El secreto de la música eterna

Dainerys Mesa Padrón
9/6/2016

El Maestro llegó unos minutos tardes, pero no me importó. Ya sospechaba que para acceder amablemente a mi solicitud había hecho un hueco en su apretada agenda.

Luego, mientras conversábamos en una suerte de entrevista, me explicó que tuvo que frenar a la creación para “poner los pies en la tierra” y acudir a nuestra cita; aun cuando se trata de un encargo en el que trabaja con extremo entusiasmo.


Fotos: Cortesía del entrevistado
 

“El Simposium Mundial de Coros, que celebrará su certamen el año próximo en Barcelona, me escogió, entre otros compositores de todo el mundo, para crear una obra que se estrenará en tal contexto. Es un compromiso que acepto con orgullo y honrosamente. Además, si no hubiese sido por tu encuentro, de seguro otra actividad demandaría mi presencia en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)”, cuenta Guido López-Gavilán, y acuño una de mis presunciones iniciales: es un hombre con vocación de hacer por los demás.

Antes de finalizar el intercambio el músico reafirma esta suposición, mientras confiesa con qué satisfacción combina sus espacios para crear, con horas de enseñanza y complicaciones administrativas propias de su función como presidente de la Asociación de Música de la UNEAC.

Entró risueño a la sede cultural. Intercambió chistes con varias personas, conversó con otras con cariño, y me saludó como si me conociera de toda la vida.

Contrario a los estereotipos asociados con las profesiones, Guido es un hombre cercano, de mirada húmeda y manos frágiles. Sus ojos son los de quien ha vivido mucho y no se pierden mientras habla del placer que encuentra en la pedagogía, o de cómo otras actividades pierden su atención en cuanto la melodía llama a sus oídos.

A pesar de su exitosa carrera, dentro y fuera de la Isla, continúa siendo alguien a quien lo sorprenden los premios.

“Justamente venía para la UNEAC cuando recibí una llamada por el móvil anunciándome una agradable noticia. Entonces me comunicaron que, junto a Beatriz Márquez, me habían otorgado el Premio Nacional de la Música 2015. Debo decir, con toda sinceridad, que uno trabaja por amor al público y al arte sin pensar en un premio; pero obviamente se agradece mucho. Sirve de estímulo y, sobre todo, de compromiso para hacerlo mejor”.

Mientras “La Musicalísima” recibía el galardón en el Teatro Nacional, en La Habana, usted lo acogía en la Sala Dolores, de Santiago de Cuba. ¿Dicho escenario le agregó significación al merecimiento?

Pues sí. Y salió casi de casualidad. A principios de año tanto Beatriz como yo estuvimos laborando en otros países, por lo cual se decidió hacerlo en esta fecha. Coincidentemente me correspondía una presentación allá, en el evento Concierto Santiago, que se realiza desde hace unos 30 años. Aprovechamos entonces la coyuntura a propósito, por supuesto, de los fuertes vínculos que tengo con ese territorio.

Siendo muy joven, en el año 60, integré el Primer Contingente de Maestros Voluntarios, quienes marchamos para crear escuelas en sitios donde no había. Fue un llamado muy hermoso de Fidel, previo a la Campaña de Alfabetización. Me tocó una zona cerca de Santiago de Cuba, en Chivirico, que en aquel momento era prácticamente nada. Hoy es un pueblito grande que agrupa a una población notoria y que posee distintas facilidades para la comunidad. Desde entonces le tengo un especial cariño a la tierra santiaguera, independientemente de su significación histórica.

Recientemente recibió también uno de los lauros del Cubadisco 2016. ¿Cómo asume esta compensación por el CD Caribe Nostro?

Este es un trabajo con gran significación para mí. Quedé muy satisfecho con la interpretación y la filmación del DVD, la cual es muy sobria, aunque diáfana y en concordancia con el concierto. La interpretación, por su parte, alcanza esa entrega que solo se percibe en vivo. En un estudio quizá sea más perfecta, pero no encierra la emoción, la sangre corriendo en la arena ─ como dicen los toreros─, que vivimos en un concierto con público, en este caso otra importante sala cubana: la Basílica Menor de San Francisco de Asís.

"Caribe Nostro incluye composiciones mías de distintas etapas, interpretadas básicamente por la Camerata Música Eterna, aunque se incorporaron los jóvenes del trío Concertante. Ellos son: Leonardo Reyes en el piano, Fernando Muñoz en el violín, y Yanelys Castillo en el clarinete.

“También participó mi hijo Aldo con una pieza sumamente especial, que le dediqué cuando comenzaba sus estudios de piano. Encierra una bonita historia, pues él, siendo pequeño, me compuso una cancioncita que tituló: `Canción para papá´. Entonces, en reciprocidad, le compuse `Canciones para Aldito´, que cuenta con un son, un mambo, un chachachá, una conga…Él la tocaba desde niño y esta vez la asumió con otra óptica, desde la perspectiva del gran músico que es.

Esta iniciativa discográfica devino coordinación de la Oficina del Historiador de la Ciudad y formó parte de la producción del sello Colibrí.

¿Hasta dónde los premios legitiman la calidad en las obras de los artistas de estos tiempos?

Los premios, en cualquier lugar del mundo, representan un reconocimiento. Lo mismo en un concurso, que en otros contextos, como el Cubadisco, por ejemplo. Sin embargo, no creo que porque alguien ostente determinado galardón implique ─con obligación─ que sea mejor profesionalmente que otras personas que no lo poseen.

Cada reconocimiento está mediado por factores comprendidos en coyunturas puntuales, en el trabajo evaluado, en la edad de la persona…, intervienen muchas subjetividades. Hay grandes artistas que nunca han tenido un premio y otras importantes figuras con muchísimos de ellos. Pero existen también quienes los ganan y nunca resultan grandes en su creación.

Siempre ha manifestado el placer que encuentra en la labor educativa, como consecuencia de aquellos años en que participó en el Primer Contingente de Maestros Voluntarios. Su trabajo en la UNEAC comprende también un poco de pedagogía. No obstante, ambas labores consumen bastante de su tiempo, que quizá podría dedicar a la composición. ¿Por qué sacrificar momentos de creación que incluyen satisfacción personal, para implicarse en acciones de dar a los demás?

Tendría 15 o 16 años cuando viví esa experiencia como maestro en Santiago de Cuba. Llegamos a un lugar donde nunca había habido una escuela y muchas personas ni siquiera sabían escribir su nombre. Fue un hecho que me marcó hacia el camino de la docencia, de ayudar a otros a encontrarse a sí mismos, a superarse.

Además, cuando uno interviene en una actividad como la enseñanza, no solo emite conocimientos, sino que también los recibe. Eso mismo pasa con los músicos. Desde que empecé en Amadeo Roldán, han pasado por mis clases infinidad de alumnos. Es una satisfacción saber que se ha contribuido a que alguien encuentre su camino en la vida.

Esta de la Unión es una faceta distinta. Influye en el desarrollo y la difusión de la música y de las nuevas generaciones, así como lo hicieron en nuestro momento otras figuras. Parte de este trabajo es canalizar las inquietudes que existen en el medio cultural, tramitarlas y pasarlas a los distintos organismos que tienen en su quehacer responderlas. Si bien algunas respuestas tardan años en solucionarse, otras se resuelven, pero generan nuevas inquietudes. Me siento útil, por eso no desisto con ninguna de ellas, y a pesar de que limitan mi quehacer busco tiempo donde no lo hay para continuar creando.

Parte de esa labor formativa ha trascendido los límites profesionales. ¿Cómo separa un padre-músico su deber como instructor, del disfrute y el orgullo ante los logros de sus hijos?

Pues sí, la genética afirma que la herencia se lleva y se transmite de una generación a otra, aunque el ambiente influye en una gran parte. He aprendido a vivir tales proyecciones en distintas etapas. Por ejemplo, mis nietas viven un momento de inicios, pues empezarán a estudiar. Nos toca entonces guiarlas y obligarles a sistematizar, ya que en el ámbito de concierto la práctica constituye sumamente importante. En las primeras aventuras debemos orientarles hasta que comienzan a desarrollarse.

Ya después vienen distintas interacciones que incluyen compartir, hacer trabajos de conjunto, intercambiar opiniones y conjugar criterios, como he vivido con mis hijos a lo largo de sus carreras.

Y por supuesto, una muy placentera fase, que consiste en estar sentado en el público disfrutando intensamente el arte de esa persona que está allí, sobre el escenario, que además de exhibir un nivel excelente, es uno de mis hijos.

El ámbito musical nacional experimenta un auge en distintos géneros. Particularmente la música de concierto ostenta un elevado número de agrupaciones. Cada vez más, jóvenes compositores y solistas merecen reconocimientos de índole educativo o cultural, en diversas latitudes y eventos internacionales. No obstante, continuamos expuestos a productos con letras vacías, ofensivas…, que los públicos repiten, piden y escuchan con entusiasmo. ¿Hasta donde debe implicarse la institucionalidad en revertir estos “gustos” musicales?

Esa es una de las grandes insatisfacciones que tenemos, y desde aquí tratamos de ayudar a corregirla. Es un asunto serio y trasciende el `gusto´ personal, pues comprende una actitud ante la vida.

Si soy un fanático de determinada canción que ofende, que lastima, que discrimina, vale analizar cómo me manifiesto en mi vida, en mi casa, en la guagua, en la escuela o el trabajo. Refleja un problema que hay en la sociedad y el hecho de que exista un sector numeroso con predilección por estas formas de cultura, debería  motivar investigaciones profundas.

Escuchar estas canciones durante años indudablemente debe permear las maneras de conducirse de las personas. Esto tiene que ver con las circunstancias que hemos vivido en los últimos 20 o 30 años, que no solo se circunscriben al contexto cubano o al reggaetón. Básicamente sucede por problemas sociales, de educación formal, de cultura general, de formación humanista. También implica lo que nos llega mediante los medios de difusión tradicionales y los llamados alternativos. Muchas de estas producciones se plantean ganar dinero y luego mantener a la mayor cantidad de personas en la superficialidad; pues mientras más personas se tengan en este limbo, más fáciles son de gobernar, de encauzar.

Por lo general, las personas no hacen estos análisis mientras consumen una canción, un videoclip, una película… Lo disfrutan y no perciben hasta dónde, como las gotas de agua en las rocas, estas realizaciones también calan en la espiritualidad de los seres humanos.

Usted, que promueve una formación humanista desde su labor como educador, facilitador y promotor de la obra musical nacional, ¿podría revelarnos el secreto de la música eterna?

Una obra con valor en sí misma, que no se escriba pensando en cómo se puede ganar dinero, sino en los valores que la han precedido, sinceros y espirituales de quien la compone; hecha sobre bases sólidas de formación, de creación, de imaginación. Una pieza que logre sobrepasar etapas, fronteras temporales, aunque la gente olvide el nombre de quien la encargó y el porqué surgió, cada vez será más valiosa, lista para trascender. Mientras haya humanidad habrá música, y esperemos que mejor que la que se escucha en nuestras calles hoy en día.