre afloran los peores rencores del ser humano. Celebro con particular énfasis la publicación de un libro como este, solidario con Palestina, enemigo de la crueldad que padecen musulmanes y sus afines, pero sobre todo, felicito a Yunieski por el cuidado que deposita en cada página, por la meticulosidad de su escritura, y por permitirnos el disfrute de una obra refinada, altamente recomendable dada su rareza en los tiempos que corren.