Marco Bellocchio: Los puños fuera del bolsillo

Luciano Castillo
15/1/2016

El 37. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano presentó el inicio de una retrospectiva en homenaje al cineasta italiano Marco Bellocchio desde el 4 al 8 de diciembre en el cine 23 y 12. Bellocchio (Piacenza, 9 de noviembre de 1939), desde que irrumpió en el panorama cinematográfico con Los puños en el bolsillo (I pugni in tasca, 1965), se impuso de inmediato como uno de los autores de vanguardia del cine, no solo el de factura italiana. Medio siglo más tarde es uno de los pocos creadores de su generación en activo (junto a EttoreScola), que confirma película tras película la lucidez de una obra sólida en la cual la institución familiar es un tema recurrente. Ya en su polémica ópera prima, un resquebrajado núcleo propició a este egresado del Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma una rotunda denuncia de la sociedad. Suscitó entonces en la crítica francesa comparaciones nada menos que con el Jean Vigo de Cero en conducta y el Buñuel de La Edad de Oro. Los italianos no quedaron a la zaga y esa incitación a la revuelta contra la autoridad familiar la consideraron «el debut más poderoso visto desde Obsesión, de Visconti».

Confirma película tras película la lucidez de una obra sólida en la cual la institución familiar es un tema recurrente.

«Siento que el cine es mi medio, pero hasta ahora creo haberme servido de él de modo un tanto disperso, por querer hacer todo», expresó en una entrevista en 1979. Ratificó su perenne interés en indagar sobre todo en «la locura de los “sanos”, es decir, la del hombre “institucionalizado”». A su juicio, ese ha sido el verdadero hilo conductor de su cine, preocupado en un inicio ante todo por la narración, sin olvidar una forma en función del contenido. Por esa fecha calificó de realismo «novelesco» sus puestas en cámara, lo cual lo condujo a señalar como sus padrinos artísticos a los novelistas antes que a los cineastas, o a los directores que construían su cine sobre una novela, sobre una historia, como Visconti o Renoir.

La China está cerca (1967), En el nombre del padre (1971), El monstruo en primera plana (1972), Marcha triunfal (1976) y Salto al vacío (1979), son algunos títulos consagratorios en el quehacer de Bellocchio. Intercala en su filmografía aproximaciones al teatro (La gaviota, Enrique IV) y la literatura, con su personalísima adaptación de Radiguet (El diablo en el cuerpo), Heinrich von Kleist (El príncipe de Homburg), Pirandello (La nodriza) o Anna Laura Braghetti y Paola Tavella (Buenos días, noche). Se advierte su preferencia por guiones originales que le permiten mayor libertad, de ahí su colaboración con VincenzoCerami (Los ojos, la boca), Francesca Pirani (La visione del Sabba) o MassimoFagioli (La condena, El sueño de la mariposa). Sorprende en el nuevo siglo al acometer con renovados bríos un conjunto de obras de mayor o menor impacto, pero antes las que es imposible permanecer indiferentes. Entre estas figuran: La sonrisa de mi madre (2002),  Hermana (2006), Ilregista di matrimoni (2006), Vencer (2009) y Sangue de mi sangue (2015).

La Cinemateca de Cuba completa este recorrido por la obra del cineasta del 16 al 25 de diciembre en su sede del cine 23 y 12. Abarca la exhibición de un conjunto de títulos de su valiosa filmografía en sus funciones habituales de 5:00 p.m. y 8:00 p.m. Aunque siempre es grato para los espectadores el reencuentro muchos años después de su estreno de filmes como El monstruo en primera plana, por solo citar uno de resonante estreno en la Isla, recomendamos especialmente aquellos que nunca fueron exhibidos en su momento: La China está cerca, En el nombre del padre, Marcha triunfal, Los ojos, la boca, Salto al vacío, El diablo en el cuerpoyBella durmiente.

Cuando en la edición número 68 del Festival de Venecia (2011) entregarona Marco Bellocchio el León de Oro a la carrera, declaró con esa firmeza y carencia de concesiones que le definen: «Este premio no es una reconciliación institucional, pues a mí no me gustan el poder, ni las instituciones, y es justo que ellos me paguen con la misma moneda». Tres años más tarde un galardón especial David di Donatello coronó la trayectoria de alguien consciente de que una película no puede cambiar ninguna situación política, y quien confesó: «Sin embargo, para mí es absolutamente necesario nacerla. Mi naturaleza me obliga a provocar y a criticar a la clase dominante».