El material de El material humano

Laidi Fernández de Juan
15/1/2016

El Fondo Editorial Casa de las Américas, en su colección La Honda, pone a nuestra disposición un libro de difícil clasificación de acuerdo a los límites tradicionales para géneros literarios: El material humano, del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, recién invitado a la Semana de Autor por dicha institución. La complejidad del libro está dada por el extraño ejemplo de que siendo una novela es también un diario —basado probablemente en circunstancias reales— lo cual roza el concepto de testimonio y el de crónica, en este caso, al parecer, ficcionada con salpicaduras de estados oníricos, geografías distantes, músicas de fondo y alusiones literarias de diversa índole.

De cualquier modo, se trata de un volumen literario que, en primera instancia,  ilustra magistralmente cuánto desconocemos de la historia de un país en apariencia cercano como Guatemala, o, para decirlo a través de la voz del protagonista: “…la conciencia de la inmensidad de mi propia ignorancia generalizada…”. Tomando como pretexto inicial investigar quién fue Benedicto Tun, el criminólogo que creó un Gabinete de Identificación en 1922, adscrito al Archivo de la Policía, la trama comienza en los vestigios de dicho lugar, luego de que sufriera los estragos de incendios y explosiones un polvorín del Ejército Nacional. En un país como Guatemala, víctima de lo que se conoce como “Terrorismo de Estado”, es justamente el pavor de estar vivo el sentimiento constante que aflora en las 165 páginas de El material humano.El protagonista-investigador-cronista, en la medida en que avanza en sus pesquisas, recibe amenazas (o cree percibirlas) a través de llamadas telefónicas intempestivas, que a la postre nunca son dilucidadas. Tampoco llegamos al fondo de la perversa ambientación contextual que respira una familia (la suya, la propia, la real) cuya madre fue secuestrada tres décadas antes de la aparición de este libro.

Cuando nos resistimos a la certeza de que estamos en presencia de un reportaje, y a ratos creemos que es pura ficción lo que nos narra el escritor, nombres de figuras reales nos asaltan entre líneas, remitiéndonos a revisitar lo que creíamos conocer de antemano. Así, el guerrillero Turcios Lima, el mítico Alfonso Bauer Paiz (por quien se interesa el documentalista alemán Uli Stelzner) y el recurrente Benedicto Tun, nos obligan a escudriñar materiales que sean capaces —ya que nosotros no— de dilucidar las fronteras entre realidad e imaginación. Sin embargo, toda búsqueda en dicho sentido resulta infructuosa, y ante la admirable astucia de Rey Rosa para mantenernos siempre en la duda, nos rendimos, sobre todo cuando (y ante un pasmo confeso), el racismo anti indio de un escritor tan reconocido mundialmente como Miguel Ángel Asturias es develado con insistencia (…”el indio psíquicamente reúne signos indudables de degeneración; es fanático, toxicómano y cruel…”)

Estructurada como el diario que lleva un escritor al cual se le ha permitido revisar los Archivos de la Policía (permiso que luego le es cancelado), la novela consta de cuatro libretas y de cinco cuadernos, cada cual más parecido entre sí, ycuya crudeza se justifica o alienta con los magníficos Zweig (su “Fouché”) y Voltaire (sus “Memorias”).

Gracias a la lectura de El material humano, y entre la náusea y el espanto (o de ambos inclusive), somos depositarios del conocimiento de una de las dictaduras más sanguinarias que ha sufrido el continente que habitamos. Datos tan estremecedores como que 100 mil personas fueron muertas por miembros del ejército guatemalteco entre 1960 y 1996, y unas 10 mil por varios grupos guerrilleros, por mucho que se intente matizarlos, están ahí, en esta novela que se sostiene entre el suspense y lo policíaco, entre la narración testimonial y la crónica, da igual: su hábil escritura trasciende cualquier límite que se pretenda. Es la historia quien nos convoca.