Del narcisismo justificado: diálogo entre el puente y el ahora

Nairda Campadela
21/3/2019

I

La fotografía, antaño, puso en riesgo a la pintura por su captación estricta de la realidad; luego, el cine la utiliza, la absorbe para conferirle un fragmento aún mayor de verosimilitud, dígase: la apariencia de movimiento. Pero algunos se cansaron de las camisas forzadas y comenzaron los experimentos: tanta objetividad sofocó sus instintos y descubrieron que la mente es mucho más poderosa, y paradójicamente, más fácil de engañar, de estimular. Para algunos de estos, la poesía comienza cuando eliminan el movimiento fluido y verosímil, cuando retoman la imagen desnuda, la fotografía pura y fija. Sobre ella narran, travisten al cine de síntesis, de imaginación, de lo cada vez más subjetivo: expanden un universo que ya se sabía infinito, pero urgido de pioneros.

El cineasta cubano Santiago Álvarez y su obra son grandes per se y no necesitan
de validaciones y justificaciones inocentes. Fotos: Internet

 

II

Describir a Francia destruida puede prescindir de paneos con la cámara. El rostro de la destrucción es el mismo a través de un movimiento panorámico que de una foto fija. La actriz, esa ciudad, no necesita de maquillaje y tampoco de exteriorizar un sentimiento: ya llora con sus muros derruidos, ya sufre mediante el humo gris sabor guerra, sabor muerte. Esta es una descripción sencilla con imágenes que realiza Chris Marker donde la muerte es inminente hasta en la falta de movimiento de esa ciudad: no hay aire que sacuda las hojas o, acaso al revés, no apreciamos hojas sacudidas por el aire.

Estas son secuencias iniciales de un cortometraje de 1962 llamado La Jeetée (El puente), y realizado por este director un año después de su experiencia en Cuba, donde filmó y, además, compartió con realizadores cubanos del naciente Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Él nunca logró viajar en el tiempo, pero, como en tantos otros casos posibles, su arte sí, en tanto trascendió la barrera del olvido, los límites de la memoria que tanto le obsesionara en sus propias obras. Esta, La Jeetée, fue justo la obra que lo llevó a la fama mundial y, sin embargo, dos años después, un cubano daría con un producto aparentemente similar. Hablamos de Santiago Álvarez y Now!, ese ícono de la documentalística cubana y muestra de lo que se era capaz de hacer en un espacio de revolución constante y tan desprovisto de recursos.

Chris Marker nunca logró viajar en el tiempo, pero, como en tantos otros casos posibles, su arte sí.
 

En este punto, explico por qué hablar de estas obras, por qué situarlas frente a espejos narcisistas, sí, porque no existe razón para demeritarlas, todo lo contrario: el mayor de los elogios para ambas. Es el resultado de la duda de un estudiante, acaso pícaro —lo cierto es que, al menos, sí, muy atento y con armas para una discusión sobre cine—, ante una información determinada. La información: con la Revolución en enero del 59 y la fundación del ICAIC, muchos realizadores e intelectuales de izquierda vinieron a Cuba, entre ellos, Chris Marker; la duda: ¿copió Santiago Álvarez a este director?, y lo fundamentaba con alguna posible charla estética o encuentro de ambos, o que el director cubano hubiera visto la obra del reconocido francés y, en especial, La Jeetée.

No le pude contestar, apenas llevaba unos meses como profesor de cine cubano y me era imposible conocer ese tipo de detalles. Entonces, me destiné a construir un artículo en el que mantuviera las condiciones de desconocimiento inicial y que obviara el laberíntico resultado de la respuesta concebida por mí para el estudiante: me baso en el concepto de genio y la capacidad creadora de estos, capaces de llegar a resultados similares desde circunstancias que disten entre sí, aptos para reinventarse mediante la intranquilidad y/o curiosidad. No dialogo con la historia, sino con los productos.

III

Debo comenzar aclarando que son productos de distinta índole, con preocupaciones similares pero maneras de abordarlas diferentes. La Jeetée es un cortometraje de ciencia ficción que plantea sutilmente una distopía. De manera lenta, parsimoniosa, resulta analizada la esencia humana, ese patetismo de la llamada racionalidad que ha conducido a dos guerras mundiales. Una eterna voz en off se convierte en un narrador carente de expresiones, neutro, conocedor de la historia y que no da espacio a diálogos directos, sino que le coloca las palabras a los rostros o los signe de significado. Los espacios son construidos mediante una iluminación intrigante, reflexiva, basada en la oscuridad en la cual los personajes ya no escapan y apenas viven, una oscuridad que transporta la introspección de toda una civilización.

En el corto, se establece un orden de las fotografías fijas para narrar la historia de modo eficiente: los experimentos científicos sobre viajes en el tiempo en ese mundo post-apocalíptico y el poder de la memoria. Las fotos conducen por las acciones en un sentido aristotélico y con un montaje dialéctico y regodeado en símbolos. Y como ya adelantaba, la elipsis argumental es constante. No hay movimientos dentro de la imagen, sino la composición exhaustiva y suficiente, el instante captado, esa dramaturgia de la fotografía. Los sonidos profundizan el espacio y destruyen la inmovilidad que no muestran, a su interior, los diversos encuadres: el puente de Orly y el avión que despega, el corazón cuando lo inyectan, o los susurros, conversaciones que explican lo inexplicable y, por tanto, se vuelven ininteligibles. Es la comunicación a su nivel más básico, con solo lo necesario, a no ser por la música, encargada en algunos instantes de alimentar el melodrama y de servir como paráfrasis de la imagen.

 “Now! es la perfección comunicativa, la exigencia directa al intelecto,
sin facilidades, sin rutas cortas a pesar de la síntesis”.

 

¿Y qué encontramos en Now!? Primero un documental, acaso de los más desgarradores y absurdamente eficaces que podríamos visionar. Es rápido, como si necesitara de la urgencia de expresarse; el crescendo de un grito que no se solapa con atavíos innecesarios. Es desgarrador e impositivo: exaltación al deseo de lucha, de insurgencia, un grito al “ahora” que llena de esperanza a la vez que cala y horroriza.

En Now! no vemos los desmanes de la guerra, pero ¿acaso hacen falta los cañones o los muros destruidos para denotar el síntoma despreciable de nuestra esencia tan imperfecta, o la pudrición de una sociedad? El sufrimiento humano, pienso, resulta más lacerante y crítico a través del rostro golpeado, o de las lágrimas inmortalizadas de un niño que llora ante el abuso de poder.

Santiago Álvarez ha seleccionado y ordenado un grupo de recortes de periódicos compuesto por imágenes desgarradoras cuyo nexo resulta la tragedia del afroamericano. Es una rapsodia de fotos que se articula de modo fluido con la música: ese timbre melodioso y particular de Lena Horne —¡tan negra y orgullosa de ello!— sobre la canción hebrea “Hava Nagila”. Un gran acuerdo entre música e imagen a través del montaje ideológico para aseverar un discurso: otra fotografía, otra canción, no caben. Incluso, las imágenes respetan el tempo de la música, los giros, las palabras, hasta el tiempo de duración.

Now! es la perfección comunicativa, la exigencia directa al intelecto, sin facilidades, sin rutas cortas a pesar de la síntesis. “Una dramaturgia donde los recursos, el uso del montaje en su dinamismo, en su carácter de contrapunto, de elemento profundizador de la realidad, en su toma de partido, tiene como objetivo crear imágenes y metáforas que fortalezcan el conflicto” (Reynaldo González, 2018). O como diría el propio director: “Uso la dinámica de las imágenes del cine, que saltan en un ritmo agresivo, y una música que tiene mucho de épico: yo hice Now! para denunciar el racismo” (Reynaldo González, 2018).

Es que ambas, La Jeetée y Now! portan un mensaje que trasciende su época y contexto, la demostración del patetismo humano, tan vigente, tan necesario de escarmientos. Están plagadas de imágenes que lloran, imágenes que hablan desde el dolor: en una, descubrir un edificio o un arco destruido, culminación de la obra perfecta y racional, del constante estudio del hombre, denota su pérdida de dirección en el mundo; en la otra, descubrir los injustos e innecesarios magullos de una persona, culminación de la obra de Dios sin importar raza, revela el azar que nos rige. Los rostros en ambos materiales (ya sea ciudad o espacio interior; hombre, mujer, niño, negro o blanco) causan pavor, desesperación. Ambas utilizan la imagen como una mueca imborrable de terror que no da paso a otra expresión, no es necesario, ella es suficiente, esa es en la que te debes fijar, ella es la que no debes olvidar.

IV

Entonces, ahora le respondería al estudiante que es improductivo comparar ambos productos, que el hacerlo sería solo bajo la justificación de ahondar en ellos a través de la diversión y la curiosidad del amante fiel del cine. Santiago Álvarez, si hubiera tenido alguna influencia de Marker, esta no relegaría su cualidad de genio: Now! es un escarmiento y para nada el único documental donde demostró esa capacidad inquieta, experimentadora, transgresora. Quizá el único parentesco pudiera ser el uso de la fotografía fija, entrelazada en un producto comunicativo mediante el montaje intelectual: pero es que recorren caminos diversos con esa herramienta; o el haber abordado con su espíritu y carácter profundamente críticos el problema del hombre contemporáneo, pero este es un tema que nos atañe a todos y ellos, como intelectuales comprometidos, cumplieron con su deber de encararlo, de enjuiciarlo. Santiago y su obra son grandes per se y no necesitan de validaciones y justificaciones inocentes. Tampoco necesitan de conocimientos de cine o un “gusto refinado”, es el instinto lo que remueve y activa: Santiago llega a todos, cala en todos.

 

Bibliografía: