El Álbum de Esther Borja

Sigfredo Ariel
31/5/2018

La veíamos cada lunes —¿o eran los miércoles? — después del noticiero en el Canal 6. Hasta inicios de los años ochenta Álbum de Cuba fue el último reducto de la canción lírica cubana, aunque a veces los guionistas invitaban a figuras del feeling y de la llamada trova vieja —como si las trovas tuvieran edades—, entre ellas a las Hermanas Martí que cantaban a Villalón, a Corona, a Rosendo Ruíz… y la criolla de Marta Valdés, Aunque no te vi llegar que dice "Yo me hallaba sin amores y el amor de pronto vino" que ella pedía siempre. Existe una emisión del programa filmada en la herrería de Sirique en la cual conversa con Sindo Garay —próximo a cumplir su centenario— y presenta al Trío Matamoros en su última actuación televisada. Esta página del Álbum de Cuba está en Youtube, afortunadamente.

Esther Borja
Esther Borja, década de 1960. Fotos: Cortesía del autor
 

La recuerdo interpretando canciones cubanas que yo escuchaba por primera vez, a menudo con Adolfo Guzmán al piano, de quien cantó Lloviendo —letra de José Ángel Buesa—, Al fin amor, Te espero en la eternidad y Magia de amor; con el Trío Taicuba en Noche Cubana, de Portillo de la Luz, con el conjunto Palmas y Cañas en un bolero de Eduardo Saborit dedicada a los días de la Alfabetización: Despertar —"Hoy la Patria me ha dado un tesoro / he aprendido a leer y a escribir"—; también con Frank Emilio o Ñico Rojas en Una rosa de Francia, del maestro Prats, o Mi ayer y Canción estudio, de Ñico.

Fina García Marruz la llamó La Dueña de la Tarde. En una página que le dedica en la serie Voces cubanas, de Visitaciones (1970), elogia la soberanía de Esther Borja en el registro medio —entre mezzo y contralto— y cómo, con el paso de los años, fue la única que quedó de las tantas muchachas que presentaron Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig en sus legendarias temporadas de zarzuelas y conciertos de canciones cubanas.

Una noche, en el Álbum de Cuba, Esther evocó con Mirta Aguirre los tiempos de lucha contra el sangriento presidente Machado cuando ambas eran miembros de una misma célula del Ala Izquierda Estudiantil. Fue una de las tantas ocasiones en que invitaba a sus amigos intelectuales como Nicolás Guillén y Rosario Novoa, entre los que recuerdo. A través de anécdotas, comentarios y poemas se hojeaban episodios de historia y literatura, y con música, por supuesto, el devenir de la canción cubana desde Anckermann, Casas Romero, Prats, Grenet, Simons, Roig… hasta Bola de Nieve, Orlando de la Rosa, Isolina Carrillo, Tania Castellanos… 

 Esther Borja y Ernesto Lecuona en Buenos Aires. 
 

Esther interpretaba con frecuencia obras de Lecuona, a quien dedicó sus últimos tres discos de larga duración respaldada por el piano de Nelson Camacho en 1975. Nunca dejó de cantar su música, ni siquiera cuando el maestro eligió el camino de la emigración y voces oportunistas, siempre prestas, clamaban porque se borrarse su música del mapa musical de la Isla, como si eso fuera posible.

Desde inicios de los años 50, había centrado su carrera en canciones y boleros sentimentales, lentos, aunque en los treinta y los cuarenta también cantaba Para Vigo me voy, El zunzún o Pregón de los pájaros —"El zunzún es juguete y es amor…"—, Lágrimas negras, Alma llanera y alguna que otra guarachita, como Ese lerolero, que aprendió en Nueva York de su autora, la mexicana María Greever, quien fue su amiga. Por esa época recorrió la Unión norteamericana con la gran orquesta de Sigmund Romberg. Luego vivió por unos años en Buenos Aires y más tarde, hacia 1953, en España, se despidió de la zarzuela y la opereta.

 Esther Borja, 1944.
 

Dijo muchas veces que en cierto momento de su carrera, sintió que su destino era dedicarse a la canción cubana, y a partir de entonces en sus conciertos comenzó a incluir obras de compositores del XIX como Manuel Lico Jiménez, Ignacio Cervantes y Marín Varona, por ejemplo, montadas tras largas horas de estudio y cuidadoso ensayo. Tuvo el mejor repertorista: Luis Mariano Carbonell. A compositores contemporáneos suyos dedicó todo un disco, hoy prácticamente inencontrable, con composiciones de René Touzet, Osvaldo Farrés, Mario Fernández Porta, Orlando de la Rosa, con arreglos del maestro Sánchez Ferrer, y otro longplaying a canciones de Ernestina Lecuona con la orquesta de Humberto Suárez, con la intervención de un órgano eléctrico, a trechos verdaderamente lamentable. Ya para entonces Esther había grabado, en Madrid, Rapsodia de Cuba (1953)[1], con muy notables orquestaciones de Fernando Mulens, considerado entre los mejores discos cubanos del siglo xx.

Su Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces (1955)[2] —con los pianos de NumidiaVaillant y Luis Carbonell— es el único de sus fonogramas editado en disco compacto en Cuba en fecha más o menos reciente, y su publicación fue recibida con especial entusiasmo. Muchos de los que ahora oyen ese disco jamás vieron una sola emisión de Álbum de Cuba porque, sencillamente, no habían nacido. Era cuando La Dueña de la Tarde, después del noticiero del Canal 6, cantaba: "Para ti traigo a Cuba en mi voz / sus canciones más bellas y un mensaje de amor."

Un día del año ochenta y pico esperé y esperé en mi casa que vinieran a buscarme los de la televisión para grabar, como cada semana. Nadie vino, nadie llamó, nunca me dieron explicación acerca de porqué el programa salió del aire. No sé quién lo habrá decidido, pues tampoco nunca pregunté.

Eso me contó Esther Borja, junto a la costa del oeste, en uno de los hermosos atardeceres que suelen vivirse en La Habana. Fue entre octubre y noviembre, recuerdo que su cumpleaños 80 se encontraba próximo.

Canciones

1- Lloviendo

2- El Zunzún

3- Para tí

Notas:
 
[1] Con la orquesta de Cámara de Madrid dirigida por Fernando Mulens y Daniel Montorio el repertorio grabado por Esther Borja en octubre de 1953 fue: La bayamesa (Castillo-Céspedes-Fornaris), Damisela encantadora, Siboney y La comparsa (Ernesto Lecuona), El arroyo que murmura (Jorge Anckermann), Mírame así (Eduardo Sánchez de Fuentes), Lágrimas negras (Miguel Matamoros), Lamento cubano (Eliseo Grenet-Teófilo Radillo). El disco contiene, además, los instrumentales Zapateo cubano (Tradicional) y El manisero (Moisés Simons).
[2] Grabado en Radio Progreso por Medardo Montero, el disco contiene: Te odio-¿Me odias? (Félix B. Caignet-Ernestina Lecuona), Ella y yo –aka: En el sendero de mi vida– (Oscar Hernández), Noche azul (Ernesto Lecuona), Es el amor la mitad de la vida (José Marín Varona), Ausencia (Jaime Prats), La tarde (Sindo Garay), Ojos brujos (Gonzalo Roig) y Longina (Manuel Corona). Instrumentales: Los tres golpes (Ignacio Cervantes) y La hija de Oriente (Marín Varona). Además de los pianos de Vaillant y Carbonell se escuchan, además, en algún número, timbal y claves.