Don Ramón Menéndez Pidal en La Habana

Leonardo Depestre Catony
6/4/2017

A la luz de estos tiempos, entrado ya el siglo XXI, quizá pueda pensarse en Ramón Menéndez Pidal como un intelectual del pasado siglo XX, una personalidad cuya huella en la Filología y los estudios medievalistas es de interés solo para los especialistas. No es así.

Don Ramón (1869-1968) fue el creador de la escuela filológica española, miembro de la Generación del 98, presidente durante varios años de la Real Academia Española, y autor de una obra gigantesca en volumen, importancia y vigencia, que revela una erudición pasmosa en todo cuanto concierte a la lengua española, su evolución e historia. Hoy día son varios los centros educacionales, bibliotecas, calles y plazas que en diversas ciudades de España llevan su nombre. Su prestigio cruzó los mares, se le reconoció en toda Hispanoamérica su preeminencia intelectual. Tenerlo en Cuba fue noticia y motivo de estímulo para cuantos en la Isla dedicaban sus empeños a los estudios filológicos.


Fotos: Cortesía del autor

Nacido en Galicia, aunque asturiano por su formación, Don Ramón Menéndez Pidal llegó a La Habana en febrero de 1937 y por entonces contaba con una obra más que respetable dentro del campo de la Filología. Tenía 68 años, pero en el orden físico se conservaba admirablemente bien; delgado aunque no frágil y su barba seguía siendo oscura. Era un gran caminante y parece que esto lo mantenía en forma.

En la capital cubana, a partir del 21 de febrero y hasta el 28 de marzo, impartió un ciclo de conferencias semanales en la Institución Hispano Cubana de Cultura. Disertó sobre la poesía árabe y la europea, sobre el sentimiento del honor en el teatro español, sobre el poema del Mío Cid, los romances, etcétera. Sus conferencias despertaron sumo interés, no solo de los especialistas, sino del público en general, atraído por la celebridad del conferenciante y por su notable erudición, que don Fernando Ortiz definió como “sin desplantes de orgullo, sin alardes histriónicos y sin huecas resonancias”.

El profesor Menéndez Pidal también inauguró en Cuba la Cátedra de Historia de la Lengua Española, perteneciente a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, e impartió un curso sobre Gramática Histórica.

En el Aula Magna se le entregó, el 21 de junio de 1937, el título de Doctor Honoris Causa y él expresó su agradecimiento: “Este honor que me conferís no significa para mí títulos de honor o vanagloria, sino recuerdo grato de la cordialidad que he hallado entre vosotros”.

Don Ramón estrechó nexos con el ensayista José María Chacón y Calvo, uno de los cubanos que por aquellos días más hacía por la difusión de la cultura y la educación en el país.

Sabio y laborioso, Menéndez Pidal partió en junio hacia Europa, pero su huella quedó porque contribuyó a estimular entre los investigadores cubanos el estudio de los romances hispánicos y los temas históricos de la lengua.

El filólogo español fue candidato al Premio Nobel en más de una ocasión. En verdad, los señores de la Academia Sueca que confiere dichos premios nunca fueron muy benévolos con él, porque merecimientos tenía sobrados y era una de las figuras intelectuales cimeras de Europa. Sin embargo, Menéndez Pidal tomó el asunto con filosofía y se afirma que dijo: “Sin el Premio Nobel se puede vivir extraordinariamente. Hay mucha gente sin él y no se ha muerto”.

Y para demostrar su afirmación, el profesor vivió nada menos que 99 años.