“El verdadero premio es escribir”, dice Rafael de Águila

Raquel Marrero Yanes
26/8/2017

Consiente que la literatura es un oficio solitario,  el cubano Rafael de Águila  (La Habana, 1962) pensó siempre en ser escritor. Nunca imaginó recompensas. Tampoco ese momento,  tan distinto  a la soledad, en el que rodeado de familiares y amigos, recibe el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, 2017.

Fotos: Nelia B. Moreno

 

Rafael no se inquieta. Acaba de obtener el lauro sin alejarse de ese ser modesto y con ganas de hacer que lo acompaña siempre. Solo seducido por el cuento —que lo ha hecho merecedor,  anteriormente, de importantes menciones y premios por sus  virtudes como narrador—, integra la nómina de autores de la nueva narrativa cubana.

En conversación con la revista digital La Jiribilla, el ganador  revela el pensamiento de quien se siente absolutamente motivado por las historias breves, los cuentos cortos y ultracortos.

¿Por qué escoges el cuento como género de expresión literaria?

Siendo adolescente descubrí y leí los cuentos de un importante autor, cuya trascendencia ignoraba en ese momento. Entonces aspiraba a ser poeta, pero los cuentos de aquel autor desconocido, llamado Julio Cortázar, despertaron  en mí las ansias de convertirme en narrador, meta a la que aun aspiro, pues se trata de un camino muy largo.

¿Para qué público escribes?

Escribo para mí. Si la frecuencia de lo que escribo armoniza con lo demás o simplemente lo irradia, de algún modo, entonces me siento muy feliz.

¿Cuál es la temática del cuento con que acabas de obtener el Premio?

Creo nunca antes haber escrito con tanta sencillez.  “Viento del Neva”  es un cuento muy técnico, tiene once páginas y una dualidad espacio-temporal que se expresa mediante dos planos narrativos. El primero ocurre en San Petersburgo, siglo XIX, concretamente dentro de la novela El idiota, de Fiódor Dostoievski, otro libro que leí hace mucho tiempo y me impresionó sobremanera. El segundo plano se ubica en La Habana del siglo XXI. Se trata, en suma, de una historia de amor imperecedero ─como la que ocurre en El idiota─, que tiene lugar acá y que, por momentos, se hermana con aquella otra historia análoga de San Petersburgo.

¿Qué lo motivó a enviar su obra al concurso?

Para mí, lo único verdaderamente importante es escribir, pero se trata de un premio prestigioso, que busca estimular a los narradores de todo el mundo que escriben en lengua castellana, todo lo cual te estimula a participar e interactuar con tus colegas nacionales y extranjeros. En todo caso mi principal inspiración sigue siendo Cortázar, el “Cronopio Mayor”, si bien Dostoievski, ese otro gigante de la literatura universal representa un elemento fundamental en el relato que ahora nos ocupa. Ellos, más allá  de su tiempo y sus respectivos contextos, se dan la mano, de algún modo, en el cuento que ahora pongo a disposición de los lectores. 

¿Qué significa recibir, entre tantos concursantes, el Premio que lleva el nombre de Julio Cortázar?

Cualquiera de los 270 concursantes, de 13 países, que participaron pudo haber recibido este lauro. No hay que olvidar nunca la responsabilidad y el compromiso que tenemos con los grandes, de quienes recibimos una herencia que mantiene vivo al cuento, a la literatura y a la cultura; un legado que trasciende y llega a través del tiempo y a pesar de las distancias. Ganar este Premio es un enorme privilegio y una responsabilidad tremenda, pues como dije, escribo inspirado en ese escritor argentino, que es uno de los más grandes de habla hispana.

Fotos: Nelia B. Moreno

 

¿Cuál es el mayor reto dentro de sus proyectos literarios?

Escribir. Robarle tiempo al tiempo, al descanso, al sueño y a la vida personal —sin dejar de atender a mi hija, a quien le dedico este Premio —, para narrar lo mejor que se pueda y sobre todo, ser  siempre más humano.

¿Cómo valoras hoy la literatura cubana?

Mejor que nunca, con mucho ímpetu. El cuento en Latinoamérica y en Cuba tiene una fuerza extraordinaria. Estoy convencido de que nunca antes han existido tantos escritores jóvenes que demuestren el talento con que se escribe hoy en nuestro país, lo cual es un elemento fundamental en estos tiempos en que la cultura cubana va en ascenso.

 

Rafael de Águila  no se inició en el mundo de las letras, la Matemática y el Derecho fueron accidentes en su vida. Hoy se desempeña como analista de información en la Aduana General de la República, una responsabilidad que le “roba” tiempo, más del que quisiera preservar para su exigente oficio de escritor. Tras recibir el lauro, la emoción lo desborda y su infinita modestia afianza el valor literario de su texto y ayuda un  poco a comprender su manera de asumir la intertextualidad como hilo conductor de un discurso hilvanado con eficacia y alto nivel escritural.

 

 

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