El año 1936 en Cuba fue de crecimiento cuantitativamente notable de las revistas, y en el orden cualitativo no pocas, por su incuestionable calidad, figuran entre las más significativas. Tal es el caso de Mediodía, una de las más importantes publicaciones del período, con formato de tabloide, y cuyo primer número apareció en el mes de junio. Contó con un comité editor del cual formaron parte Nicolás Guillén, Aurora Villar Buceta, Carlos Rafael Rodríguez, Ángel Augier, Edith García Buchaca, Jorge Rigol y José Antonio Portuondo, a los que se unió poco después Juan Marinello. Luego quedaron al frente de ella, como director y subdirector, respectivamente, Nicolás Guillén y Carlos Rafael Rodríguez.

En el número inicial de esta revista se expresaba:

Mediodía no es una empresa de entretenimiento artístico. Sus editores están enterados del papel social que todo arte cumple, aunque ese efecto quede sin percibir. Y advertidos de ello se disponen a que esa función pública tenga en nuestras páginas un destino profundamente humano, y sea leal a las circunstancias peculiares de Cuba. Cree Mediodía que el pensamiento debe inexorablemente estar a contribución de la vida y participar en las contiendas históricas de nuestro tiempo. Como el intento de acomodar el arte al servicio de lo humano no está reñido con el rigor estético, Mediodía pretende ejercer una vigilancia sobre sus colaboraciones que mantenga a la revista en un tono de excelencia literaria y artística. Pulcritud sin narcisismos, acercamiento al mayor número de lectores, pero sin ese halago de vulgaridad, que es innecesario y que habitualmente se utiliza entre nosotros.

Mediodía cesó tras haber aparecido el número 3, del mes de agosto. Al reaparecer en diciembre, se insertó un artículo titulado “Silencio de Mediodía”, en el cual se manifestaba:

Mediodía debe una explicación a sus amigos por el continuado silencio en que permaneció después de su tercer número. Aunque, tal vez, solo la necesiten nuestros lectores del extranjero, menos enterados de las contingencias que le han salido al paso a esta revista. La detención de Nicolás Guillén y la acusación al resto de los editores […] de “pornografía y propaganda” subversiva a causa de haberse insertado en nuestro último número ‘El baile del Guanajo’, quedaron felizmente disueltas en el Tribunal de Urgencias, que se vio obligado a desestimar tales imputaciones. Ellas sirvieron solo para poner de relieve la acogida cordial que Mediodía ha tenido en Cuba y afuera.

Y más adelante señalan:

Estos incidentes han ocasionado el retraso de Mediodía, originando a la vez la alteración de su antiguo formato. Ante la alternativa de abandonar su publicación o suprimir algo de su aspecto formal, los editores han preferido lo último, fieles a su convicción de que el arte tiene una función social e histórica que es la que le confiere su más alto rango.

Aparecidos a lo largo de su trayectoria, primero como “Revista mensual” y después como “Decenario popular” y “Semanario popular”, los cuatro primeros números de la revista fueron dedicados, casi en su totalidad, a tratar cuestiones literarias mediante la publicación de cuentos, poesías, crítica literaria, trabajos sobre teoría de la literatura, historia y arte. Tuvo tres secciones fijas: “Noticias”, que reflejaba las actividades culturales; “Libro”, que se ocupaba de reseñar libros publicados en Cuba y en el extranjero, y “Revistas”, que comentaba las recibidas de Cuba y del extranjero. Notables firmas desfilaron en sus páginas a lo largo de su existencia: Fernando Ortiz, Luis Felipe Rodríguez, Emilio Ballagas, Manuel Navarro Luna, Raúl Roa, Mirta Aguirre, Regino Pedroso, Martín Castellanos, José Z. Tallet, José Antonio Ramos, Alejo Carpentier… Figuras políticas como Blas roca y Lázaro peña escribieron ocasionalmente en sus páginas, además de intelectuales extranjeros como Aníbal Ponce, Miguel Otero Silva y Langston Hughes.

A partir de enero de 1937, la publicación registró cambios sustanciales, pues se empezaron a tratar asuntos referentes a la política, tanto nacional como internacional, aunque sin abandonar lo literario y lo artístico. Comenzaron a aparecer, en cada número, editoriales en los que se reflejaban la difícil situación del país, las crisis económicas, las luchas obreras y estudiantiles. Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), Mediodía fue constante fuente de información y publicó con particular interés entrevistas y colaboraciones de distinguidos intelectuales españoles como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, envueltos en el proceso político que vivía su patria. El entierro del combatiente Pablo de la Torriente Brau en ese conflicto, caído en Majadahonda el 19 de diciembre de 1936, fue reflejado mediante un artículo de Lino Novás Calvo, testigo del hecho, titulado “El entierro de Pablo de la Torriente Brau”, publicado en febrero de 1937, donde leemos:

Envuelto en una sábana blanca, tendido en la camilla que le trajo del frente, estaba el cadáver. No nos atrevimos a destaparle la cara sin autorización del oficial. Parecía reducido. Todo el músculo y el vigor de aquel joven alegre y deportivo, había venido a ser una contracción del hombre, después de tres días de abandonado en campo enemigo […] Sin cera ni flores, sin lágrimas ni rezos, esta era la capilla de un héroe del pueblo, su último domicilio entre sus camaradas. Costaba trabajo creer que aquel fuese Pablo. Yo preferí recordarlo como lo había conocido la primera vez a pleno sol tropical; y le había visto la última a sol invernal en Madrid […] Al discurso de despedida, siguió la Internacional cantada en coro. Los puños se proyectaban a la luna contra la tierra ocre por encima de las tumbas. Una descarga rasgó el himno, pero este siguió sin interrupción, como un símbolo […] Vuelvo a salir de ese letargo, para avivar en mí el fuego del recuerdo del camarada vivo, del amigo entrañable que he perdido un día al pie de un cerro de Majadahonda. ¡Nunca ya, más nunca, se apartará de mí ese recuerdo!

Asimismo, las sesiones del Congreso de Escritores Antifascistas, celebrado en Valencia y en Madrid, a las que asistieron por Cuba, en calidad de delegados, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Juan Marinello y Félix Pita Rodríguez, también fueron reflejadas en sus páginas. Demandas obreras, actos sindicales y en general cualquier actividad que implicara la reivindicación de los trabajadores, la defensa de la patria contra los intereses extranjeros, encontraron en Mediodía eco inmediato. El arte cinematográfico tampoco estuvo ausente de sus páginas, mediante la sección “Tablas y pantalla”, en tanto que, ocasionalmente, hubo una página dedicada al deporte.

Al parecer, los últimos números publicados fueron los correspondientes a enero de 1939. Según afirma Ángel Augier en Nicolás Guillén (1971), “la publicación se suspendió a principios de 1939 por haberse consolidado ya la situación del diario Hoy”, órgano primero del Partido Unión Revolucionaria Comunista y después del Partido Socialista Popular, que había comenzado a publicarse el 16 de mayo de 1938.

Concluía así una de las revistas más relevantes de la etapa republicana, cuya consagración a los intereses populares, sin deslindarse de lo cultural, la prestigia. Mediodía forma parte de todo un panorama epocal caracterizado por la unión de las fuerzas  progresistas y donde se aunaron, en apretado haz, intelectuales y obreros.