Estamos en Bienal, única y cierta

Jorge Ángel Hernández
12/4/2019

Con la inauguración de las muestras de Camilo Yáñez, de Chile; Maya Watanabe, de Perú; Adler Guerrier, de Haití; Abdoulaye Konaté, de Mali; Tejido colectivo, de Alexia Miranda, de El Salvador; TRES, de México, Clemens Krauss, de Alemania; Fernando Foglino de Uruguay, Ibrahim Ahmed de Egipto; y Arqueología del color, de David Beltrán; así como Blanco, de Tamara Campo, ambos de Cuba, quedó oficialmente inaugurada la XIII Bienal de La Habana. Bajo el lema de La construcción de lo posible y precedida por todo tipo de dificultades y presiones, el evento no es solo un hecho exitoso en sí mismo, como propuesta de confrontación de tendencias y modos de expresión artística a estas alturas del convulso siglo XXI, sino un suceso que trasciende el interés gremial y llama la atención de buena parte de la población cubana.

XIII Bienal de La Habana
 La XIII Bienal de La Habana en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Foto: Ismael Batista/ Tomada de Granma

 

De ahí que tantos artistas pugnen por ser parte de ella y el carácter altamente inclusivo de todos sus programas. De ahí, sin dudas, que quienes fracasaron con el intento de boicot, con la llamada Bienal 00, intenten reeditarse, desde sus estrechas comunidades de redes sociales y con la complicidad de algunos monopolios de la información, como si se expresaran paralelamente, o como si las invitaciones a participar estuviesen condicionadas por las polémicas relativas al Decreto ley 349.

¿Por qué, si tuvieran el resultado y la censura que dicen padecer, fue por completo nula la repercusión del intento anterior, que llevaron a cabo sin competencia de eventos? Necesitan, sin más, de esta Bienal, auténtica y posible. ¿Cómo se explica que en la propia muestra central de la Bienal de La Habana se hallen 41 artistas que firmaron o apoyaron un documento contra el 349? ¿No habría que hablar de obra antes que de censura? ¿Cómo es que en esa lista, supuestamente diabólica, se encuentra el más reciente Premio Nacional de Artes visuales, quien no podrá quejarse de la difusión y transparencia de las instituciones con su reconocimiento y su obra durante todo este tiempo, y quien participa también en la Bienal?

No hay que evadir, insisto, que el problema es de obra artística, no de espectro político, no de meandros ideológicos. Han llegado al punto, acaso enfermizo, de intentar usurpar la identidad del evento, creando páginas falsas que supuestamente son suyas.

Por si no fuera suficiente, 88 firmantes del citado documento, entre los cuales 67 son artistas visuales, integran el programa colateral de esta Bienal de la Habana. ¿No es demasiado para sostener la falacia de censura, o de presuntas Bienales paralelas?

Tan abultado es el programa general que al acto oficial de inauguración se anticiparon varias aperturas, como Veladoras Arte Universal, del relevante artista mexicano Gabriel Orozco, en el edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, o HB, en las Galerías del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, Collage Habana y el Taller Ensamble, con la cual se inauguró oficialmente el nutrido conjunto de muestras colaterales. En este mismo programa se abrieron las exposiciones Óleos, de Niels Reyes, en la Galería Artis, y Sitio en construcción, de Moisés Finalé, con la colaboración de varios artistas, en el Taller La Nave. Puedo dar fe de que todas estaban abarrotadas de asistentes y de que las obras en exhibición no responden a tópicos de complacencia oficialista.

De acuerdo con datos preliminares de la institución, el programa colateral rebasa las 170 exposiciones, con más de mil artistas incluidos en ellas. Más que un ejercicio de inclusión y reconocimiento, se convierte en un llamado al caos de la libertad de expresión y un desafío al curso acaso imposible de la organización. Nadie que conozca un mínimo de arte podrá decir, al ver las obras, que hubo censura. La sociedad cubana de hoy, con sus prejuicios, limitaciones, carencias y tantos insólitos relatos cotidianos, aparece y es cuestionada en ellas. Más bien se aprecia un vicio común de descargar y avasallar, sin considerar posible el equilibrio que cualquier especialista de otras materias, como las Ciencias Sociales, pudiera revelar. Más que puertas, se han abierto diques, en cuyos torrentes podrá sumergirse la población cubana, conocedora o no de los mecanismos expresivos de las artes visuales de este tiempo.

Tanto el programa central como el colateral de la XIII Bienal de La Habana se extenderán a varias provincias del país, con lo cual no solo se rompe el círculo geográfico de los eventos anteriores, sino que se revela incompleto el propio nombre que la identifica. No dudo que personas de juicio se molesten y cuestionen este u otro aspecto, pues hay mucho, a mi criterio, que merece ser analizado y debatido a fondo. Es algo que debemos dejar al campo de la crítica y a la pertinencia operativa de las instituciones que llevan adelante un hecho de tanta magnitud. Necesitamos, creo, impulsar esa crítica y confrontar esas visiones, para demostrar el nulo crédito de todas, exactamente todas, las intentonas domeñadas por la mala sangre y el ombliguismo desagradecido, que han forcejeado por boicotear a toda costa un suceso que siempre las rebasa. Queda además, para la comunidad artística, pensar no solo en sus necesidades expresivas, sino en el ansia de comunicación del receptor, que puede ser muy amplio, aunque no lo parezca.

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