El libro de un hombre con rostro

Laidi Fernández de Juan
24/5/2016

Fernando Díaz Martínez, Licenciado en Historia y en Ciencias Sociales, confiesa en el prólogo a su libro Alberto Delgado Delgado. Un soldado del silencio (Editorial Capitán San Luis, 2015) que cuando vio, hace más de 40 años, la película de Manuel Pérez El hombre de Maisinicú, quedó impactado, y desde entonces se dedicó a buscar más información. El resultado de esos afanes investigativos es este libro que se encuentra a nuestra disposición, y que reúne testimonios, declaraciones, relatos y documentos acerca de un héroe recordado entre nosotros como “El hombre de Maisinicú”.

La película, estrenada en 1973 (a nueve años del brutal asesinato del agente Alberto), contó con las inolvidables actuaciones del atractivísimo Sergio Corrieri (quien encarnó al combatiente secreto y configuró para siempre la imagen de buen mozo que todos tenemos grabada), de Reynaldo Miravalles (“Cheíto León”, el asesino), de Mario Balmaseda, Adolfo Llauradó, Raúl Pomares, entre otros, y es considerada una de las emblemáticas creaciones del cine cubano.

En el libro que hoy comento, además de valiosas informaciones que permiten acercarnos a un momento crucial de nuestra historia, se descubren datos hasta ahora desconocidos por el público. El nombre correcto de la finca que se utilizó como centro de operaciones de varias bandas de criminales, ubicada en el centro de la Isla, no es Maisinicú, sino Masinicú, aunque el autor prefirió transcribir la canción de Silvio Rodríguez (que aparece en las primeras páginas) respetando la forma en que la película y dicha composición musical nombraron al sitio. Once repentistas escribieron décimas para rendir tributo a Alberto Delgado Delgado, un hombre cuya vida fue truncada con apenas 32 años, y entre todas, destaca la de esa fantástica repentista que es Tomasita Kiala Rojas (p. 78).

Desde el punto de vista literario, no puede decirse que Alberto Delgado Delgado. Un soldado del silencio haga grandes aportes: no es ese el objetivo del autor, ni tampoco el propósito de la editorial. El valor inobjetable de esta obra es el acercamiento al ser humano que se parapetaba tras la máscara dura de un agente infiltrado. Su compañera de batalla y madre de dos de sus hijos, Tomasa del Pino, cómplice eficaz en las riesgosas misiones que entraña el enmascaramiento, lo define como “un hombre dulce, romántico, muy fino”, y nuestro trovador por antonomasia, Silvio, explica que estando en Angola conoció al coronel Denis (quien era el Jefe del Departamento de la Seguridad del Estado en Las Villas, bajo cuyas orientaciones se urdían los planes de infiltración) y que este le contó detalles acerca de “la personalidad tan especial de Alberto”.

Familiares, vecinos, conocidos, uno de sus hijos, gente cercana a Alberto Delgado cuentan en este libro, sin más pretensión que la de mostrar cuánta sencillez, cuánto honor y cuan alta dosis de entrega manifestó el combatiente a lo largo de su breve e intensa vida.

La controversial doble clave que (según el filme) acordaron dos de los cabecillas más connotados del bandidismo en El Escambray: Carretero y Cheíto León, y que al parecer provocó el linchamiento del Hombre de Maisinicú (al no ser recibida la segunda de las contraseñas, una vez capturado el primero), es aclarada en el libro. En entrevista realizada al General de Brigada Aníbal Velaz, quien junto a Luis Felipe Denis, ya mencionado, atendía directamente al agente infiltrado, en su calidad de Jefe del MININT en la zona, este declara: “Estamos absolutamente seguros que la clave era la que decía Carretero” (p.142), a la vez que Denis afirma: “Una doble contraseña nunca existió, como se cuenta en la película. Nosotros cogimos y transmitimos por radio la clave que llevaba Carretero” (p. 141). Las peripecias que tuvieron que sortear los compañeros responsables de los contactos, las supuestas victorias que se les permitían a los bandidos, y la premura que exigían momentos trascendentales con muy escasas posibilidades de comunicación y muy estrechos márgenes de tiempo, revelan el descomunal esfuerzo realizado por muchas personas, la mayoría de las cuales se mantiene en el anonimato.

Resulta difícil encasillar el género literario al que pertenece Alberto Delgado Delgado. Un soldado del silencio. No es una novela, pero tampoco un libro de relatos. No es una biografía ni un conjunto de entrevistas; no es un testimonio puro ni un ramillete de homenajes. Es un poco de todo. Es el acercamiento a un héroe que nunca aspiró a nada, que rechazó varias veces la propuesta de abandonar su puesto, a pesar de ser advertido de las sospechas que ya ensombrecían su camino. Su extremo valor se convirtió en temeridad rotunda, y consagró su vida, sabiéndose entre fieras. Dijo su viuda: “Eran una gente, para definirlos a todos, horribles. Toda esa gente tenía cara de asesinos” (p.132).

Bienvenida sea la semblanza de Alberto Delgado Delgado, el modesto campesino ascendido póstumamente al grado de Teniente (ni esa categoría ostentaba), un hombre que murió, al decir de Silvio, sin rostro. Se agradece a Fernando Díaz Martínez la tenacidad de muchos años de investigaciones. En el 2017, El hombre de Maisinicú hubiera cumplido 85 años de vida, y seguramente iba a festejarlo rodeado de su familia. Ni él ni su viuda, Tomasa del Pino, están de este lado de la luna. Nos corresponde celebrar su indómita rebeldía recordándolo siempre.

1