El arte de fluir con los nuevos tiempos

Karina Paz Ernand
14/1/2016

Reseñar el lanzamiento de una revista (o dos) habitualmente nos hace caer en el facilismo de la reiteración. Qué sucedió ese día, cuáles fueron los apuntes de sus presentadores, cuáles son los textos de mayor importancia dentro de este número…suelen ser los temas más socorridos a la hora de elaborar una reseña.

En cambio, les propongo reflexionar sobre el valor y las proyecciones futuras de dos revistas dedicadas al séptimo arte, en un contexto cultural cubano donde, a diferencia de otras latitudes, las publicaciones culturales no suelen habilitar suficientes espacios, tanto para la teorización, como para el conocimiento del acontecer audiovisual.

Enfoco llega a su número 50, con esta entrega dedicada  a la producción cinematográfica latinoamericana, que ha dejado una excelente huella en los festivales internacionales durante este 2015. Su aparición data de hace nueve años, como un empeño de la Dirección de Cultura de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) e impulsada por nombres como Edgar Soberón, Joel del Río y Luciano Castillo, se concibió como una revista monotemática, con un carácter de servicio a la docencia y a la promoción de la EICTV.

Sin ahondar en los contenidos de este número, merece la pena destacar la notificación que se hace en sus páginas finales, sobre dos nuevas modalidades de enseñanza en la EICTV: Maestrías y Posgrados. Para una feliz inauguración de estas posibilidades docentes, que darán comienzo a principios del 2016, anuncia dos Maestrías sumamente atractivas.

El Máster de Desarrollo de Proyectos de Largometraje Documental, resulta de una colaboración entre la Cátedra de Documental de la EICTV y el Departamento de Cine de la Universidad de Arte y Diseño de Ginebra, Suiza. Por su parte, la Maestría de Cine-Ensayo, contará con la valiosa presencia de Abbas Kiarostami —director iraní y uno de los grandes referentes del cine universal—, quien durante diez días supervisará a los maestrantes para el desarrollo de un proyecto de cortometraje y culminará ofreciendo una clase magistral gratuita para todos los estudiantes de la EICTV.

Aunque pareciera, la anterior información no resulta una digresión, en mi intención de reflexionar sobre las proyecciones futuras de esta (aún) joven publicación de cine. Y es que, precisamente, la intención explicitada de promover la labor de la EICTV desde sus renovadas páginas, trasciende el hecho de potenciar la inclusión de información sobre materiales producidos internamente por la Escuela (por ejemplo, fotogramas en cubierta y contracubierta). Incluye también la socialización de informaciones, como esta de las Maestrías y Posgrados, que ofrecen nuevas (aunque limitadas) posibilidades de superación a realizadores cubanos que estén formándose en espacios ajenos a la EICTV.

Pero quizá la mayor pretensión de Enfoco en estos momentos, sea la de traspasar los límites de la conocida Finca San Tranquilino, en San Antonio de los Baños, donde se encuentra emplazada la escuela. Una presentación en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), otra en el Pabellón Cuba (sede de la Asociación Hermanos Saíz) y posteriormente en el Hotel Nacional, en el marco del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, nos hablan de una intención de trascender no sólo demarcaciones geográficas, sino también las fronteras de un público hasta entonces circunscrito al recinto académico de la EICTV. Esta ampliación de espacios de difusión no resulta arbitraria, sino que se trata de una muy bien trazada estrategia extensionista de la Dirección de Cultura de la Escuela, enfocada a la socialización de contenidos de elevado interés para lectores amantes o estudiosos del séptimo arte.

Con ello, Enfoco no sólo cumple su función de promover la vida interna y las producciones de la escuela, sino que divulga los bienes culturales (dígase filmes, libros, revistas, etc.) existentes en la colección de la Mediateca “André Bazin”, considerada una de las más importantes de América Latina, y abierta a colaboraciones externas con estudiantes, profesionales y estudiosos del audiovisual.

Aunque con una tirada limitada, esta revista ofrece —tanto a antiguos como nuevos públicos— la posibilidad de disfrutar de una ensayística que propone interesantes análisis sobre temáticas ausentes en otras publicaciones, que necesitan ser socializadas en diferentes medios —incluso académicos—, en ocasiones ajenos a contenidos que deberían  ser de su conocimiento; me refiero a estudiantes de Comunicación Social, Historia del Arte, así como de las diferentes especialidades de la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) del Instituto Superior de Arte (ISA).

Tal es el caso del número anterior, dedicado a la Narrativas Transmedia (Transmedia Storytelling), que nos actualizaba en cuanto a las (ya no tan) nuevas potencialidades de la narratología en una era de convergencia de medios y flujo de contenidos a través de diferentes canales. Un número de Enfoco de obligada consulta, fundamentalmente para quienes —desde la precariedad tecnológica y comunicacional— nos mantenemos más o menos distantes (y en algunos casos, ajenos) a la evolución diaria de las tecnologías y a las interacciones que suscitan los nuevos y menos tradicionales modos de narrar.

Esto enlaza dos de los objetivos propuestos para la “renovación” de esta publicación: el alcance de nuevos públicos y la intención de trabajar con colaboradores externos. Habitualmente, la revista se confeccionaba al interior del equipo editorial. Desde hace tres números, además de renovar y rejuvenecer su equipo, ha defendido la idea de trabajar con la colaboración externa, donde (aunque aparezcan nombres reconocidos), se potencia la inclusión de una nueva hornada de jóvenes críticos de cine, que aportan cierto frescor y una mirada desprejuiciada hacia el audiovisual.

Por el momento, son esas las miras de Enfoco, una “modesta revista” (según la definiera su director, Pedro Noa), con grandes potencialidades para convertirse en una reconocida publicación en nuestro país, dedicada al conocimiento y análisis del universo audiovisual. Sin embargo, pudiera compartir los intereses u objetivos futuros de una revista como Cine Cubano,  sobre los cuales estaremos reflexionando a continuación.

Fundada en junio de 1960 por Alfredo Guevara, constituye una de las primeras publicaciones culturales surgidas luego del triunfo de la Revolución cubana y es considerada una de las más antiguas y prestigiosas revistas sobre cine en Latinoamérica.

Aunque valorizada por sus contenidos, su publicación resultó intermitente durante las primeras décadas. No fue hasta 2006 que la revista alcanzó una regularidad ininterrumpida que se extiende hasta nuestros días, logro alcanzado por la intervención en su dirección de Pablo Pacheco, Vicepresidente del ICAIC, Premio Nacional de Edición y denodado defensor de la salvaguarda del patrimonio cinematográfico cubano.

La prolongada vida de esta publicación habla a su favor, a la vez que impone el reto de la renovación constante para adaptarse a los nuevos medios y a los intereses cambiantes de audiencias y lectores. 

La prolongada vida de esta publicación habla a su favor, a la vez que impone el reto de la renovación constante para adaptarse a los nuevos medios y a los intereses cambiantes de audiencias y lectores. De ahí su intención de captar más adeptos dentro del estudiantado universitario, teniendo en cuenta los constantes intercambios mediáticos a que están expuestas las nuevas generaciones, que consumen diariamente un sinnúmero de imágenes y mensajes, sin poseer un arsenal teórico e informativo que les posibilite dialogar con dichos contenidos audiovisuales de una manera más inteligente y consciente.

En tal sentido, al arribar a su aniversario número 55, Cine Cubano se propuso revolucionar su diseño para acercarlo a una visualidad más contemporánea. A pesar de que —según mi opinión—  aún queda un largo camino por recorrer en materia de diseño (tanto desde la renovación, como desde su anclaje conceptual), resulta meritorio el reconocimiento, por parte de su colectivo editorial, del envejecimiento visual que había sufrido la publicación.

Otro reto para llegar a los lectores jóvenes recae, más que en aumentar el número de revistas impresas, en realizar una distribución más efectiva de las mismas. Al mismo tiempo, ha de ampliarse el uso de la web, teniendo en cuenta el carácter de “generación digital” de estos potenciales consumidores. La versión digital de la revista supliría, además, la limitación de su tirada y ampliaría su visibilidad dentro y fuera del país. Sin embargo, sólo algunos números han sido digitalizados y se encuentran disponibles en Cubacine (sitio oficial del ICAIC). Pero no logran una adecuada visibilidad, insertados en un espacio que no todos conocen o visitan.

Sería pertinente valorar la posibilidad (¿tal vez ya pensada por su equipo editorial?) de crear un espacio propio en la web y acelerar el necesario proceso de digitalización. Teniendo en cuenta las aún limitadas posibilidades del acceso a Internet en nuestro país, otra alternativa podría recaer en la creación de grupos de suscriptores digitales, a quienes se les enviaría una selección de los mejores textos publicados en cada número a través de un mailing. No se trata de crear estrategias originales; basta con desplegar astucias habituales dentro del actual contexto comunicacional.

Otra propuesta del equipo editorial de Cine Cubano, ha sido la renovación de sus secciones. La sección “Ensayo y pensamiento”, por citar un ejemplo, se lanza en pos de un mayor rigor ensayístico, con el fin de potenciar el empleo y la naturalización de herramientas conceptuales que amplíen las competencias intelectuales de un lector/espectador más entrenado y activo, a la hora de enfrentarse al audiovisual contemporáneo.

Otras secciones como  “De Película”, dedicada a la crítica cinematográfica  (propuesta y dirigida por Rufo Caballero, y continuada hoy por Jacqueline Venet), ha presentado continuas transmutaciones en aras de su constante renovación.  Aunque, inicialmente, se concibió en estrecha relación con la programación que desde el ICAIC se concebía para nuestras salas de cine, la creciente existencia de un consumo audiovisual alternativo, a través de las más diversas redes informales de distribución, ha condicionado necesarias actualizaciones de esta sección.

Con la presencia del cineasta Arturo Sotto en la dirección de la revista (2015), surge una sección llamada “Este cine nuestro”, con la intención de privilegiar, desde las primeras páginas de la publicación, un acercamiento tanto informativo como crítico, al cine cubano hasta nuestros días. Deuda que urgía ser saldada en una revista cuyo macro-objetivo debía ser, justamente, el indagar y visibilizar el quehacer cinematográfico de nuestra Isla.

En medio de este intento de renovación surge, junto a “Este cine nuestro”, otra sección: “Un cuento de cine”, ambas presentes en la recientemente lanzada Cine Cubano, No.96. Se trata de un espacio que propicia los entrecruzamientos entre literatura y cine cubanos; textos que estimulen a los realizadores en la adaptación de obras literarias con potencialidades de convertirse en guiones cinematográficos.  Resulta un verdadero honor inaugurar esta sección con un cuento del destacado escritor Antón Arrufat, titulado “La playa me espera”, que aparece en su libro ¿Qué harás después de mí? (Letras Cubanas, 2007).

Sin embargo, a pesar de los múltiples intentos, queda mucho camino por andar para lograr un verdadero rejuvenecimiento de la longeva Cine Cubano. Primeramente, debe recobrar el espíritu sesentero que le permitía participar activamente de un clima de reconceptualización cinematográfica (como está ocurriendo en nuestro contexto actual, aunque bajo otras condicionantes); ofrecer un cuerpo teórico verdaderamente actualizado, que refleje los nuevos modos de narrar del cine contemporáneo, que permita una mejor comprensión de los productos audiovisuales que consumimos a diario por diversas vías.

Otro desafío recaería en recobrar esa doble funcionalidad formación/expresión, que primó en la revista durante sus primeras décadas. Por aquel entonces, Cine Cubano se desempeñó como espacio de formación de noveles realizadores que, a su vez, encontraban en ella un vehículo ideal para la expresión de sus inquietudes artísticas y conceptuales. 

Nuestra revista se convirtió en una suerte de símbolo vanguardista de una generación, como en su momento lo fuera Cahiers du cinema para cineastas como Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Claude Chabrol, inmersos en la Nouvelle Vague francesa. Muchos de quienes se convertirían en los grandes directores del cine cubano crecieron, inicialmente, en las páginas de Cine Cubano. Como expresara Miryorly García en su texto “Para perpetuar la herejía” (Encuentro Nacional de Revistas Culturales):

“Entre los principales colaboradores durante sus primeros años se encuentran prácticamente todos y los más destacados directores de cine de la época, como Tomás Gutiérrez Alea, Julio García-Espinosa, Fausto Canel, Manuel Pérez, Fernando Villaverde, Manuel Herrera, Enrique Pineda Barnet, José Massip, Humberto Solás… un poco después Daniel Díaz Torres, Fernando Pérez…, y muchos otros. La nómina es inmensa y delata que el ejercicio crítico y de pensamiento formaba parte indisoluble del quehacer cinematográfico. De hecho muchos comenzaron a entrenarse como cineastas, a aguzar su mirada desde el ejercicio escritural, antes de debutar como directores de cine”.

Como último gran reto quedaría traspasar las fronteras del ICAIC; hacerse eco —y, así, no quedar rezagados ante otras publicaciones menos prestigiosas y enjundiosas— de ese universo audiovisual extendido e insoslayable, que ya ha comenzado a generar múltiples producciones y debates fuera del seno de la industria estatal. Para ello, nuestra revista tendría que rescatar —desde los predios del propio ICAIC— su espíritu osado y vanguardista, para catapultarse hasta ese espacio de tensiones que exige y pugna por un inevitable rediseño de la industria audiovisual toda en nuestro país.

Quizá el modo más efectivo para lograrlo, sería potenciar (más de lo que hace en la actualidad) la colaboración de jóvenes críticos, aprovechando su irreverencia y ausencia de comprometimiento con posturas oficiales, para indagar en los puntos más álgidos del debate cultural de nuestro tiempo. Tal vez ello cumpliría una doble función, puesto que, encontrar en sus páginas un verdaderamente actualizado debate sobre los conflictos y tensiones que se han generado al interior del cine cubano en los últimos tiempos, no sólo revitalizaría la publicación, sino que la acercaría —tal vez— a un público más joven, que se reconocería en ella y comenzaría a experimentar la necesidad de su consumo.

Pero, a su vez, podría funcionar como restaurador de las fracturas éticas, profesionales  y espirituales que se han producido entre la institución y los cineastas jóvenes (algunos independientes). Acaso, con ello, retome también el interés de estos realizadores por crecer desde el debate teórico, prolongada ausencia que ha resentido una parte de la novel producción audiovisual en cuanto a hondura conceptual.

Por último, valdría la pena pensar en la posibilidad de ampliar las fronteras propositivas al interior de la revista. Actualmente, muchas publicaciones sobre cine en todo el mundo, entremezclan sus contenidos cinematográficos, con otros referidos al espacio televisivo y el universo mediático en sentido general. En una era de confluencia de medios, donde el consumo habitual ya no es el de la gran sala de cine, sino el de la concurrencia de contenidos a través de las más diversas pantallas, las publicaciones sobre los materiales audiovisuales están urgidas de ampliar su diapasón y renovar su visión, adaptándola a las nuevas circunstancias.

Como expresara Norberto Codina en su presentación (parafraseando una expresión contenida en el texto “Costa-Gavras: no se puede filmar sin pasión”, publicado por Luciano Castillo en la sección Ensayo y Pensamiento del presente número): “Una vez hechas, las revistas, como las pelis, viven sus vidas.” Ayudémosles a vivir con los nuevos tiempos.