Jon E. Illescas: “A más capital menos margen para la libertad artística”

José Ángel Téllez Villalón
25/10/2018

Esta es la segunda ocasión en la que intercambiamos con el Doctor en Sociología y Comunicación, el español Jon E. Illescas Martínez, autor de libro La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados (Ed. El Viejo Topo, 2015). Se trata de un libro que cuenta con tres ediciones en España, y que ha sido incluido en el plan de la editorial cubana Ciencias Sociales para su futura publicación en nuestro país.

 

 

En sus trabajos, “Jon Juanma” —como también se le conoce— presenta esclarecedoras tesis y descubrimientos acerca de las industrias culturales hegemónicas, los videoclips, y las llamadas “celebrities”; instrumentos con los que el capitalismo consigue el consenso cultural e ideológico, la perpetuación de su sistema de dominación y la solución de cualquier atisbo de rebeldía.

El dialogo precedente que sostuvimos con Illescas fue publicado en dos partes en el periódico digital Cubarte, bajo los títulos de “Pensar y cultivar la mente es totalmente revolucionario” y “Esperanza socialista o barbarie civilizatoria”  donde centramos el intercambio en los territorios contra hegemónicos, específicamente en el contexto cubano

Esta vez, con la intención de actualizar el diálogo y sacar a la palestra la mercantilización de la música por las industrias culturales hegemónicas y su impacto en nuestro país, partimos de una somera contextualización para llegar a los núcleos del referido debate.

Illescas, en las entrevistas anteriores, mencionábamos como acciones contrahegemónicas la promoción de artistas alternativos con un “signo ideológico contestatario” y la colocación de la música por encima del dinero. ¿Te parece que Residente, exmiembro del grupo Calle 13, es uno de ellos?

Creo que sí, en el sentido de que su compromiso político como artista es claramente activista. Ejemplo de ello es su excelente videoclip Guerra. Sin embargo, hay que destacar que Residente es conocido gracias a que estuvo en el plantel de Sony Music, la segunda discográfica multinacional más importante, con su grupo Calle 13. Fue en ese momento cuando entró momentáneamente en el mainstream. Sus numerosos fans vienen de esta época y su fama es deudora del momento en que la oligarquía mediática le dio la luz verde a la agrupación para convertirla en celebridad. Lo lamentable es que todos aquellos artistas que no entren en las grandes discográficas o que estas no quieran promocionar por cualquier tipo de motivo ideológico o estético, no llegarán a un público tan amplio. Por eso es necesario crear nuestra propia industria cultural contrahegemónica y financiarla lo suficientemente como para enfrentar a esos monstruos regidos por el capital privado.

¿Crees casual o parte de una intencionalidad de los poderes culturales el “relato” planteado en los recientes Granmy Latinos? Aquel que plantea: Residente, detractor de la música chatarra, fue el más nominado, pero Fonsi y Daddy Yanqui con su “Despacito”, ganaron a fin de cuentas la mayoría de los premios.

Es estructural y un aviso para navegantes. Por otra parte, no hay que olvidar lo que ya dijo el gran Paco de Lucía poco antes de morir: que no daba mucho valor a los Grammy Latinos, porque era “un negocio que [había] montado Emilio Estefan”. Más claro imposible. En este negocio no se puede estar “entre dos aguas”.

O sirves a la diosa de la música o al dinero, no se puede tener dos señores. ¿Por qué crees que Residente haya tenido que renunciar a su “independencia” y volver a contratarse con una trasnacional como Sony? ¿Opinas que pueda, como dice el propio artista, mantener la soberanía de su discurso dentro de este sello? ¿Qué gana Sony promoviendo proyectos como ADN y videos como los que concibe Residente?       

Sony gana mucho dinero por parte de una cuota de mercado "izquierdista" al que se dirige Residente. Es un mercado que existe previamente, que le viene dado como un regalo, pues Sony ni lo ha creado ni lo ampliará. Firmando con Sony, René presenta su carrera en solitario con fuerza, con campañas de agencias publicitarias tan fuertes como Gupta Media, que fue la encargada de promover el álbum y partícipe del gran éxito que ha cosechado el último disco. Sin Sony y sin toda la fuerza de trabajo que su capital puede emplear, Residente jamás hubiera llegado al éxito que ha alcanzado, al margen de su indudable calidad artística.

Supongo que Sony respetará bastante a René, pues su mensaje va dirigido precisamente a ese target izquierdista ya las ventas de las múltiples mercancías como discos, videoclips, documentales, merchandising, etc., que son propiedad de Sony, pero están relacionados con René (como todas las grandes estrellas de las industrias culturales).

El caso es que el nicho del mercado izquierdista está previamente planificado por Sony Music, y René no puede hacer nada para ampliarlo, ya que los medios de producción son suyos, no nuestros. El grado de promoción que René reciba de la gran discográfica multinacional dependerá de la misma oligarquía que él critica, pese a las buenas intenciones del cantante. Parafraseando su canción Calma, pueblo —donde afirmaban que ellos (Calle 13) no trabajaban para Sony sino para la gente (“Mi disquera no es Sony, mi disquera es la gente”)—, habría que decir que ellos trabajan, les guste más o menos, para los dos, y el número de los segundos dependerá del número de dólares que inviertan los primeros. Es triste, pero descarnadamente cierto.  El resto es, en el mejor de los casos, deseos en forma de afirmación o autoengaño, y en el peor, una pose consciente, oportunista y populista para vender más discos. No conozco a René personalmente como para decidir cuál de las dos opciones es la correcta, pero creo en la presunción de inocencia como una conquista de la humanidad pensante. Sintetizando: no hay ni habrá revoluciones en favor de las mayorías desde el ámbito cultural controlado por la burguesía, porque va contra sus intereses de clase. Residente, como cualquier otro artista de izquierda en una multinacional, es parte de un zoológico del cual ese tipo de rara avis jamás va a escapar, sin importar la honestidad de las intenciones.

En la lista de los 100 videoclips contrahegemónicos que todo el mundo debería conocer , actualizada por última vez el 12 de septiembre de 2017 y extraída de La dictadura del videoclip, aparecen dos producciones cubanas: Fuera, de Buena Fe, y Reverse, de X Alfonso. ¿No te parecen pocos, tratándose de un país donde se construye una cultura, otra alternativa a la que promueve el capitalismo?

Desconozco el porcentaje de población cubana con acceso a Internet, y de los jóvenes en concreto. Sin embargo, he observado la televisión cubana internacional, y según lo que me cuentan algunos amigos cubanos, géneros muy famosos en el resto del mundo como el reguetón o el trap, con alto contenido capitalista e individualista, están siendo muy seguidos en Cuba. Al final, como decía Fidel, Cuba no está en otro planeta, por ende, en un mundo y una economía capitalistas que también afectan a Cuba es imposible aislarse por completo de la cultura que este sistema internacional de dominación genera. Sin embargo, quizás sí se podría hacer más por concientizar a los jóvenes cubanos en cuanto a audiovisuales, y fomentar una mirada más crítica y argumentada contra este tipo de producciones. Espero poder viajar a la Isla este año y ampliarte esta opinión. Lo que está claro es que la lucha de clases en la cultura es el terreno de la guerra en tiempos de relativa “paz”.

¿Crees que sea posible conciliar intereses comerciales y artísticos? ¿Dónde radican los obstáculos para una integración de ambos intereses: en los creadores, en los directivos de la industria o en el público?

En la industria privada, capitalista. La integración solo es posible en aquellos sellos más pequeños dedicados a un público específico (por ejemplo, música de izquierdas, géneros minoritarios como el hip-hop o el metal, etc.). Los obstáculos son de clase y de rentabilidad, es decir, ideológicos y económicos. Para que el videoclip sea totalmente libre de constricciones ideológicas y económicas, el artista debería tener total control sobre el proceso de creación. Esto es sencillamente imposible en la industria del gran capital y en el videoclip dominante que llega a todas partes del mundo. Las grandes multinacionales de la música son grandes dictaduras cuando se trata de productos masivos. A más capital menos margen para la libertad artística. Esta es la gran ley de las industrias culturales.

Cuéntame de tu nuevo libro. ¿Cuál es el objetivo o qué lagunas teóricas intentas llenar? ¿Qué tendrá de novedoso?

Por una parte, se trata de una actualización de aquello que ha ocurrido durante estos tres años, desde la publicación de La dictadura del videoclip, y por otra, tendrá un formato diferente, no tan teórico, más asequible a un público general. Esto es así porque me voy a dirigir precisamente a un lector que engloba a todos los miembros de la comunidad educativa: padres y madres, profesores, psicólogos, representantes públicos, etc.  La intención es que hasta el último educador se entere de lo que está pasando con los jóvenes, adolescentes, e incluso niños; establecer una dialéctica entre la educación de las escuelas e institutos y la “educación”—o (des)educación— que la juventud recibe de la industria musical. La idea es llegar al público que no recibió libro anterior.
 

 

Por último, me gustaría conocer sobre la posible publicación de La dictadura del videoclip en Cuba, por la Editorial Ciencias Sociales. ¿Por qué podría ser pertinente su difusión aquí?

Bien, ante todo me gustaría contarte y, por extensión, informar a los lectores de esta entrevista que todavía estamos en proceso de negociación para alcanzar un acuerdo. En realidad, sigo dialogando con Hermes Moreno, director de la editorial Nuevo Milenio (que incluye los sellos Ciencias Sociales y Científico-Técnica), para alcanzar un acuerdo satisfactorio entre ambas partes, después de recibir todo el apoyo (militante y desinteresado) de El Viejo Topo (editorial española copropietaria de los derechos del libro). Por la edición cubana de La dictadura del videoclip, El Viejo Topo no recibirá ni un solo peso, lo cual considero francamente destacable, en especial por el compromiso socialista de su editor, Miguel Brieva.

Centrándome en tu pregunta, creo que la edición cubana del libro no es solo pertinente, sino actualmente necesaria. Primero, porque se trata de un trabajo único en extensión, profundidad y seriedad sobre un tema vigente en Cuba: la alienación cada vez mayor de amplios segmentos de su juventud, mediante el consumo de las mercancías de las industrias culturales capitalistas, en especial, desde la industria musical transnacional. Y segundo, porque sumado a lo anterior, este trabajo tiene la ventaja de tener un enfoque netamente marxista y socialista, lo cual conecta directa y definitivamente con la idiosincrasia de la Revolución Cubana.

Por mi parte, puedo asegurar a los amigos cubanos que estoy haciendo todos los esfuerzos para que este libro aparezca en Cuba y podamos debatir con los compañeros cubanos a raíz de toda la información que contiene. Creo honestamente que la no publicación de la obra sería un fracaso para todos los comprometidos con el carácter socialista de la Revolución y con la causa del socialismo a nivel internacional. Esta obra puede ser una herramienta muy importante, un arma intelectual de peso, a favor de la lucha por la defensa de la humanidad en el plano cultural, de su genuina e irrefrenable riqueza y diversidad cultural, frente a la voracidad destructiva y homogeneizadora del capitalismo.