Martha Acosta Álvarez: la literatura es un lenguaje natural

Rafael de Águila
30/7/2018
Martha Acosta posee un talento excepcional para la narrativa, de ahí que hasta la fecha haya sido laureada con el César Galeano 2015, el Pinos Nuevos 2016, el Calendario 2017, el Dador 2017, el Paco Mir 2017, el Fundación de la Ciudad de Nueva Gerona 2017 y el Celestino de Cuentos 2018, entre otros. La presente entrevista fue publicada el pasado 30 de julio de 2018, a propósito de su conquista del Premio Kafka, ahora la republicamos con motivo de la honorable obtención del Premio de Cuento Julio Cortázar.
 

Nunca pensé entrevistar a esta muchacha. Tiene los ojos grandes y la sonrisa franca. Y tiene 27 años. Es graduada de Informática. Es una millenials. A los 27 años acumula ya multitud de premios de narrativa: el César Galeano 2015, el Pinos Nuevos 2016, el Calendario 2017, el Dador 2017, el Paco Mir 2017, el Fundación de la Ciudad de Nueva Gerona 2017, Celestino de Cuentos 2018. No solo escribe narrativa: en el 2015 obtuvo Mención en el Premio David de Poesía. A su corta edad tiene publicados tres libros: Pájaros azules (Editorial Letras Cubanas, Cuba, 2016),  Doce años es demasiado tiempo (Editorial Guantanamera, España, 2016) y Paraísos perdidos (Casa Editora Abril, Cuba, 2018) y tiene otros dos en proceso de edición. Hace unos meses hablamos por teléfono, escribía una novela. Esa obra acaba de ganar ahora el Premio de Novela de Gaveta Franz Kafka. De un empellón acabo de leer la novela. Excelente. Una sociedad banal, enajenante y cada vez más asfixiante de nuestro I Mundo postindustrial y postmoderno. Una novela experimental, podría decirse. Alta literatura. Lírica. Desgarradora. Sagaz. Profunda. Ahora la miro y sonríe. Y… de un tirón cierra los ojos a mi primera pregunta.

Martha Acosta Álvarez
Martha Acosta Álvarez. Foto: Internet

 

Como ser humano, como muchacha, como escritora, como cubana, como informática… ¿quién es y cómo definirías a Martha Acosta Álvarez?

Esa pregunta no se vale.

Madurar en la Literatura demanda tiempo. Y no solo tiempo… demanda esfuerzo, constancia, sacrificio, lecturas. Y talento, desde luego. Apenas en el 2014 te afanabas en tus primeros cuentos. En el 2015 cursabas el Onelio. Han transcurrido solo 4 años. Voy a decirlo de manera brutal y sin preámbulos: ¿cómo has madurado tan abruptamente? ¿Cómo han llegado en tan breve tiempo tres libros? ¿Cómo los premios? ¿Cómo has logrado una manera Martha Acosta Álvarez de asumir la narrativa? ¿Desde dónde llega todo eso? 

Toda maduración es un proceso, como lo es, por ejemplo, envejecer. No te acuestas una noche siendo joven y al otro día despiertas con 100 años. Sucede poco a poco. Te nacen arrugas imperceptibles y con el tiempo se van haciendo más hondas. Un día cargas las maletas y te duele por primera vez una rodilla. Luego el dolor reaparece y un buen día te dicen que padeces de artrosis. Creo que con la literatura sucede de un modo similar.

Sería injusto decir que comencé a escribir en 2014 y de golpe hubo un milagro. En realidad, comencé desde la infancia. Yo era una niña que escribía. La culpa la tuvo Martha Alvarez Pérez, mi madre, la persona más espiritual que conozco. Ella también es escritora. Siempre he sido muy apegada a ella. Solía acompañarla a todas partes, incluso a sus actividades literarias. Desde que tengo uso de razón veo la literatura como un lenguaje natural que cada persona tiene la posibilidad practicar. Dos veces fui a eventos nacionales de talleres literarios infantiles, pero nunca tuve ambiciones literarias serias. Y pasó el tiempo y seguí escribiendo esporádicamente. Entre 2014 y 2015 cursé estudios en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Fue un período bello donde aprendí muchísimo y donde, además, me replanté mi actitud ante la literatura. Entendí que la literatura es algo que siempre ha estado en mi vida y que me hace muy feliz, algo de lo que no puedo ni quiero escapar.

A finales de 2015 terminé mi primer libro de cuentos al que titulé Pájaros azules. Entonces pensé que debía hacer algo con él y me atreví a enviarlo al premio Pinos Nuevos de Narrativa 2016. Todavía recuerdo el día que me dieron la noticia, estaba incrédula, contentísima, emocionada de remate. Era mi primer libro. Era mucho más de lo que había soñado.

Mi segundo libro publicado en Cuba fue Paraísos perdidos, con el cual gané el Calendario de Narrativa 2017. En estos momentos ya tengo tres libros publicados y dos en proceso de edición. No he parado de escribir. No puedo evitarlo. Tengo muchas cosas que decir. Escribo sobre lo que me emociona. Nunca me he propuesto tener un estilo distintivo. A la hora de enfrentarme al acto creativo todas mis energías están en función de transmitir la historia del mejor modo que puedo. Nada más. Mi estrategia es dar lo mejor de mí en cada cosa que hago. Luego, aunque no sean perfectas, me dejan el consuelo de que al menos, en aquel momento, eran lo mejor que podía hacer. Suelo escribir los libros y solo cuando los termino pienso qué hacer con ellos. He tenido algo de suerte en los concursos, es verdad, pero ganarlos nunca ha sido mi principal objetivo, aunque debo admitir que son una vía eficaz para que los escritores accedan más fácilmente a las editoriales y a un mayor reconocimiento.

En América Latina, en Cuba, desde hace ya algunos años, salvo excepciones, el enviroment de las narraciones resulta predominantemente urbano, los actantes se mueven, viven, aman, mueren en grandes centros urbanos. En tus cuentos, sin embargo, se tiene un regreso a lo rural, ahí están cuentos como Palomitas Company y Arístides no llega, por ejemplo. Se diría se trata de una suerte de “lo rural no maravilloso”, dado cierto hálito de tragedia que trasudan esos cuentos. ¿Tu condición de camagüeyana resulta el origen de este regreso a la ruralidad? ¿Desde dónde asoma la tragedia, esa reiteración, pongamos por caso, de factorías rurales como devoradoras de hombres?  

El hecho de ser camagüeyana no marca directamente un estilo de vida rural. Aunque es cierto que existen allá lugares poco citadinos como Siboney, el pueblo donde crecí, en el municipio Sibanicú. Por supuesto, haber crecido allí influyó en la formación de la persona que soy. Las personas están hechas de muchos pedacitos. El hecho de haber crecido allí me aporta como escritora, así como también me aporta ser hispanoparlante y calzar el 36. El tema rural me parece interesante, todos los dramas humanos me lo parecen y quisiera tener el tiempo, el ímpetu y las fuerzas para contarlos todos. La gente, sin importar el lugar donde viva, posee un lazo común, que los une en su esencia humana.

Respondiendo a tu pregunta, esos cuentos de los que me hablas (Palomitas Company y Arístides no llega) comparten un símbolo común: una fábrica de palomitas de maíz que se traga a las personas. Esto se debe a que ambas historias están ambientadas en el mismo pueblo, un pueblo marcado por el grito de la sirena que anuncia el cambio de turnos. De cierto modo, los horarios laborales marcan el ritmo de la vida de cada familia.


Martha Acosta Álvarez. Foto: Internet

 

Anteriormente mencioné cierta manera de asumir el texto narrativo a lo Martha Acosta Álvarez, eso que muchos no logran nunca y tú pareces haber hallado apenas a tus 27 años. Me atrevo a mencionar algunos de esos elementos: marcada economía de lenguaje, reiteración de palabras o frases —desde las que se va conformando la historia—, reincidencia de escenas que crecen en espiral, oraciones cortas, nerviosas, un muy fuerte lirismo. Se tiene la impresión de que, pese a tu corta edad, eres una estilista, una narradora que presta gran atención al “cómo narro”, lo que, desde mi opinión, te diferencia de manera rotunda de la mayoría de los narradores de la nueva hornada en Cuba. ¿Es este un elemento puramente consciente en Martha Acosta Álvarez al asumir su narrativa?

Cuando me siento a escribir intento hacerlo del mejor modo posible. Eso es lo que hacemos todos los escritores, tú, yo, nuestros antecesores, nuestros contemporáneos y los que vengan luego imagino que también lo harán así. Por supuesto, cada cual, a su manera, desde su voz, su respiración, su concepción de la belleza. El arte no es como las matemáticas. Aquí nada es exacto. Todo es subjetivo. Podemos sentirnos más o menos identificados con ciertos autores, pero creo que de alguna manera todo lo que se escribe es hermoso, porque se trata de la esencia del ser humano plasmada en palabras.

¿Cómo ha influido en tu literatura ser graduada de Informática, ser camagüeyana, haber vivido estos últimos años en La Habana?

Todo los que he vivido, lo que leo, lo que sueño, lo que soy… influye directa o indirectamente en mi literatura. Creo que es algo que nos pasa a todos. Si fuera griega, enfermera y viviera en el Polo Norte mi literatura fuera por completo distinta.

Has invertido unos dos años en escribir tu primera novela. Apenas colocado el punto final enviaste esa obra a varios premios. Con ella acabas de ganar el Premio de novela de Gaveta Franz Kafka. Acabo de leer la obra y las alusiones a males que afectan e inciden sobre el I Mundo contemporáneo, una suerte de sociedad ciberdistopíca, banal y postmoderna bajo la amenaza —no lejos de la histeria— del terrorismo, puede pensarse, por ejemplo, en The Handmaids Tale, de Margaret Atwood, o en las novelas de Aldous Huxley, o Snow Crash, de Neal Stephenson, o Traición de Scott Westerfeld, en el cine en la trilogía The Matrix, de los hermanos Wachowski. ¿Si los patrocinadores lo permitieran, te gustaría ver publicada esta obra en Cuba? ¿Qué influencias reconoces en esta novela? ¿El complejísimo entorno actual de este loco mundo nuestro —politológico, sociológico— está en esa novela?

La periferia es mi primera novela. En realidad, demoré un año y dos meses en escribirla, pero necesité toda la vida para llegar a ella. Al principio no la concebí como un proyecto largo, pero fue creciendo poco a poco y cuando vine a darme cuenta estaba completamente enfrascada en su escritura. Fue un proceso lleno de emoción, de estudios, de experimentación, de sufrimiento y de alegrías tremendas, así que podrás imaginarte que es un libro al que quiero muchísimo. Cuando lo terminé lo edité varias veces y tuve la certeza de que había dado un paso más en mi carrera como escritora. No estaba clara de si era un paso de avance o retroceso, pero, en cualquier caso, me alegraba la idea del movimiento. Por esos días encontré algunas convocatorias de concursos para novelas a los que se podía enviar por correo electrónico. Envié a varios, por participar, no porque creyera demasiado en que tenía oportunidades. Pasó un tiempo, recibí la noticia de que gané el Concurso Literario Novelas De Gavetas Franz Kafka 2018 con asombro y felicidad.

Me preguntas si me gustaría ver mi novela publicada en Cuba. Me encantaría, así un mayor número de personas tendrían la oportunidad de leerla. Como escritora, una de mis principales aspiraciones es llegar a los demás. Hay que recordar que la literatura es un acto de comunicación.

En La periferia abordo temas que me inquietan. Siento un gran dolor al ver que vivimos en un mundo violento donde cada vez se encuentra más en peligro el hombre y el planeta en general.

Me preguntas sobre las influencias. Creo que todo lo que he aprendido, leído y vivido influyó en el proceso de creación de La periferia, incluso los noticieros, la prensa, los medios de comunicación.

¿Cómo ha resultado el paso del cuento a la novela? ¿Se trata de un intento —consciente— de escabullirte de lo que quizá identifiques como una zona confort? ¿Cómo la poesía —tu poesía— influye en tu narrativa, y muy especialmente, en la novela que acaba de ser premiada?

Creo que ha sido un proceso natural. En un inicio escribía cuentos cortos. Luego cuentos que pasaban las veinte páginas. En la medida en que voy creciendo como escritora tengo más cosas que contar. La novela es un género muy rico, porque brinda la posibilidad de explotar todas las potencialidades de la literatura. La poesía, por su parte, está en todas las cosas de la vida. Es fácil dejarla entrar en la narrativa.

¿Qué autores, qué obras y qué literatura privilegias? ¿A quiénes reconoces como tus maestros?

A lo largo de mi vida he leído libros que en mayor o menor medida han influido en mi literatura e incluso en mi modo de interpretar el mundo. Soy una lectora apasionada. En distintas etapas he sentido fascinación por determinadas obras, géneros o autores. Mis favoritos son muchos, constantemente entran y salen autores, creo que necesitaría hacer una cronología o algo así para ser más precisa. Me encanta la literatura hecha con franqueza y emoción. Cuando leí a Herta Müller, por ejemplo, sentí que marcó un punto de inflexión, algo así me sucedió con autores del boom latinoamericano, también con Cormac McCarthy, o con Alice Munro, Onelio Jorge Cardoso, Kafka, Saramago… La lista de escritores a los que prefiero puede ser interminable, puedo ser olvidadiza.

Pero si me preguntas a quién reconozco como mis maestros literarios tengo muy clara cuál es la respuesta. Mi gran maestra siempre ha sido mi madre. Ella fue quien me inculcó el hábito de la lectura, la costumbre de escribir y mi modo de mirar la vida. Como escritora posee una ternura exquisita. Me conmueve su carácter y su talento literario. Es una de las personas que más quiero y admito, y a la que más deseo parecerme. De ella he aprendido que lo fundamental en la vida es ser una buena persona.

Cada escritor tiene su propia teoría sobre lo que representa obtener un premio literario. Unos esgrimen elementos pragmáticos, otros sentimentales, otros sostienen que los premios no resultan trascendentes y poco o nada valen. Tú has obtenido ya un buen número de premios. Ahora obtienes este, tu primer premio internacional con tu primera novela. ¿Qué significan para Martha Acosta Álvarez los premios literarios?

Tienen que suceder muchas cosas para que un escritor gane un premio. Depende en buena medida de la obra que presente, pero también del jurado, de lo que presenten otros y hasta de la suerte. Son tantos factores que, si tengo el privilegio de ganar, no puedo más que alegrarme hasta el alma. Es bello sentir que alguien aprecia lo que hago. Me da muchas fuerzas para seguir intentándolo. Los premios, además, brindan cierta visibilidad en el panorama literario, que, aunque fugaz, quizás sirva para llegar a los lectores, que es el principal objetivo que tengo como escritora.

El premio Kafka, en particular, me ha traído mucha felicidad ya que no me creía con posibilidades reales de obtenerlo. La convocatoria dejaba claro que la temática era libre, así como la extensión, tampoco había límites de edad. Tengo entendido que participaron unas cincuenta novelas. Obtener el premio me sirve como un estímulo para seguir por los derroteros de la novela e intentar llegar al corazón de la gente.

Como ves, los premios me parecen favorables en la carrera de un escritor ya que lo estimulan y lo visibilizan, pero un artista no puede envanecerse con esas cosas. Todos mis premios los he recibido con alegría y con humildad porque no creo que un libro sea mejor luego de resultar premiado. En un libro, lo más importante es su contenido y no el galardón que obtuvo.

Frente a ti están los premios de narrativa más importantes del patio, el Alejo Carpentier, el Julio Cortázar, el Casa de las Américas. Hace tan solo 4 años vaticiné que un día los ganarías. ¿Qué puede esperarse en lo adelante de Martha Acosta Álvarez como escritora?

Los premios brindan una gran alegría, pero no representan mi mayor objetivo literario. Mi objetivo es intentar hacer las cosas del mejor modo posible, superarme constantemente, dar en cada texto lo mejor de mí, intentar llegar a los lectores y que una vez que ellos tengan el texto, este los conmueva, los divierta, los haga sentir al menos una milésima de todas las emociones que sentí al escribir. De mí pueden esperar que trabaje muy fuerte para intentar acercarme a ese sueño.

Anteriormente cité a los hermanos Washowsky y a The Handmaids Tale, la obra de Margaret Atwood, de la que ahora se transmite, con el sello de la MGM y de HULU, la 2da temporada de la serie. La literatura, en los últimos decenios, se diría que desde Manuel Puig, y todavía más desde el Post boom y Mc Ondo, está muy influida por las nuevas tecnologías y el audiovisual. ¿Reconoces estas influencias en La periferia, la novela recién premiada?

Creo que es natural que la literatura se parezca a la vida, y la vida actual está llena de audiovisuales y tecnología. Hoy por hoy, es más común que las personas traigan encima un teléfono que un libro.


Martha Acosta Álvarez. Foto: Internet

 

El ciberpunk llegó, tardíamente, a Cuba desde influencias norteamericanas. Obras como Nova de cuarzo, de Vladimir Hernández Pacín (Ediciones Extramuros, 2000) y Niños de neón (Letras Cubanas, 2001) de Michel Encinosa Fú. ¿Por qué Martha Acosta Álvarez elige ahora el ciberpunk, muy lejano de las temáticas que hasta hoy la habían afanado? ¿Desde dónde llegaron las causales, las motivaciones? ¿En qué grado influyó en ello esa pasión por huir de las que identificas como posibles zonas de confort?

La informática es un tema que domino y que me apasiona. La periferia está estrechamente vinculada a la informática, sin embargo, no la considero ciberpunk. A grosso modo, una sinopsis de mi novela podría ser: “En medio de una sociedad de consumo marcada por la alienación y los contrastes sociales, una joven emigrante vive en la periferia junto a su esposo desempleado. Cada mañana viaja una larga distancia hasta llegar a la oficina donde gasta gran parte de su tiempo y sus energías. Es víctima del estrés, el agotamiento físico, la violencia y la precariedad. Pese a todo, su vida transcurre de un modo rutinario, hasta que se ve involucrada en hechos que la podrán en peligro a ella y a su familia. La historia se desarrolla en la Ciudad de la Luz, un lugar ficticio al que todos se acercan atraídos por su belleza”.