El hijo predilecto de Santiago Álvarez

Lianet Cruz Pareta
22/3/2019

Médico frustrado, aprendiz de cajista y linotipista, lavaplatos, minero, estudiante de Sicología e Historia de la Universidad de Columbia, múltiples perfiles en una sola persona. Ninguno de ellos implica una cámara, películas de 35 mm y una moviola; sin embargo, el sujeto detrás de tantos oficios resultó un maestro del cine, Santiago Álvarez, capaz de refundar el género periodístico y concebirlo como el medio para descubrir lo nuevo, como el laboratorio de movimientos, tonos, formas, contrastes y ritmos.

Hay dos tipos de locos, dijo una vez Alfredo Guevara, los que están simplemente para el manicomio o para los siquiatras, y otros, cuya locura parte de la pasión, del desenfreno de la pasión, y Santiago sentía una desenfrenada pasión por el cine. Guevara lo conoció bien, fue testigo y garante de su osadía, confió casi con los ojos cerrados en aquel señor de 40 años que, sin matricular en ninguna academia renombrada, poseedor apenas de nociones elementales sobre el arte del celuloide, supo desafiar conceptos, innovar, y dejar un legado memorable para la cultura universal, tanto así que la UNESCO lo declaró Memoria del Mundo: El Noticiero ICAIC Latinoamericano.  

Santiago encontró la forma emotiva y acertada de presentar sus ideas, de convencer, educar y provocar
a los espectadores a partir de los propios códigos sociales. Foto: Cubadebate

 

Santiago Álvarez fue el alma del Noticiero, y a la vez, el noticiero fue su vida, su principal obra, una respuesta a su tiempo. Él le impregnó el virtuosismo, la alegría, lo hizo cálido, refrescante y didáctico.

Aunque sui generis por la preocupación social, el noticiero de Santiago comenzó semejante a otros noticieros clásicos en cuanto al uso de los recursos audiovisuales, donde los ingredientes sonoros cumplían funciones como las de conducir narrativamente y en una única dirección los diversos elementos presentes en el registro de los acontecimientos. De forma análoga a los periódicos de la época, la noticiabilidad y las secciones se organizaron con un criterio periodístico determinado por la valoración del acontecimiento noticioso, y el uso de intertítulos y placas para favorecer la legibilidad y significación de las imágenes.

El progreso estético del Noticiero, principalmente en la primera década (1960-1970), es resultado de la maduración profesional de Santiago, una definición de su sello personal. “Recuerdo la primera vez que recibimos un perchero y una moviola, fue como si hubiésemos recibido un juguete” le dijo Álvarez al crítico brasileño Amir Labaki. Una vez manoseados los instrumentos de trabajo y aprehendida la técnica, Santiago y su equipo resemantizaron el uso de elementos como la voz del narrador, transformaron todo, moldearon el Noticiero hasta otorgarle una personalidad propia.

Al no dominar las teorías de cómo hacer cine, el documentalista pudo ser libre durante el acto creativo. Despojado de esquematismos academicistas, y con el apoyo económico del gobierno cubano, la preocupación radicaba en encontrar la forma emotiva y acertada de presentar sus ideas, de convencer, educar y provocar a los espectadores a partir de los propios códigos sociales, dirigida no solo a la imaginería del público ya establecida, sino también a su inteligencia. Santiago hacía un cine complejo, pero transparente, sin intelectualismos.

Ese espíritu emancipado pudo encontrar censores durante los años radicales sucesivos al triunfo revolucionario, pero recibió la bendición del ICAIC, que defendió la libertad creativa e individual con posiciones éticas y estéticas bien definidas para toda la institución; por tanto, no hubo problemas con la música de los Beatles, ni las barbas, los bigotes, el pelo largo, los pantalones cortos o las minifaldas, todo lo que fuera del edificio de 23 y 10 estaba prohibido. Por eso Santiago cometió el sacrilegio, en esos momentos, de musicalizar la noticia sobre la muerte de Benny Moré con las propias canciones del artista en lugar de emplear música sacra, o un acto en la Plaza de la Revolución con Hi Jude, o utilizar a Silvio Rodríguez en sus tiempos menos felices.

El uso de la banda sonora, que incluía la música, los efectos, la voz en off, el sonido ambiente, y el silencio, es justo uno de los principales aciertos del artista. Los años de trabajo en la CMQ clasificando música le desarrollaron a Santiago un atinado oído musical.

Foto: Internet
 

La carencia incita a la inventiva, y en eso Santiago resultó todo un especialista. Cuando surgían ideas nuevas y no contaba con material fílmico para desarrollarlas a plenitud, el cineasta recurría a la fotoanimación; las revistas Life, Bohemia, los periódicos de la época, mapas, constituían la materia prima para desarrollar este recurso. Las imágenes conmovedoras de Now! fueron obtenidas en su mayoría de revistas norteamericanas, pues a Santiago nunca le dieron permiso para filmar en Estados Unidos en esos años, y mucho menos acceso a los archivos de sus televisoras nacionales.

Los dibujos animados resultaron otra forma de expresión muy utilizada en los noticieros, pues otorgaba variadas libertades creativas y suplía la falta de materiales. A Santiago le gustaban mucho, y los utilizó también en buena parte de sus documentales, ya fuera como burlas o alegorías, incitando siempre a la reflexión.

La imaginación, el trucaje, el uso de música de todo tipo, la sensibilidad y el resto de los elementos empleados en la elaboración del Noticiero ICAIC Latinoamericano estuvieron en función de su principal premisa fundacional, la de convertirse en testimonio fílmico de la época. Independientemente de que el Noticiero se debía a la política del ICAIC (institución que había manifestado su apoyo a la Revolución desde que se fundó, y que había nacido como resultado de la misma), su carácter agitador, propagandístico, contrainformativo y urgente, tomaba mucho de la personalidad de Santiago Álvarez.

Sobre la afiliación del cineasta a los ideales del proceso revolucionario no existe ninguna duda. Apoyó la creación talentosa, “pero la que resulta ser arma de lucha, y en la cual hay base social real, una base de clase” afirmó. Se declaró a sí mismo un artista subjetivo, con “angustias muy definidas por dentro”, un “politicón”. Promovió un cine al servicio del pueblo y eso implicaba darle voz y rostro a esa multitud marginada por los otros noticieros y por el cine en general antes de 1959. De ahí que, sin perder nunca la militancia política, como revolucionario de conciencia y de concepto, Santiago supo ajustar el Noticiero al panorama cambiante de Cuba y, principalmente en la década del ochenta, jerarquizó la crítica constructiva y el reflejo de las problemáticas sociales a lo interno del país.

Otro rasgo típico de los noticieros consistió en la fuerte carga de empatía emocional, en esto también distó de los otros referentes del periodismo cinematográfico cubano y del mundo que presentaban la noticia fría, sin una realización tipo documental. En 1974, Santiago expresó que en su cine había un degustar racional indudablemente acompañado del hecho emocional. “Es que la razón, si no lleva en sí la emoción que debe sustentarla, se momifica”.

Emocionar no resultaba tan complejo cuando los temas y la estética con la que estos eran abordados colocaban al ser humano en el centro del conflicto dramático. La realidad en ocasiones podía ser muy triste, cruda, pero había que mostrarla tal cual. Y es que la esperanza, aprender la lección, aprovechar todo, probar que el hombre puede cambiar sus circunstancias, era parten de las intenciones de Santiago para con los espectadores.

El Noticiero logró que los cubanos se identificaran en él. Eran los del pueblo quienes protagonizaban cada emisión, sin guiones, sin maquillaje, sin presentadores; rostros jóvenes y arrugados, contentos y tristes, romanceando en una playa o sembrando la tierra, caminando por el Malecón o aglomerados en una marcha, con la cartilla en la mano o atrincherados frente al mar.

Cuando en 1990, por lamentables coyunturas de disímiles tipos, desapareció el Noticiero ICAIC Latinoamericano, una luz se apagó dentro de Santiago; lo dicen personas cercanas a él y lo dice su producción cinematográfica, disminuida en esa fatídica década. Significó la pérdida del hijo pródigo al que dedicó la mayor parte de sus energías y de su cariño; un hijo al que soltó la mano cuando supo que podía caminar por sí solo, porque había jóvenes que también lo querían y habían comprendido su esencia.

Foto: Cubahora
 

Hoy día, gracias al ICAIC y al Instituto Nacional Audiovisual de Francia, buena parte de los noticieros vuelven a estar a disposición del público, digitalizados, tan o más bellos que antes. Por el alto valor patrimonial y su impronta vanguardista son objeto de investigaciones e inspiración para jóvenes realizadores; sin dudas, un hermoso regalo para Santiago en el año de su centenario.