En enero todo es Longina

Mairyn Arteaga Díaz
18/1/2019

A pocos días de concluido el XXIII Festival Nacional de Trovadores Longina Canta a Corona, llegan hasta Santa Clara los ecos de que, este 2019, el encuentro estuvo marcado por una fuerte presencia latinoamericana y por la confluencia de bardos de varias generaciones, quizás como nunca antes en la historia del certamen.


El regreso del trovador Erick Sánchez estuvo dentro de lo más esperado del Longina 2019.
Fotos: Alexis Pérez Soria
 

Durante cinco días Villa Clara fue, como cada primer mes del año, punto de encuentro entre trovadores y público, de poetas y escritores, que en esta ocasión rindieron especial homenaje a la desaparecida compositora Ela O´Farril y a la décima como genuina expresión de cubanía. Se vivió una amalgama de estilos y tendencias que se escuchó en salas y patios de las principales instituciones culturales de la urbe santaclareña y tuvo espacio constante en las áreas del parque Vidal, un modo de liberar el festival y llevarlo a los menos conocedores, a los menos asiduos; una forma de intervenir en el espacio público, muy atinado en estos tiempos regidos por ritmos muchísimo menos elaborados.

Antes del inicio ya lo anunciaban sus organizadores: el evento propiciaría el intercambio de más de una treintena de trovadores de diferentes generaciones desplegados en conciertos, peñas, conversatorios y descargas. Y el augurio se hizo realidad.

Los ya habituales Inti Santana, Nelson Valdés, Ariel Barreiros, Oscar Sánchez, Freddy Laffita, intercambiaron con el dúo Voces del Caney, el quinteto Raíces, y hubo oportunidad para el regreso de Erick Sánchez, Alito Abad, Amaury Muros y Diego Gutiérrez… jornadas en las que no faltó la música de los anfitriones de La Trovuntivitis y La Caña Santa.

Incluyó el Longina presentaciones de libros y revistas, exposiciones fotográficas y la proyección del documental La Trovuntivitis, más que trova cubana, estrenado en Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de diciembre último. Acciones todas que, a decir de Yordan Romero, trovador del patio, marcaron un mayor alcance para el festival que ahora envolvió en su programa otras manifestaciones del arte.

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Era 1997, enero, cuando se efectuaba el primer encuentro de trovadores Longina. “Fue una idea del, en aquel entonces, presidente de la AHS en Villa Clara, hoy Ministro de Cultura, Alpidio Alonso. Se apoyó sobre todo en Eliot Porta que tuvo un gran protagonismo en lo que fue la organización del evento, y en mí, que en esa época era vicepresidente de la asociación”, recuerda el cantautor Alain Garrido.

Memorable, la iniciativa de un certamen que promoviera el género, pues, en ese momento en Cuba, lo que pudiéramos llamar la canción de autor trovadoresca, estaba en una situación digamos precaria —continúa Garrido— debido a que casi todos los cantautores que más o menos tenían una obra emergente y que estaban en un desarrollo y aportándole a la canción, emigraron del país en la época del período especial, independientemente de los consagrados, los que pertenecieron al movimiento de la Nueva Trova, que sí estaban aquí.

Debido a eso, y a la inexistencia de eventos nacionales donde se pudiera disfrutar y recepcionar esta música, surgió la idea. De hecho, en esa época no había ningún evento en el país de ese tipo, lo que más o menos apareció contemporáneamente, fue el espacio A guitarra limpia”.

Ya hoy, el Longina no es una isla en medio del océano. Otros espacios se desarrollan, pero la historia no puede dejar de premiar el mérito de los primeros.

Y no se puede, bajo ningún concepto, dejar de fomentar un encuentro abanderado de la canción de autor en Cuba, y que, quizás por su posición geográfica, es de los más concurridos, más anhelados y de mayor impacto.

Auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz villaclareña, la Dirección Provincial de Cultura, entre otras instituciones, el Longina precisa, ahora más que nunca de apoyo real, que a veces falta a nivel de nación. Debe ser pues, un festival que enorgullezca a todos, pero no solo a la hora de las loas.

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La chilena Magdalena Mathey encantó por lo poderoso de su voz.
 

Este 2019 tuvo otra peculiaridad el Longina: la asistencia de tres agrupaciones latinoamericanas, que le dieron otro alcance al encuentro, que ya atesoraba nombres como Silvia Pérez Cruz y Javier Ruibal, por solo mencionar algunos.

Entonces, este enero, se sumaron desde Chile Magdalena Mathey Cuarteto y desde Argentina el trío Pilar-Quintero Segret y el cuarteto Paraná Berreta.

Tres presentaciones que estuvieron signadas por un canto a la tradición y a lo mejor de la cancionística latinoamericana, abrazo que propició el intercambio y la retroalimentación con músicos cubanos y la admiración por un festival que creció con ellos y los hizo crecer.

Autodefinida como una hacedora de canciones, Magdalena hechizó por la defensa de composiciones propias; de Mercedes Sosa; de Violeta Parra, con un estilo que destaca una voz dulce y potente y melodías que no se pueden dejar de escuchar.

Con una fuerte tradición trasandina, el trío Pilar-Quintero Segret puso a bailar chacareras y sambas en un recital íntimo y conmovedor, sin derroches de ninguna índole.

Y mitad Paraná, mitad Berreta, llegó un cuarteto que, con una base eminentemente folclórica, le imprimió a sus composiciones algo de fuerza sobrenatural y de entrega en el momento de defender su música. Con temas más contemporáneos, Paraná Berreta lo mismo le canta al amor que se incluye activo en la lucha por los derechos de la mujer, en un país donde el tópico es fuego que arde.

Pocos días han transcurrido desde que el domingo 13 concluyera el Longina, y aún en el malecón seco de Santa Clara o en alguno de sus parques puede haber gente inoculada por el virus de la trova. No será hasta 12 meses después que la ciudad delire en un sopor de guitarras y poetas. Pero mientras, como para no perder la costumbre, la gente se prepara, porque, al menos en Santa Clara, la trova no encuentra fin.