Esa dicha que se conoce como la Revolución cubana

Guille Vilar
3/1/2018

La persistencia de determinados problemas en nuestra sociedad, ha dado lugar al agotamiento espiritual de un sector de la población que angustiada, reclama un despegue definitivo de nuestros más caros proyectos de vida. Precisamente por la incidencia de numerosos conflictos en nuestro desenvolvimiento cotidiano a nivel de nación, no podemos olvidar que muchos de estos tienen su origen en el riguroso bloqueo que por parte del gobierno norteamericano se ha establecido contra nuestro país y  por tal motivo, somos pero muchos más los que no podemos darnos el lujo de asumir el desaliento. Es que nunca debemos perder de vista que a pesar de todos los problemas que afronta el cubano de hoy, vivimos en un modelo de convivencia social privilegiado, arropado por un concepto milenario de justicia, bienestar y equidad que llamamos Revolución. Infinitos son los elegidos por la historia de la humanidad cuando se habla de pueblos pequeños que se han enfrentado a grandes imperios y a la larga han ganado, sin ceder un ápice de sus principios como es el caso de los cubanos.  De ahí la aberración de los enemigos por tratar de eliminar nuestro ejemplo, de intentar apagar una luz azul de  intensa luminosidad, de las que atraviesa la oscuridad de cualquier tormenta de la reacción porque representa el aliento ético de la Revolución.


Foto: Juego de tronos, niños intervienen obra de la Bienal de La Habana. Cortesía de Sonia Almaguer

En tal sentido, por la carga moral que alienta los principios de la Revolución, mientras más observo al mundo de nuestros días, más orgulloso me siento de haber nacido en el momento preciso y en el lugar preciso para convertirme en uno más de los millones de cubanos que habitamos la adorada Isla y sobre todo cuando parece que el tempo de la contemporaneidad ha cambiado de signo a favor de la barbarie y la violencia según los vientos que soplan ahora mismo por este hemisferio.

La derecha extrema, para nada democrática y mucho menos honesta, acude desde la mayor impunidad a la falsedad y al engaño como herramientas básicas para alcanzar sus objetivos. Vivimos en tiempos donde predicar aquello de que “hago lo que me toca, pero no me interesa la política”, podría tener un costo muy alto en nuestras vidas si no tomamos en serio la arremetida de la derecha ante el exitoso desarrollo de los gobiernos progresistas de nuestro continente. Sin apenas una leve dosis de ética, solo la imprescindible para guardar las apariencias, la derecha revierte al descaro el triunfo de las elecciones presidenciales en Honduras mientras que en Argentina, el fantasma de los miles de desaparecidos de cuando la Junta Militar, no es solo historia sino representa una amenaza real de instaurarse de nuevo allí o en Colombia, pese a la firma del Tratado de Paz entre el gobierno y la guerrilla; casi a diario aparece un líder social asesinado, incluso, hasta guerrilleros acogidos a los proyectos de paz encausados. Por otra parte, las transnacionales de siempre, aupadas por gobiernos entreguistas, no respetan prohibiciones ni  limitaciones de ningún tipo para apropiarse de los recursos naturales con que cuenta cada país aunque tengan que destruir al medio ambiente con sus habitantes incluidos.

Así, mientras más se desnuden ante nuestros ojos las verdaderas intenciones de los nuevos gobiernos derechistas en América Latina, tenemos que acceder a mirarnos por dentro para ver cómo podemos ser todavía más críticos en la solución de nuestros problemas, pero al mismo tiempo estar dispuestos a defender hasta con las uñas y los dientes si fuera necesario este privilegio de construir entre todos esa verdadera dicha que se conoce en el mundo como la Revolución cubana.