Pedro Pablo Oliva y sus fabulaciones en la Bienal

Elaine Caballero Sabugueiro
25/4/2019

Calle Obispo, esquina a Oficios. En esta céntrica ubicación de la parte más antigua de la capital, el maestro Pedro Pablo Oliva ha decido dejar huellas de identidad en la XIII Bienal de La Habana, con tres esculturas en bronce de su autoría.

Foto: Yuris Nórido/ Cubasí
 

Las piezas sorprenden por la quietud que emana de ellas. Varias figuras con los ojos cerrados parecen estar en un sueño idílico sin señales de despertar en algún momento. El artista, en gran medida, es un soñador que durante años nos ha imbuido con su creación como parte de una gran fantasía, un anhelo que cobra vida mediante formas bien pensadas y de extraordinaria belleza, donde el sentir es lo más importante.

Adentrarse en su mente y entenderlo resulta fácil para quienes tengan el don de la sensibilidad. En particular, sus obras en el evento más esperado de las artes visuales en Cuba atraen más de una mirada por la poética que encierran.

En ellas Pedro Pablo Oliva hace un homenaje a la maternidad, al amor, a la tranquilidad del hogar y al café. La mujer como hilo conductor de una historia, la mujer acompañada de su pequeño, la mujer desafiando la gravedad. Son algunas de sus posibles sugerencias.

Las féminas no lucen un rostro común, son el resultado del pulso creativo del también pintor. Resulta sencillo imaginarlo en plena acción profesional dándole forma al bronce con su reconocible estilo.

¿Cómo no querer algunas de sus creaciones en casa, en especial las de esta Bienal? El gusto por la belleza es una de las condiciones innatas en el hombre, y Pedro Pablo Oliva cumple con el requisito de seducir al ojo humano con un gran poder de síntesis y, lo más relevante: la empatía que logra con sus obras.

En los últimos años, le ha concedido mayor tiempo al dibujo y la escultura. Sus inquietudes obedecen a cuestiones de orden ético, social, sicológico y filosófico.

Arte sin límites en busca de sujetos líricos y ensueños

Considerado una de las figuras más destacadas de la pintura cubana contemporánea, el creador de 70 años de edad se caracteriza por su inconfundible estilo neoexpresionista.

Obras suyas han sido expuestas en Canadá, Francia, Italia, España, Brasil, Suiza, México, Alemania y Estados Unidos. Lo más significativo de Pedro Pablo Oliva es su fuerza para reinventarse y no perder el ritmo ni la esencia. Así se ha ganado un lugar merecido en las artes plásticas de Cuba y el mundo.

Sobran frases para definirlo en sus más heterogéneas dimensiones. La crítica de arte y curadora Hortensia Montero asegura que lo distingue “el acento lírico, las texturas y los efectos técnicos en una composición resuelta con la aprehensión de fantasías y realidades. Compone su poética desde un acercamiento anecdótico y enaltecedor de los sentimientos humanos, secundado por un tratamiento simbólico junto al característico halo de poesía”.

Otro elemento distintivo en sus piezas es su tradicional picardía, con la que juega, reta y se reinventa, tal vez para decirnos que la vida, desde la alegría, es más intensa y exquisita.