Los aportes de Los Beatles

Guille Vilar
17/6/2019

Desde sus mismos comienzos, la música de Los Beatles se distinguió por el atractivo de lo auténtico, incluso hasta cuando hacían versiones de clásicos del rock ‘n’ roll norteamericano. Su música estaba marcada por una sonoridad tan personal que aunque inmersos dentro de los límites del pop anglosajón de los años 60, cada nueva grabación culminada, los distanciaba un poco más del resto de sus contemporáneos. Tan es así que con la aparición del disco Rubber Soul en 1965, nos percatamos de la necesidad que tenían como creadores de proponer un nuevo ropaje a la música rock de entonces: una música concebida no para bailar necesariamente, sino para escuchar atentamente.

Portada del disco Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band. Foto: Internet
 

Temas con “In my life” o “Think for yourself” dan cuenta de semejante tendencia, realidad que se hace todavía más evidente en las canciones que integran el disco Revolver un año después. Las piezas “Eleanor Rigby”, “Tomorrow never knows” y “Love you to” no solo llevan a sus compositores hasta planos inimaginables para la media del rock de esos años, sino que se estaba gestando un cambio de público entre sus seguidores: los que echaban de menos sus composiciones inspiradas en el más puro espíritu bailable del rock mientras los demás asistíamos, asombrados, a un hecho inédito en el género. Para la crítica, quizás un poco tardíamente, la salida al mercado del disco Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, de 1967, representó un llamado de atención para aquellos adultos que consideraban la música de Los Beatles como una obra de poca monta.

Pero al mismo tiempo, por esa puerta que el cuarteto de Liverpool abrió para dar rienda suelta al rango excepcional de creatividad que los distingue hacia el final de su carrera, entran también otros músicos, en su mayoría británicos, cuyos aportes contribuyen a alcanzar la madurez del género al ampliar las perspectivas estilísticas. Obviamente, tenemos dos formas diferentes de asumir el rock, incluso hasta nuestros días. Instituciones musicales como los Rolling Stones, Eric Clapton y hasta los propios Beatles en su primera etapa, han bebido de las esencias mismas de la tradición en la música popular norteamericana, donde el encanto del blues propicia ese cadencioso sabor que nos invita al baile. A su vez, está la presencia de un rock meramente europeo cuyas raíces se encuentran emparentadas con la herencia de la música de concierto, denominada popularmente música clásica, para así dar lugar a lo que se conoce como rock progresivo. Aunque en ningún momento podemos desprender la actitud roquera de las figuras más encumbradas de este género, puesto que se trata de llevar al pequeño formato del grupo, la monumentalidad y expresividad de la música clásica; al mismo tiempo nos hemos percatado de la sensibilidad propia de los compositores de rock, puesta de manifiesto en la obra de leyendas de la música clásica, revelación inimaginable hasta ese momento. Tal es el caso de la “Sinfonía del Nuevo Mundo”, de Antonín Dvorák o “Carmina Burana”, de Carl Orff.

Escuchar los pasajes más intensos de la mencionada obra de Dvorák, nos remite de inmediato a la majestuosidad presente en discos como El Rey Arturo y Los Caballeros de la Mesa Redonda, de Rick Wakeman; mientras que ante la fabulosa obertura de la Carmina Burana de Carl Orff, coincidimos emocionalmente con toda la carga dramática del intenso clímax que muchos años después, nos provocan piezas interpretadas por grupos como Pink Floyd y Queen, entre tantos otros.

Recorrer cada obra representativa procedente de los cultores del rock progresivo, nos posibilita navegar en un océano de emotivas sensaciones existenciales, suscitadas por el talento y la dimensión profesional de sus intérpretes. Nombres como Yes, Emerson, Lake and Palmer, Genesis y el propio Pink Floyd, han diseñado el entorno de un complejo universo de la música contemporánea que reclama de la mayor atención para su disfrute pleno. Tal afirmación es palpable en el disco In the Court of King Crimson, del grupo King Crimson. A más de 50 años de grabado, canciones como “Epitaph” y la que da nombre al disco, bastan para resaltar las características que lo convierten en una verdadera obra maestra. En “Epitaph”, es difícil encontrar entre tantos magníficos ejemplos, el equilibrado dominio de los recursos musicales para recrear, en menos de siete minutos, la belleza de una melancolía predominante. En cuanto a la pieza “In the Court of King Crimson”, el esmerado concepto orquestal y la solemne elegancia alcanzada, la convierten en una muestra imprescindible del alto grado de elaboración artística instaurado por los mitos del rock progresivo británico durante los años 70 del pasado siglo. Y si bien la línea de creación de Los Beatles no estaba directamente relacionada con semejante epopeya musical, no podemos olvidarnos que, gracias a su indetenible voluntad experimental, incidieron en otros músicos para que dieran lugar al nacimiento y desarrollo del rock progresivo.