Los 90 del maestro Enrique Jorrín

Leonardo Depestre Catony
22/12/2016

El maestro Enrique Jorrín sentía una enorme satisfacción cuando tomaba su violín y comenzaba a extraer de él sonoridades capaces de embelesar al auditorio. Lo visité en dos o tres ocasiones en su hogar, donde se palpaba una admirable sensación de tranquilidad y gentileza que emanaba de su persona y de sus hermanas, en un ambiente familiar acogedor. El maestro Jorrín, creador del chachachá, siempre cordial en la vida y en la escena, era un caballero de la música y de la palabra.

Enrique Jorrín
Foto: Internet

¿Y qué decir del chachachá? Pues que es un género para todos los tiempos, aun cuando a veces nos duela que no se le dediquen más espacios ni pueda ser degustado, en igualdad de condiciones, como otros ritmos cubanos.  

Fue en 1953 cuando salió el primer disco del nuevo ritmo creado por Jorrín: en una cara, La engañadora, por la otra, Silver Star. “Cuando triunfó La engañadora, también fueron éxitos El túnel, Nada para ti, Me muero, Cógele bien el compás... A un compositor le es difícil ser el dueño del hit parade, pero cuando La engañadora triunfó, los diez primeros lugares eran música mía o arreglos míos. El chachachá fue hit del 53 y 54: tumbó todos los estilos” [1].

La engañadora, como recordamos apelando a su letra, cuenta la historia de una joven con distribución anatómica colosal que asistía al salón de baileubicado en los altos de las esquinas de Prado y Neptuno, y a quien “todos los hombres la tenían que mirar”, para descubrirse después, ¡oh, decepción!, que “en sus formas solo relleno hay”.

El nuevo ritmo se generalizó prontamente por Cuba y América Latina. Los discos se vendían por decenas de miles y las orquestas que lo tocaban vivieron momentos de esplendor en las preferencias. Y no solo al maestro Jorrín se deben inolvidables chachachás: el flautista Richard Egües compuso otro famosísimo, El bodeguero; Rosendo Ruiz legó Rico vacilón.

El chachachá tornó la mirada de los bailadores nuevamente hacia los ritmos nacionales, asediados por la presencia de la música norteamericana, en particular el rock de los años 50. En 1954 Jorrín fundó la orquesta que llevó su nombre, y un año después partió hacia México con aquel ritmo que arrebató de igual forma en el continente y que su creador denominó chachachá  por el sonido de los pasos de los bailadores al arrastrar los pies sobre el piso, que el oído aguzado del músico detectó de inmediato.

Al cumplirse 25 años de la aparición del chachachá, el maestro Jorrín recibió en México un disco de oro acreditativo de las ventas de sus números más exitosos. También en su patria se le rindieron homenajes.

La muerte de Jorrín el 12 de diciembre de 1987, a los 60 años, privó a la música cubana de uno de los compositores —no olvidemos su faceta de creador de danzones y de partituras para el teatro— que mejor supo identificar el gusto de cubanos y latinos por la música, y que mejor expresó, con gracia y lenguaje propios, las apetencias de un público que bailó sus chachachás y aún corea sus más significativas creaciones.

El maestro nació el 25 de diciembre de 1926 en Candelaria, provincia de Pinar del Río. Y dondequiera afirmaba con orgullo ser de tan occidental punto de nuestra geografía. “Mi padre era sastre y clarinetista de orquestas populares, preparaba grupos para diferentes bailes que le contrataban, tanto en Candelaria como en Artemisa o en campo adentro”, contó el maestro Jorrín en cierta ocasión [2]; de manera que ya sabemos por dónde le entró el gusto por la música, al punto que, pese al interés familiar por hacer de él un médico, a Enrique no hubo modo de cambiarle el violín por el estetoscopio.

En la década del 40 trabajó con diversas agrupaciones: Hermanos Contreras, Hermanos Peñalver, La Ideal, y dirigió Selecciones del 45, mientras esperaba su gran momento, que le llegó al ser llamado para la orquesta América, una agrupación popular con la que comenzó a labrar la historia del chachachá y que dirigió entre 1946 y 1954.

Lo demás es conocido, porque en adelante se entroncan la vida del maestro y la historia del chachachá.

Enrique Jorrín cumpliría, o mejor dicho, cumple 90 años por estas fechas. Y desde La Jiribilla lo invitamos, amigo lector, si es muy joven, a descubrir el chachachá, y si no lo es tanto, a echar unos pasillos en Prado y Neptuno o en la propia sala de su hogar. Es la mejor manera de recordar al hacedor de un ritmo que recorrió América.

 

Notas:
1. Erena Hernández: La música en persona, Editorial Letras Cubanas, 1986, p. 74.
2. Rafael Lam: “Jorrín”, periódico Juventud Rebelde, 19 de diciembre de 1987, p. 4.