Mi amor sin antifaz (II)

Patricio Wood
23/11/2018

¿Y qué recursos traías ya incorporados para actuar, de la experiencia inicial en Santiago?

La capital siempre marcaba el desarrollo en todos los sentidos. La CMQ, por ejemplo, llegó a ser prácticamente norteamericana, y al final el gato se comió a la sardina. Sabían hacer mejor las cosas y terminaron con la supremacía en la radio y la televisión. En Oriente, solo la Cadena Oriental de Radio alcanzó audiencia hasta Camagüey. Yo me incorporé al elenco de su primera radionovela, Amor y Sacrificio, pero eso fue ya en los inicios de los años 50.

Afiche de la radionovela Amor y sacrificio. Fotos: Cortesía del autor
 

La primera emisora radial que conocí fue la pequeña emisora de mi barrio santiaguero, CMKR, allí me ayudó mucho Antonio Pera, locutor; Darío Irizarry, técnico de audio; y mi primer maestro de actuación fue José María Béjar, esposo de Beatriz Fernández Llaneza, los padres de la actriz Ada Béjar. Él era actor y director, y trabajaba mucho el teatro español, con él hice el Tenorio a los 17 años. A ese artista matancero le debo mis primeras lecciones de dicción. Él hacía el Tenorio y yo hacía el don Luis, dos jóvenes jodedores que no había rumbantela en Sevilla en la que no estuvieran presentes.

En Santiago, al igual que en La Habana, también hubo estudio-teatro en la radio, que tenía la presencia del público, pero el primer canal de televisión lo tuvo algunos años después del triunfo de la Revolución: Tele Rebelde. Yo participé en este inicio junto a otros compañeros que ya tenían experiencia en el medio, como Jesús Cabrera, una figura importantísima en la composición de aquel hecho, que repitió después en la provincia de Holguín.

Jesús Cabrera
 

Teníamos un solo estudio para elaborar los programas, estaba en el salón principal del Cuartel Moncada. Resultaba pequeño, pero hasta un programa musical hacíamos. Recuerdo uno con la orquesta Los Taínos, lo conducíamos Alden Knight y yo.

El capitán Alba, Salvador Wood y Alberto Bertot
 
El capitán Alba, Salvador Wood y Alberto Graverán
 
El capitán Alba, Salvador Wood y Dinorah del Real
 

José Antonio Espinosa dirigió y actuó una serie de aventuras que se titulaba El capitán Alba. Yo estaba en el elenco junto a Alberto Graverán y Dinorah del Real, y asociado a esto, de manera inesperada, ocurre que mientras ensayábamos en la tarde, fallece mi madre, y todos los compañeros que pertenecían al elenco del programa, y otros que eran de la radio, asistieron al velorio. Eso no lo olvido, como tampoco olvido ahora, en esta transmisión de recuerdos, que yo, que estaba comprometido en esa serie que salía en vivo todos los días, hacía el malo, regresé al estudio a hacer el programa con el cadáver insepulto en el cementerio, fui a hacer mi personaje porque pensaba en el público, que no tenía por qué saber de este suceso tan personal por el que yo pasaba, y no se explicarían la ausencia del personaje. De manera que en esta situación, que golpea tanto el sentimiento humano y perturba la mente, de memoria fui a hacer mi trabajo, y después salí a preparar el entierro de mi madre. Este es un hecho que yo casi nunca hablo, porque es tan… no sé, tan duro… pero ya que comencé a hacer el relato de Tele Rebelde, me es inevitable decir que pasó eso.

Una cosa curiosa es que yo nunca he vuelto a oír hablar del teatro que había en Santiago de Cuba en la azotea de los almacenes Inclán, que está en Aguilera, como quien va a la Plaza Marte, frente al parque de Dolores. Era un lugar de circulación popular, allí se hacían obras de teatro, y yo no he vuelto a escuchar que alguien lo recuerde. Era un teatro sin butacas y tenía amplificación local. Tuvo importancia tanto en lo social como en lo cultural.

¿Qué le aporta al actor el trabajo en la radio?

Ante todo el idioma, saber, entender y defender su idioma, hablar correctamente, distinguir el modo de elaborar el pensamiento sin olvidar al personaje, pero resultando entendible, no sofisticada ni rebuscada la forma de hablar. Respetar el idioma, esa es la función primera, y yo diría que única, que le distingo al trabajo de un actor que comienza a entregarse al trabajo radial.

Una vez lograda esta intención, ¿cómo hacer para que la actuación resulte natural?

¡Ah!… ya esos son otros cuatro pesos. Pero hay razones: primero que la procedencia del actor se avenga a la del personaje, porque hay actores de procedencia española, y no pueden evitar hablar españolizando sus textos. Los hay cubanos, criollos, campesinos, o próximos a ese estamento social, que al hablar se le nota falta de fluido en el lenguaje, y este modo o estilo que se le manifiesta al interpretar un personaje puede ser el idóneo, pero puede que no también.

Esa naturalidad al interpretar un personaje es espontánea, eso nace con la persona, y es lo que lleva la actuación a la comicidad o al dramatismo. Por eso yo digo que esos son otros cuatro pesos más que hay que agregarle a la investigación: las causas individuales que terminan por producir esta espontaneidad propia de cada actor, sin caer en falsedades, en entonaciones que no se corresponden con el personaje en cada situación.

Esta es la parte más discutida de la profesión, no sé por qué no acabamos de ponernos de acuerdo, pero sí sé que es un punto, no de convergencia, sino de divergencia entre los actores, tiene que haber causas, y hay que hallarlas.

Voy a utilizar la divergencia, si tú tienes que escoger entre un actor que hace un buen uso del idioma y no resulta natural, y tienes otro que resulta natural, pero no logra un buen uso del idioma, ¿con cuál de los dos te quedarías?

No se puede decidir donde no hay perfección que satisfaga al espectador, que busca una disciplina lógica en la actuación. Hay mucho por explorar todavía, hay recursos de los que partimos por tendencias… A mí, por ejemplo, me gusta más lo cómico, me siento mejor en esa tendencia que en otra cualquiera. A mí me gusta que mi actuación se aproxime, lo más posible, incluso lo más discretamente posible, a la comicidad. Me gusta buscar personajes que se relacionen, o me obliguen a relacionarlo, con un hecho que puede provocar comicidad. Y esto no se hace fácil si se trata de aproximarlo a una obra dramática, rozar el drama con toques de humor, eso no es fácil, pero yo lo persigo, porque siempre es beneficioso promover en el público, al menos, una sonrisa.

¿Qué utilidad puede tener en este tema que estás desarrollando?

No, no, no… yo no desarrollo nada… ni me atrevo a dar definiciones porque mi base cultural es débil. Mira, yo vine a saber que existía un libro para enseñar a actuar, de un tal Stanislavsky ruso, ya después que triunfó la Revolución, y me alegró, pero te confieso que nunca lo leí completo, porque lo que hacía era reafirmarme lo que para mí ha sido siempre la actuación, y lo resumo en una palabra: sinceridad.

Bueno, en este tema que estamos tocando, ¿qué utilidad puede tener tu experiencia en la película La muerte de un burócrata?

Lo primero que habría que pensar es en el origen del tema de La muerte de un burócrata. Fue un cuento narrado por un humorista ruso en el que pasó eso que se da en la película. No recuerdo el nombre del humorista, ni leí el cuento, pero hay un cubano, que hoy ha perdido mucha vigencia, que sí supo estos pormenores y que luego coescribió el guion: Alfredo del Cueto.

Salvador en La muerte de un burócrata
 

Esta película concilia muy bien una amalgama de humor y de drama.

Sí, y lo logra, por eso ha durado como ha durado.

Juanchín, el personaje que interpretas, llega en varios momentos al sufrimiento.

Sí, hay varios momentos… porque tener al muerto en la casa y tener a la tía con la zozobra de qué hacer con aquel cadáver, ¡vaya! Hay personas que me han comentado lo que han llorado durante la exhibición, mientras los demás se morían de la risa.

Y en las circunstancias que hacen sufrir al personaje, ¿tú le buscaste la punta para que resultaran hilarantes o las asumiste respetando las posibilidades que el guion ofrecía al personaje?

Es que eso está en el secreto del encuentro que se produce entre el personaje y el intérprete. Hay un momento en que se produce ese choque, y lo que resulta puede ser beneficioso o no, pero tuve la suerte de que me relacioné con ese personaje siempre encontrándole el lado humorístico. Más que eso, había una intención que defender, y era la referida a la crítica, la crítica social. Era necesario criticar, y el medio valía, se podía, y toda la intención de Titón fue llevar la idea al humor aunque no lo confesara tácitamente, pero los que debíamos interpretar sus ideas geniales, sentimos esa tendencia: la de llevar el cuento, y defenderlo, en el campo del humor.

A lo mejor si yo tengo que hacerlo otra vez le hallaría otros puntos, porque en el arte escénico no siempre se repite la actuación.

Me gusta recordar la canción de Silvio Rodríguez en estos casos, que dice: “mi amor sin antifaz”… Silvio dice tantas cosas lindas ahí… y es verdad, el actor tiene que pensar como Silvio en su canción cuando se decide por un personaje, porque no es fácil convencer a los demás de un modo de decir o un modo de hacer, no es fácil.

Salvador y Titón
 

¿Y Titón era de risa fácil?

No exactamente. Lo que sí era un hombre muy culto, se puede subrayar. Lo que hacía lo hacía conscientemente.

Tú actuabas en los chistes de las cine-revistas que se hacían para exhibir entre películas en los cines en 1958, entonces eras dirigido también por Tomás Gutiérrez Alea. ¿Qué cualidades en él te resultaron novedosas en esa primera experiencia?

Bueno, demoro en responderte porque para mí siempre representó un reto desempeñarme bajo su dirección, porque temía no estar a su altura intelectual, y lo interesante es que, aunque no me resultara fácil, yo sentía confianza, confianza extrema al actuar, pero no siempre estuve convencido del modo de él de hacer… Titón tiene mucha fuerza en la expresión, no fuerza bruta o brutal, no, él es un hombre que te hace llegar las ideas de una manera respetuosa, serena. Para mí fueron importantes, en nuestra relación de trabajo, las escenas en las que estoy solo, confrontando un problema personal, situaciones que me tocaba enfrentar y resolver solo… allí es donde yo me daba cuenta de que actuaba con plena libertad, libertad que él me daba y yo la disfrutaba, eso fue dándole al trabajo un sello de naturalidad. Sin embargo, para que tú veas lo que es la vida, más nunca me utilizó.

¿Qué le dirías al público?

Que para mí es un placer muy grande dedicarle mi modesta actuación. Es un deber de trabajo, una responsabilidad con mi época, que hice con la mayor dignidad posible en favor del público de la nación cubana. Muchas gracias.

¿Quieres almorzar?

¡Claro que sí!… pero algo que sea ligero y a la vez fuerte.

Galería:
 
En Jíbaro, de Daniel Díaz Torres
 
Salvador Wood, el chino Wong y Rita Montaner
 
Salvador en La montaña de la amapola roja, filme alemán
 
En La muerte de un burócrata, de Gutiérrez Alea
 
Salvador en Soy Cuba
 
En Finlay
 
Caracterizado como Martí, en 1968
 
Salvador mambí
 
Salvador con Idalberto Delgado en la televisión de los años 50
 
Salvador y Paco Alfonso
 
En Con sus propias manos
 
Salvador en Felo, un tipo duro en La Habana
 
Salvador Wood, Rogelio Blain y Luis Alberto García en Orden de ataque