Las Historias de bolsillo

Laidi Fernández de Juan
16/9/2016

Así como existen clasificaciones de literatura (libros de viaje, libros técnicos, obras de ficción, biografías, etc.), hay diferentes tipos de lectores (y de lecturas, obviamente). Entre ellos, un no despreciable grupo de consumidores literarios lo constituye aquel que prefiere conocer datos, fechas, anécdotas, curiosidades históricas. En ese corte, por ejemplo, se encuentra un libro ya reseñado en su momento, Cien mujeres célebres en La Habana, perteneciente a la colección Catalejo, de la Editorial José Martí, así como la inmensa mayoría de los volúmenes del autodenominado “escribidor” Ciro Bianchi, que gozan de amplio reconocimiento en el público. Podría citar otros ejemplos, como los que dedica el Centro Pablo de la Torriente a la preservación de la memoria, ya sea a través de testimonios propios (Mis vidas sucesivas, Recuerdos y destino de un niño de la guerra, del médico y rebelde Fernando Barral Arranz), o colectivos (No hay que llorar, de Arístides Vega Chapú), y también algunos títulos de la Editorial Capitán San Luis (Alberto Delgado Delgado. Un soldado del silencio, de Fernando Díaz Martínez).

Luis Sexto, periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, pone a disposición del público al que hacíamos referencia, setenta y tres viñetas agrupadas bajo el título Historias de bolsillo (Edit. Pablo de la Torriente). Se trata de un curioso manojo de anécdotas, sucedidas entre fechas tan distantes como antes de la llegada de los conquistadores a nuestras tierras, hasta ya avanzados los años setenta del siglo pasado.


José Alejandro Rodríguez (izq), en la presentación del libro “Historias de bolsillo”, de Luis Sexto

En tan abarcador espacio de tiempo (sin que las microhistorias hayan sido ordenadas cronológicamente, lo cual desconcierta), suceden muchísimos percances, y son incontables las figuras históricas, ya sean consagradas o simple gente de pueblo que protagonizan (o refieren) un suceso peculiar. El libro, en su conjunto, no tiene mayor pretensión que la de aportar elementos anecdóticos, algunos de los cuales pueden resultar graciosos, otros conmovedores, y la mayoría, simples reflejos de épocas pasadas.

En “He de contarles que…”, las breves palabras que funcionan como introducción a Historias de bolsillo, Sexto cita a Argelio Santiesteban como una manera de motivar la lectura, aduciendo que se trata de “la visión no aburrida ni aburrible de la historia”, lo cual resulta absolutamente cierto. El lector encontrará en estas páginas momentos poco conocidos: la reacción del pueblo ante el viaje de los cinco primeros coches ferroviarios que transitaron entre La Habana y Güines; el misterio de Pepe el Mallorquín, pirata asentado en la llamada Isla de Pinos; el duelo memorable entre un Guillermón Moncada de 30 años y el traidor Miguel Pérez; la modestia infinita de Carlos Juan Finlay al saberse desplazado de su tan merecido Premio Nobel; el origen del ritmo bautizado como Sucu Sucu; el hecho insólito de que la vara de medir cubana tiene doce milímetros más que la española, de la cual debió ser copia fiel, y muchas curiosidades más.

Ya dije que se echa de menos la ordenación cronológica de las reseñas, porque me parece que, de haber cuidado este detalle, se facilitaría la lectura en términos de sucesión lógica de acontecimientos. Debo agregar que algunos “cuentos” resultan de dudosa comprensión o, al menos, de menor valía en cuanto a aporte historiográfico (“Acta de intolerancia”, “Cría fama”, “A mal pan”, “Desvío”). Sin embargo, otras narraciones hacen válida la compilación (“Duelo en Peladero”, “El error del yanqui”) y, sin dudas, la mejor de todas, por la cual agradezco a Luis Sexto este esfuerzo suyo, bajo el título “Arriba, mi gallo”, detalla el encuentro físico entre José de Armas y Céspedes y Juan Gualberto Gómez, quienes polemizaban en cuanto a la independencia de Cuba en las publicaciones Las Avispas y La Igualdad, respectivamente. Dejo a consideración de los lectores el disfrute de este libro que, repito, no pretende más que mostrar aristas semiocultas, simpáticas o trágicas, todas argumentadas desde la papelería que se conserva de la Historia de Cuba.