Octubre para mí

Ricardo Riverón Rojas
19/10/2020

Octubre no es solo, para mí, el décimo mes del año. Ni siquiera el que cada 25 marca mi edad con un nuevo ordinal. Octubre es ―insisto en que únicamente para mí― el mes en que lo inicio todo. Ignoro de dónde proviene la magia, el rito, o la superstición, pero la mayor parte de mis libros los he empezado a escribir en ese mes en que el clima comienza a perdonarnos el sofoco, aunque este año haya demorado bastante ese perdón.

En octubre, además de mí, nacieron mi hermana y mi padre, se casaron mis progenitores, me uní a mi actual y definitiva esposa y me mudé para la casa donde vivo dignamente, y viviré hasta el final, desde hace 25 años. En octubre, además de las consagraciones, me asaltan las más provocadoras nostalgias.

Cuando octubre aparece, lo reflexivo se activa en mí, sobre todo en las tardes, mientras contemplo con éxtasis panteísta el sosegado violeta que crece y se deslíe. El frescor de las aguas, los aromas dormidos, la mano plácida del año que envejece producen cambios en mi metabolismo, y así paso del sobresalto estival a la paz que nos permite el regodeo, el verso reposado. Pienso porque existo, y el simulacro de otoño me obsequia una estancia promisoria.

Pero octubre para mí ―memorioso empedernido― es el mes de los sucesos que merecen registro. Además de los familiares, ahí están, a la vista ―no siempre positivos― los de alcances mayores. Existe un día 10, libre de caducidad, momento en que cristalizaron, en actos, nuestra conciencia de nación y la firmeza de anteponerla a todo. Existe también un día 20 para que todos los cubanos nos reconozcamos en la cultura que nos distingue. La elección de la fecha, para establecerla como Día de la Cultura Cubana, no es gratuita, pues alude a una similar, pero de 1868, en que las tropas mambisas liberaron la ciudad de Bayamo y el pueblo entonó, por primera vez, el himno compuesto por Perucho Figueredo.

“Octubre para mí (…) es el mes de los sucesos que merecen registro”. Foto: Tomada de Cubadebate
 

Buscando en la vida del más grande cubano, nuestro Martí, hay días de octubre que tienen que haberle acomodado, o apuñalado, el alma. El 29 de octubre de 1874 se firmó en la Universidad Literaria de Zaragoza el certificado donde consta que aprobó su evaluación como Licenciado en Derecho Civil y Canónico; el 2 de octubre de 1884 nuestro Apóstol se reunió por primera vez con los generales Gómez y Maceo. En ese mismo mes, el día 20, tras varias conversaciones conflictivas ―sobre todo con Maceo― se retira Martí del plan conspirativo de los dos patriotas, aunque, como se sabe, luego volverían a confluir en una epopeya que, pese a las diferencias, los hermanaría en la grandeza.

Sé que solo tiene importancia para mí el que estas cosas sucedieran en el mes que ahora elogio. Pudiera referirme a otras que le corresponden a enero, donde viven otras realizaciones sublimes de la vida cubana; o a las de mayo, solo por amor a la primavera, pero me tomo la caprichosa licencia de ponderar, hoy, las de octubre, aunque solo se justificara por la nimiedad de que comparten conmigo esa mínima porción de tiempo eterno que es el mes en que uno se incorpora al mundo.

“Buscando en la vida del más grande cubano, nuestro Martí,
hay días de octubre que tienen  que haberle acomodado, o apuñalado, el alma”.
Foto de la obra José Martí (1960), de Eduardo Abela. Tomada del Portal José Martí

 

En su rumbo negativo, nunca pierdo de vista las atrocidades que también nos regala octubre. De ahí que en Cuba no veneremos al día 12, como hacen en otros ámbitos. Lo que en realidad ocurrió, hace ya 528 años, fue que, desde las naves de Colón, se inventaron las fake news: los aturdidos navegantes proclamaron haber llegado a los dominios del Gran Kan, completamente ajenos a que habían chocado con unas tierras nuevas, a las que les mutilaron el futuro. Así se consagró, difundió, trascendió como verdad histórica la falacia de que aquello fue un encuentro civilizatorio. La historia, cuando se cuenta bien, deja claro que entonces se produjo la mayor fractura en el seguro desarrollo de los pueblos originarios: la condena del continente. Todavía hoy, en las metrópolis, se nos mira con frecuencia como seres subalternos.

También golpea en mi conciencia que fue en ese mes ―el 21, de 1896― cuando el general Valeriano Weyler dictó para nuestro país el genocida Bando de Reconcentración, cuya secuela de muertes pudiera emular con el holocausto nazi. Igual lamento, de todos los octubres, aquel 3, de 1961, en que unos bandidos con ínfulas de libertadores asesinaron al alfabetizador Delfín Sen Cedré, primo segundo de mi colega Omar Valiño. Son fechas que quisiera desterrar de mi mes preferido. Y qué decir del 6, de 1976, con el macabro crimen contra el avión de Cubana, y del 9, de 1967, con la muerte del Che, o del 28, por la desaparición de Camilo. Existen otras, claro, pero no intento reseñarlas in extenso.

Pero octubre siempre será para mí la ventana por donde atisbo la grandeza de mi país. Siempre lo asumiré como un mes de celebraciones, porque la inmensidad de esencias que se concentran en el día 20 nos pone orgullo en cada gesto y brillo en lo luctuoso. Lo podríamos resumir en la palabra cultura. Somos un pueblo que se entiende y busca comprenderse mejor, un conglomerado de personas que optaron por parecerse solo a sus sueños, aunque a lo soñado le falten trazos para concretar la silueta. En la cultura está el taller donde se restaura todo.

“La inmensidad de esencias que se concentran en el día 20 de octubre nos pone orgullo
en cada gesto y brillo en lo luctuoso”. Ilustración: Tomada de Radio Reloj

 

El octubre que nos ha tocado este año no es precisamente un tiempo alegre: muchas muertes de colegas y figuras emblemáticas de la cultura cubana dejan claros difíciles de llenar. No digo nombres para no jerarquizarlos. La pandemia COVID-19, unida a la guerra económica que nos hacen, ha tensado las fuerzas casi hasta el desmayo. Pero, precisamente gracias a la cultura, que es mucho más que expresiones artísticas, seguimos en la marcha hacia otros días de gloria. La ciencia ―que tan elocuentes ejemplos nos ha dado―, la política, la laboriosidad, la capacidad de diálogo y de resistencia son también expresiones de cultura. Celebremos nuevamente en octubre lo que hacemos durante todo el año. Ya yo empecé a escribir otro libro.