De cómo las gafas magentas y amarillas le ganaron la batalla a los paraguas

Rubén Darío Salazar
13/10/2016

Terminó la edición decimosexta del Festival Nacional de Teatro de Camagüey, cuyo cartel exhibió unas llamativas gafas amarillas y magentas. Parecía imposible su celebración tras la amenaza de ciclón que se extendió desde Guantánamo hasta la tierra agramontina. Finalmente, todo quedó solo en alarma y nerviosismo, aunque la situación tensionó bastante la atmósfera de los que llegamos al principio. Agrupaciones titiriteras como el Guiñol de Guantánamo y Teatro Andante, de Granma, no pudieron acudir, lo cual hizo tambalear la realización optima del jolgorio escénico más esperado por los teatreros cubanos, mas no lo pudo opacar: el evento tuvo esta vez en sus actividades un brillo especial, una ilusión reverdecida, matizada de juventud.

Los pintores, grupo de Santa Clara, estrenó en Camagüey su colorido nombre. Otrora miembros del Frente Infantil del Teatro Escambray, ellos abrieron el banderín de la sección Muestra Taller, que dio a espacio a nuevos directores. De su obra Cuentos a caballo se comentó que “plantea constantemente una relación directa con el público, elemento que dinamiza la puesta en escena y convierte a los espectadores en cómplices de las hazañas de los personajes”[1]. Personalmente, aprecio el trabajo de estos muchachos. En su tercer montaje siguen apelando a una gracia juglaresca que puede todavía ganar más a nivel de dramaturgia, diseños y dirección artística.


Superbandaclown. Teatro Tuyo. Foto: Sonia Almaguer

Parte también de la muestra anterior fue el espectáculo Cuando muera el otoño, de Teatro Alánimo, igualmente de Santa Clara. La joven directora Yurenia Martín, graduada del Instituto Superior de Arte de La Habana, —Universidad homenajeada en el festival por sus flamantes 40 años— consiguió una “…puesta en escena breve y por momentos amena, con un discurso visual agradable y numerosas potencialidades en lo que respecta a su efectividad artística”[2].

Nos quedamos todos con las ganas de aplaudir Una luna entre dos casas, el reciente trabajo del novel director guantanamero Yosmel López, inspirado en un texto original de la canadiense Suzanne Lebeau. La sección Ciudad anfitriona, al ser integrada por obras camagüeyanas, sí cumplió con los dos títulos anunciados por los grupos de teatro de muñecos La Comarca (Por mi pico) y el Guiñol de Camagüey (Alas), muestra tácita de cómo andan los caminos creativos de los directores Luis Montes de Oca y Mario Guerrero, discípulo y maestro que han conocido el éxito de crítica y público con anteriores producciones presentadas en el festejo nacional.

 


El irrepresentable paseo de Buster Keaton. Teatro de Las Estaciones. Foto Yuris Noridos.

No alcancé a ver, por coincidencia de horarios con mis funciones, Las descabelladas historias de Polichinela en La Habana, de Teatro del Caballero, de La Habana, ni Yayaberías, de Teatro Garabato, de Sancti Spíritus, ambos ubicados en la sección Teatro de calle y plazas. Sobre estas obras la crítica emitió opiniones diversas, donde ponderó logros parciales.  De la representación de El viejo y el mar, por el Teatro Mirón Cubano, de Matanzas, ya he reconocido otras veces la singular traslación de la literatura al espacio público de la renombrada novela de Ernest Hemingway.

En la sección Teatro familiar se agruparon los espectáculos para niños y de títeres de la llamada muestra oficial del decimosexto festival. Participaron casi todos los grupos seleccionados, excepto Teatro Andante, como ya he apuntado. Para mí, como integrante y veedor de la escena dedicada a los más pequeños, fue una fiesta asistir a las representaciones de mis compañeros. La variedad de estéticas y técnicas marcó a todos los espectáculos, desde los títeres de mesa y piso utilizados por el Teatro Alas, de Pinar del Río, en Como la noche y el día o en Érase una vez un pato, de Teatro La Proa, de La Habana, ambas puestas elogiadas por sus conquistas en la animación y la plástica. Fue destacada la gracia actoral y musical de los intérpretes de La Cuca, de Teatro El Arca, también de La Habana. A ellos se suman los excelentes payasos de Teatro Tuyo, de Las Tunas, con Superbandaclown, un comentado suceso dentro del festival.


La Cuca. Teatro El Arca. Foto: Sonia Almaguer

Los cuenteros, de Artemisa, encantaron una vez más con su disparatada y divertida apropiación titeril del texto de Freddys Núñez Estenoz Las noches del cafetal. Teatro de Las Estaciones, de Matanzas, estuvo con Los dos príncipes y El irrepresentable paseo de Buster Keaton, teatro de sombras para niños y animación de figuras y objetos para adultos. Sentí mucho la ausencia de la propuesta en teatro de papel y de caja, para adultos, Historias bien guardadas, del renovado Teatro La Salamandra. Hubiera sido sin dudas una propuesta atractiva y diferente dentro de la muestra general del festival.

De tradición, juventud y vanguardia se habló mucho en los eventos teóricos del festival. A salón lleno transcurrió en el confortable Centro de Convenciones Santa Cecilia el Fórum Unima Cuba (Unión Internacional de la Marioneta), junto a los encuentros con la crítica, siempre en un clima de respeto y transparencia. Los señalamientos técnicos, sugerencias o elogios no solo pasarán a formar parte de lo que se llevaron las agrupaciones a sus provincias, sino también de un festival atípico, marcado por el sol entre nubarrones que se reflejaban en unas gafas amarillas y magentas, que estuvieron a punto de ser cambiadas por un paraguas.

 

Notas:
1. Ignacio Manuel Reyes Fandiño, Cabalgata de pintores, Boletín Gestus, No. 1, 16 Festival Nacional de Teatro de Camagüey.
2. Fernando León Jacomino, Cuando muera el otoño: discreta ópera prima, Boletín Gestus, No. 1, 16 Festival Nacional de Teatro de Camagüey.