La escuela, la compañía, las categorías, la época

Hilario Rosete Silva
10/11/2016
Fotos: Nancy Reyes

Es incansable esta joya-guardiana del arte cubano y cosmopolita. Dimos con ella en el rellano de la regia escalera que sube al primer balcón de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

¿Podríamos grabarle unas palabras sobre la clase de hoy?

¿La clase de hoy? —se extrañó la Premio Nacional de Danza 2003, canon de entrega, “escritora”, a fuerza de talento, técnica y madurez expresiva, de páginas inolvidables en la historia de nuestro ballet.


La maître Aurora Bosch, una de las cuatro joyas del Ballet Nacional de Cuba.

Estábamos en un entreacto. Por medio de los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) presentaba  Giselle en el 25 Festival.

Sobre la clase maestra —soltamos un epíteto tan oportuno como recurrente.

Septuplicada en años, Aurora ejerce la misma fascinación que cuando interpretaba, allá por 1968, en la flor de sus 26, a la temible y vengativa Myrtha, reina de las Wilis, azote de la joven campesina y el duque de Silesia en el acto II de la pieza romántica.

“¡Ah!, la clase con los alumnos argentinos. ¿Qué me quiere preguntar?”

Es 2 de noviembre, noche de memorias: la compañía viene de celebrar 68 octubres; Giselle cumple 175 años de su estreno mundial; Alicia, 73 de haber interpretado el personaje por primera vez en el Metropolitan Opera House, y ella, Aurora, 60 de vida artística y 49 de integrar, “brillante, reluciente” ─según aforismo de Arnold Haskell, respetable crítico británico─, el refinado grupo de “las cuatro joyas cubanas”.


En el primer balcón de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana "Alicia Alonso",
la noche en que Alicia cumpliera 73 años de haber interpretado Giselle por primera vez.

No deja de ser novedoso mirarla en ese rol —echamos al vuelo las imágenes que nos circundan viéndola trabajar, creando belleza, quitando restos y hojarasca, permitiéndole al espíritu del ballet tomar posesión de sus pupilos.

Pues no es noticia, siempre que vengo imparto docencia, a mujeres y hombres, en la compañía y la academia, ¡soy maître del Ballet Nacional de Cuba!

¿Cómo transcurrió la lección de hoy?   

Consulté a los bailarines, los consideré. Acababan de llegar, tuvieron dificultades con los aviones, no sé si de retraso; fui despacito y ellos rebasaron la circunstancia. A uno acababa de verlo en el Teatro Colón (Buenos Aires), es de su compañía. A los otros no los conocía, pertenecen a un elenco de Mar del Plata. ¡Tenían un entusiasmo! Sus ansias revierten en el maestro: de ordinario tengo ganas; sin embargo, cuando noto tal respuesta, sube la parada, se produce algo hermoso.


Creando belleza, quitando restos y hojarasca.

¿Los discípulos se ilusionan de por sí, o por la maestra?

Habría que interrogarlos a ellos, mas hubo concentración, un buen hacer. Están felices de compartir con nosotros en el festival, y yo agradecida, desde luego.
La escuela sigue produciendo excelentes bailarines. Pero ocurre —ha sucedido en otras épocas— un cambio generacional lógico por el paso del tiempo.

En las presentaciones del BNC persisten primeras y primeros bailarines. No obstante, se observa un déficit de bailarinas y bailarines principales, de primeras y primeros solistas experimentados, aunque ya pujan nuevas y nuevos intérpretes.

La escuela sigue produciendo excelentes bailarines. Pero ocurre —ha sucedido en otras épocas— un cambio generacional lógico por el paso del tiempo. Como usted indica, fluctúa, por ejemplo, la generación inmediata a la categoría de primeras y primeros bailarines. Es un momento decisivo para ellos, la compañía y el público ver, por llamarlo de alguna manera, el despunte de “lo que ha de ser”. Su techo nadie lo conoce; cada uno deberá encontrar su tope: “¿Hasta dónde puedo llegar?”.


Dondequiera que esté, siempre impartiendo docencia.

Por diversas causas, los nombres en la plantilla de categorías cambian con la acostumbrada rapidez con que avanzan, de abajo hacia arriba, los vuelos anunciados en las pizarras de un aeropuerto internacional.
Es importante no mecanizar la interpretación. Una sola bailarina debe ser múltiple. Un único bailarín debe ser diverso.

En julio de 2016 fui miembro del jurado en el 27 Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria. Percibo el progreso de los jóvenes. Pasa una cosa en general: las cuestiones sociales, de la época, son distintas. Hay éxitos, triunfos, dificultades, muchos sucesos influyendo. A la hora de la presentación de un artista, el contexto suele ser determinante, bien para el desarrollo, bien para el mecanicismo. Eso encierra peligro. Cuento lo que experimenté estando en el escenario con Alicia. Ella hacía una misma obra asiduamente, pero nunca era igual. Es importante no mecanizar la interpretación. Una sola bailarina debe ser múltiple. Un único bailarín debe ser diverso. Ojo, lo viví de cerca, tanto en Alicia como en sus partenaires Azari Plisetski, Igor Youskevitch, y otros de su tiempo.


Después de la clase, en la sede de la compañía, con alumnos cubanos y extranjeros,
durante el 25 Festival Internacional de Ballet de La Habana "Alicia Alonso".

 

También magníficas bailarinas y bailarines cubanos inundan el mundo.

Qué bueno si algún día pudiésemos vivir una semana de presentación con todos ellos, ¡qué bonito!

Sin esperar por eso, ya usted podría interpretar la Reina Madre de El lago de los cisnes. La reaparición sería un estímulo para el ballet y el público.

Me encantaría, ganas no me faltan, pero llevo una prótesis en la rodilla derecha; el médico me recomendó no arrodillarme, la Reina Madre debe hacerlo varias veces.

A usted le damos permiso, puede tomarse la licencia de apenas saludar…

El timbre llamaba a sellar la función. Como el príncipe de la Cenicienta, nos quedamos con el efecto de recoger apenas un “zapatico de cristal informativo”. Vino bien. Enseguida, en el acto II, las tesis de Aurora Bosch, joya-maestra del ballet, hallaron camino expedito: Anette Delgado y Dani Hernández, desde los protagónicos, y también la bailarina principal Ginett Moncho en Myrtha, la primera solista Ivis Díaz en Zulma, la solista Glenda García en Moyna, las amigas y amigos de Giselle, el cuerpo de baile, testimoniaban la diversidad donde se encuentra el gusto por esta escuela del siglo XX, la del ballet en el archipiélago, “un milagro patente”.