Mucho Diego… y más

Onaisys Fonticoba Gener
21/3/2018

El trovador Diego Gutiérrez protagonizó la entrega más reciente de El Patio de Baldovina. Por más de una hora compartió temas de su último disco Pa´lante el mambo, éxitos de producciones anteriores y adelantos de Como antes, fonograma que graba con el Sello Unicornio. La Jiribilla lo entrevistó en exclusiva.


 Diego Gutiérrez se presenta en el Patio de Baldovina. Foto Facebook

 

Diego Gutiérrez no pierde su capacidad de asombro. No lo hizo en el preuniversitario cuando muchos entendían la trova como “descarga política”, ni en la Universidad de Santa Clara cuando vio que sus contemporáneos componían tan bien como sus ídolos, tampoco cuando La Trovuntivitis se ramificó por todo el país, ni cuando el público canta temas que ni siquiera ha grabado.

Se define como fanático de Silvio y de Pablo, “sujeto” de sus canciones, trovador, honesto. Lo más importante en el arte, suele decir, es la sinceridad. “Porque nos ocultamos detrás de las palabras y no decimos lo que de verdad queremos”, comenta. “A veces el autor se deja llevar por la melodía y agrega una letra sin sentido. Y yo me rompo la cabeza para que eso no me pase; me ha costado tiempo llegar a esa honestidad”.

¿Por eso es “sujeto” de sus canciones?, le pregunto. “Podría parecer superficial pero me parece interesante contar lo que me pasa, que es más o menos lo que le sucede a cualquiera. Me gusta cantarle a la gente que está implicada y tener esa complicidad. Son temas muy autobiográficos, pero de repente el público se apropia de versos o de canciones completas y siento que me dicen “esa también es mi vida”.

Avileño de nacimiento, villareño por pasión y habanero por fortuna, este cantautor asegura deber a su natal Majagua las primeras influencias musicales. “Si escuchas mis canciones pensarás que no tienen mucho que ver con el ambiente rural de Majagua, pero mis raíces están ahí. Majagua es un pueblo de muchas tradiciones musicales y danzarias, sobre todo de una modalidad del punto cubano conocida como el “punto de parranda” (variante del punto camagüeyano). Además, mi padre tocaba el tres y le encantaba cantar décimas, mis hermanos también son muy musicales —me enseñaron a tocar guitarra— y eso influyó mucho en lo que serían mis canciones”.

También lo haría, a su ingreso en la Universidad de Santa Clara, el trío Enserie (Roly Berrío, Levis Aliaga y Raúl Cabrera), una “especie de iluminación —como ha dicho en otras ocasiones— que le llevó a componer sus primeros temas, a descubrir que el arte tiene de inspiración y de oficio, de estudio y de asimilación intuitiva[1].

Luego de un preuniversitario donde cargó con la etiqueta de trovador “político”, la Universidad representó un verdadero despegue. “Desafortunadamente hubo un momento en que se etiquetó a la trova como “canciones solemnes para actos políticos”, cuando siempre ha tenido un componente social, amoroso; son canciones bellas en el sentido del arte”.

“Yo era fanático de Silvio y de Pablo, conocía su obra y sabía su enorme potencial de temáticas, me dolía que los vieran así. Entonces, cuando comencé a componer, traté de alejarme de los temas sociales porque me parecían agotados y bien dichos por cantautores como estos y por los de la generación que le siguió, con canciones más cuestionadoras aún. Es así que mis temas van más a lo íntimo, aunque adopten otras formas y formatos; no sólo abordan la canción pura, sino que se apoyan en géneros cubanos e internacionales”.

Hay una pregunta imprescindible: La Trovuntivitis. ¿Cómo resume su impacto?

Hay un viejo proverbio que dice ‘cántale a tu aldea y le cantarás al mundo’, y ese fenómeno local que surgió en Santa Clara se ha ramificado en todo el país. Hace 20 años nos conocieron en el Mejunje y ya hay muchos cubanos que han crecido con las canciones de la Trovuntivitis. Es un movimiento muy variado, sincero; la forma de pararse en escena es un regalo para la vista porque se nota la armonía entre los músicos, y eso ha logrado un cuerpo de obra muy importante para la cancionística cubana.

Usted es avileño, hijo de Santa Clara y ahora vive en La Habana. ¿Considera que la geografía es determinante para ser reconocido?

Me parece que influye mucho, pero no determina. Existe un cliché —que entiendo ahora que estoy en La Habana—, que dice que a todo el que vive en la capital le va mejor. Y también puede ser difícil, porque es un ambiente muy competitivo—incluso para bien— por los circuitos musicales. Es cierto que se puede tener más acceso a los medios, pero hay que trabajar el doble.

A veces creo que mi generación, la de los cantautores de los noventa, es perezosa; creíamos que debían venir a buscarnos y no teníamos por qué tocar puertas, y es válido proponer tu trabajo. Éramos mucho de reuniones, congresos…. y no parábamos de hablar de la promoción. Pero lo cierto es que no componemos para nosotros mismos, escribimos para compartir, y mientras más se pueda, mejor. La gente tiende a ver peyorativamente eso de la fama, y lo que se quiere es compartir lo que uno hace, y si eso es la fama….

Pero usted ha compartido mucho, y además es reconocido. ¿Si tuviese que escoger uno…?

Mira… a mí me gusta compartir, que la gente pueda cantar las canciones. En los conciertos no paro de sorprenderme porque hay temas que sé que cantará la mayoría, pero otros que no están grabados en discos los cantan igual. Eso me sorprende siempre. Si la popularidad es eso, bienvenida.

Notas:
 
[1]Con información publicada en la revista Caimán Barbudo, 2013.