Presentando la primera Gaceta del 2016

Laidi Fernández de Juan
31/3/2016
Fotos: Cortesía del autor

Presentar La Gaceta de Cuba se ha convertido, más allá de un honor, en una especie de examen. El tribunal que decide la calificación, encabezado, por supuesto, por los aguerridos Norberto Codina y Vivian Lechuga, es mucho más extenso de lo que pudiera pensarse. Cuando la persona encargada de lanzar la publicación finaliza su exposición, sabe que dos juicios le esperan: uno inmediato, proveniente del equipo gacetiano, y otro, que poco a poco le hará el público. Creo que esta es la revista cubana cuyo lanzamiento suscita mayor expectativa. Esto multiplica el compromiso de quien se sienta al lado del Director y frente al grupo de amigos, artistas y colaboradores que asisten a la evaluación. Me encuentro en la curiosa postura de una segunda oportunidad, que viene a ser como un renganche, o como dicen los jóvenes hoy: Una “Re”. Espero que esta vez pueda subir la nota que obtuve en la primera convocatoria o examen ordinario. Hablando de ordinario, debo comenzar por decir que este número de La Gaceta de Cuba, el primero del año 2016, es extraordinario. No solo por la modernización del diseño y los hermosísimos dibujos de Rapi, sino porque en sus 64 páginas expone un muy amplio abanico de temáticas, que incluye casi todas las manifestaciones del arte. Hay referencias al ballet, a la música, a la narrativa, a la poesía, al ensayo, a la plástica, al cine, y todo calzado por dos dossieres que rinden homenaje a grandes figuras de nuestra cultura.

El Premio Nacional de Crítica de Arte “Guy Pérez Cisneros 2015”, Rafael Acosta de Arriba, analiza la obra del poeta, pintor y crítico Pedro de Oraá, Premio Nacional de Artes Plásticas, a través del texto “Reestructurando el espacio”, en el cual realiza un recorrido por los orígenes del abstraccionismo o arte no figurativo, así como del concretismo. Recuerda palabras del propio Oraá que resumen la intencionalidad de la peculiar interpretación acerca de su quehacer: “La pintura ya no representa, sino que se presenta, se da por sí misma, un espacio dentro del espacio, lo abstracto deviene concreto”. Acosta de Arriba señala: “Su arte abstracto-geométrico es de lo mejor realizado en su momento en el arte cubano. La figura de Oraá como creador se presenta como una totalidad: artífice de signos (pintura, grabado, diseño) y poeta. ¿Qué más se le puede pedir a un artista de la visualidad?”. A continuación aparecen poemas de este artista (“Escrito en papel de arroz”; “Ideogramas sobre hojas con rebarbas”), además de textos de otros dos poetas muy conocidos entre nosotros: de José Kozer (“Naturaleza muerta”, “Principio de realidad”, “Jk, 75 años, sin ambages”) y de Rolando López del Amo (“Conversación con el buda” y “De griegos y yorubas”). Para terminar con la feliz conjunción de poetas y plásticos, me referiré a dos críticas de manifestaciones de la plástica, con las cuales cierra este número de La Gaceta. Una, “!Atrapad al conejo en aquella mancha!”, de la curadora Beatriz Gago, y otra, “Ne me quitte pas” de la profesora y ensayista Adelaida de Juan. La primera, referida a “All over drawing”, exposición bipersonal de Jorge y Larry, que reúne, al decir de la autora del trabajo, una serie de monotipias abstractas posteriormente intervenidas con tinta por los artistas, de manera que la lectura de los textos contenidos en las monotipias y en los objetos intervenidos conducen a una dualidad integrada por lo figurativo y lo abstracto. Este trabajo incita al acercamiento a “All over drawing” para intentar la superación del conflicto hacia la obra abstracta, señalado por Beatriz Gago como un prejuicio que curvó nuestra historia del arte local. El segundo y último trabajo reseña la más reciente muestra de la sensitiva Cirenaica Moreira, titulada “Estas flores malsanas”, probablemente en alusión a la obra canónica de Baudelaire, “Las flores del mal”. Con delicadeza de maestra experimentada, la de Juan, lejos de explayarse en los vastos conocimientos que tiene, describe no solo los colores, los matices, los velos, sino también la música que inunda la exposición a través de la voz de Jacques Brell. “Ne me quitte pas”, título de la canción y de esta reseña, recibe al visitante desde la entrada a la Galería Servando, y el susurro del francés lo despide, como señala la crítica de arte, quien además confiesa que esta exposición la sorprende, la perturba y le hace pensar. Magnífico elogio para Cirenaica y magnífica demostración del anti anquilosamiento de esta ensayista, a quien aprovecho para felicitar por sus venideros 85 años. En la misma sección de Crítica, el narrador, poeta y editor Daniel Díaz Mantilla analiza Body Art, libro de cuentos de Alberto Garrandés. Esta reseña no se limita a la mera descripción de la narrativa de Garrandés, depurada e inquietante como sabemos, sino que moviliza viejas e irresueltas interrogantes como “¿Para qué sirve escribir?”, ¿Para qué sirve leer? ¿Serán ambas actividades placenteras?”, con la intención de conducirnos a un nuevo terreno, muy a tono con la estética garranderiana. “¿De dónde nace el placer, de dónde viene el deseo que nos impulsa a actuar en pos del placer? Por su parte, Emilio Comas comenta el largo cuento El mar por el fondo, de Victor Hugo Pérez, Premio Biblioteca Breve de Narrativa 2014 del Fondo Literario “Eduardo Kovalivker”, de Buenos Aires. Comas afirma que esta narración “desde un moderno surrealismo nos hace recordar las tragedias pasadas y vividas por los más viejos, y nos llama a analizar desde la contemporaneidad cómo es de inexplicable la forma de actuar de los humanos cuando solo tienen el mar por el fondo”.

El ensayista y profesor camagüeyano Luis Álvarez Álvarez presenta un texto revelador: “Desiderio Navarro: una perspectiva orgánica sobre la cultura, una reflexión sin límites”, ofreciendo su valoración acerca del siempre laborante Desiderio, a quien el autor considera un abridor de ventanas imprescindibles para el investigador, el crítico y el académico en el terreno de las humanidades. Dos aspectos sobresalen, a mi juicio, en este interesante trabajo: el intencional carácter martiano que ha regido la labor aperturista y heterodoxa de Navarro, en términos del análisis del pensamiento estético y crítico internacional, generado mucho más allá de nuestra fronteras y la dificultad para reconocer en su verdadera dimensión, la polifacética tarea de Desiderio, investigador, traductor, ensayista, debido, entre otras razones, a la imposibilidad de ser encasillado. Luego de Desiderio, pasamos a Sacha. El querido por todos Francisco López Sacha (si se hiciera una encuesta para saber el narrador vivo más amado en Cuba, seguramente él obtendría la mayoría de los votos, seguido de cerca por Senel Paz) realizó una entrevista a Fernando Butazzoni, destacado intelectual uruguayo, nombrada “La locura del mundo nos construye también”, que desborda los límites de una conversación regida por el consabido esquema de preguntas y respuestas. Más allá del vínculo amistoso entre estos dos narradores, y del dominio que tiene Sacha de la obra de Butazzoni, resaltan las reflexiones filosóficas del uruguayo, y su posicionamiento con respecto a la Iglesia, a la Literatura, al drama de la izquierda actual, y al panorama desolador que se avecina. Su nota sobre el fenómeno de aislamiento que padecemos los escritores latinoamericanos recuerda el admirable artículo “La alfaguarización de la literatura”, del mexicano Victor Barrera Enderle, publicado hace varios años. Tristemente debemos reconocer que seguimos en las mismas. Sugiero la lectura, más bien el estudio de esta entrevista, en la que, gracias a Dios, existe, además de profundidad de pensamiento, buena dosis de humor, siempre conciliante, siempre bienvenido. La narrativa propiamente dicha está representada en esta Gaceta por el chileno-cubano Orlando Contreras, con “Un hombre de suerte”. Periodista, conductor de televisión y de radio, merecedor entre otras distinciones del Premio Nacional José Martí en 1999 por la obra periodística de toda su vida, en este testimonio resume lo que él considera una fortuna azarosa por haber sido testigo y protagonista de intensos momentos históricos. Sus vínculos con Camilo Cienfuegos, su admiración a Fidel, su participación en instantes como declara “tocando la historia con la mano”, convierten el texto en un referente valioso, y es de agradecer a su compañera, Elizabeth Díaz, permitirnos acceder a un fragmento de la memoria de este solidario cronista, cuando se cumple el primer año de su fallecimiento. De otro Contreras, esta vez Félix, poeta y periodista pinareño, llega el trabajo “Manguito dulce, bajito y con son”, la última entrevista que ofreciera el autor de Eres sensacional, el mítico Senén Suárez, cuyas letras alcanzaron mucha popularidad al ser interpretadas por grandes de nuestra música como Tito Gómez, Laíto, Alfonsín Quintana, Fernando Álvarez y, no podía faltar, Benny Moré. A continuación Fabio Fernández Batista, posiblemente el más joven Premio Nacional de Crítica Historiográfica “Enrique Gay Calbó” propone una síntesis de los giros sufridos por la Ciencia Histórica a partir de enero de 1959. Es impresionante la juventud de este autor y la intensidad de su criterio, en estos tiempos difíciles e inciertos. Precisamente acerca de jóvenes nos habla el crítico de cine Antonio González Rojas, analista del joven audiovisual cubano. Su excelente trabajo “Jóvenes cineastas cubanos en el 37 Festival de La Habana: ¿Indies contra cowboys?” coloca en el ardiente tapete del debate un tema absurdamente mal enjuiciado: las producciones independientes o no institucionales. Además de analizar las obras que se presentaron en el Festival, enfatiza en el hecho de que el cine de metraje largo propuesto por los más jóvenes “marca jalones indelebles en la cartografía audiovisual del país, y se revela como una dimensión posible que va dejando a un lado el cartel de alternativo para integrarse a una norma estable, posible y definitiva”. Es este trabajo un soplo de aliento en momentos en que la realidad, terca como es, exige un nuevo panorama de pluralidad fílmica. También al arte cinematográfico se refiere Antonio Ramos Hernández, joven sociólogo habanero, con la reseña al documental de William Sabourin Código color, memorias, al que el autor considera como fragmentos de una raza y sus evocaciones. Ramos aborda un tema tan candente como el anterior, y que consiste en “la ignorancia que puede existir en la actualidad acerca de la cuestión racial y de las formas de discriminación que hace que aparezcan tergiversadas en la cotidianidad numerosas manifestaciones del problema”.

Pasamos entonces a los dossieres. En una suerte de editorial que funciona como prólogo, se anuncia lo que viene a continuación, destacando gratitud a Esther García Mariño, quien ofreciera las trascripciones de testimonios y de sus conversaciones con el maestro Fernando Alonso, que forman parte de su documental Fernando es la danza, estrenado en el año 2014 por el centenario de esta figura imprescindible en nuestra cultura. La Gaceta brinda la entrevista que a modo de charla íntima sostuviera el gran profesor de ballet con el cineasta Enrique Pineda Barnet, y que lleva por título “El bailarín es uno solo”, dos conmovedoras evocaciones a quien aun acompaña a las grandes bailarinas, profesoras y maitres de ballet Aurora Bosch y Loipa Araújo, dos de las llamadas joyas del ballet cubano. Considero que no existe mejor tributo que el sentimiento “Yo tengo a Fernando al lado mio”, de la primera y “Cuando imparto una clase, yo sé que Fernando está ahí, retándome al no conformismo”, de la segunda. La permanencia es, sin dudas, el más hermoso signo de perpetuidad a nivel emocional. Por su parte, Pablo Moré, profesor de ballet e integrante del primer grupo de egresados de la Escuela Nacional de Ballet, explica los motivos de su endeudamiento con el Gran Maestro, con quien tuvo la fortuna (y enfatiza que no fue suerte sino fortuna) de estudiar, y de adentrarse en las tareas de la pedagogía del ballet. Concluye este dossier con palabras de Eduardo Heras León, profundo admirador del arte danzario, como se sabe. El Chino narra su primer encuentro y su posterior relación con quien considera, con toda justeza, el creador de la Escuela Cubana de Ballet, el Gran Maestro. Estos trabajos constituyen un merecidísimo homenaje al inolvidable educador Fernando Alonso, un artista que consagró su talento, sus fuerzas y su capacidad creadora al ballet, la expresión más completa de todas las artes de acuerdo con el Premio Nacional de Literatura que cierra las cortinas de “En el palco del Ballet Nacional”.

Con toda intención, he dejado para el final de la presentación, el trabajo que da inicio a esta Gaceta. El dossier “Los Diego” me estremece, y he tenido que leerlo más de una vez. Los vínculos filiales (más que de amistad) entre el clan De Diego-García Marruz y otro al que pertenezco, obligan a frenarme, porque el cariño de toda una vida (y más de una, si es posible) amenaza con enturbiar la distancia que debe guardarse para comentar con objetividad trabajos ajenos. Intentaré hacerlo lo más profesionalmente posible. Me honran dos sucesos: que Norberto Codina haya pensado en mí para este lanzamiento, conocedor de los lazos de afecto que, como ya dije, mi familia y la de Eliseo han mantenido y conservan, y que en el espacio “Miércoles de sonrisas”, hayamos dado inicio a la Jornada Por los Diego, el 13 de enero de este año, con la participación de Fefé y de José María Vitier, donde todos y cada uno de los presentes hicimos un ejercicio de constricción emocional en aras de evitar el espectáculo de llorar en público. Es difícil contenerse cuando se habla de figuras tan entrañables, y a quienes tanto debe la cultura de Cuba. Con alegría, como pidió un poeta, debemos recordar a Rapi y a Lichi.

Fefé ha escrito una especie de minibiografía de sus hermanos titulada “Con la misma pasión: razones para un homenaje”, dedicada a María José, la hija de su gemelo, y a Ismael, el hijo de Rapi. En ella resume la trayectoria cultural de sus hermanos, como puede apreciarse en este párrafo: “Dedicaron sus vidas al arte y a la literatura. Rapi estuvo dibujando mientras pudo. Cuando los dolores le impidieron sostener su pincel y sus plumillas para realizar sus maravillosas miniaturas, comenzó a dibujar con unos trazos más largos, más sencillos, que le exigían menos esfuerzo. Lichi estuvo escribiendo hasta el final. Su última columna, “Eso que llaman amor para vivir”, se publicó el jueves 14 de julio en el periódico Milenio; murió diecisiete días después”. El cineasta Gerardo Chijona, íntimo amigo de los tres hijos de Bella y Eliseo, nos habla del afecto y de la deuda de gratitud que profesa hacia Rapi y hacia Lichi en cuatro columnas trémulas, en las que se percibe la vibración de su inalterado amor. Jorge R. Bermúdez, poeta y crítico de arte, desde su postura de analista de la plástica, profundiza en la originalidad del Rapi dibujante, ilustrador y diseñador, con particular énfasis en la obra final del artista, “El Didi y el profesor Jinks”, publicada post mortem. Afirma “En esta obra póstuma de Rapi me arriesgo a reconocer el comienzo de una nueva etapa, teniendo en cuenta el filón de nuevas historias que podía aportarle y para las cuales estaba más que dotado como ilustrador y escritor”, lo que demuestra el espíritu imbatible que mantuvo el artista hasta el final de su vida. A Rapi lo recordaremos siempre, trabajando y riéndose, deleitándonos con sus ocurrencias, con sus exquisitos dibujos, con su humor. El texto “Gracias de nuevo”, de Nicolás Hernández Guillén, rememora la profunda amistad entre Nicolás y Eliseo, y el alborozo del fundador y primer presidente de la UNEAC al ver las ilustraciones de Rapi para su poemario Por el mar de las Antillas, francamente insuperables. La relación entre Hernández Guillén y Rapi propició que en el 2001 nuevos dibujos, tan magníficos como los anteriores, ilustraran dos de los poemas de Sapito y Sapón, para una edición mexicana. Dos cartas se incluyen en el dossier: Una dirigida a Rapi, por Eliseo, y otra, de Luis Rogelio Nogueras a Lichi. En ambas se evidencia el carácter de cada uno de estos ilustres y modestos hermanos, según las expresiones que les dedican los correspondientes escritores. No comentaré ninguna de ellas, porque sería cometer sacrilegio. Los lectores descubrirán los rasgos de la personalidad de los hijos varones de Eliseo, según estas graciosas epístolas. Un fragmento de La Quinta de los comienzos, el primer libro que escribiera Lichi, a sus 18 años, y que permanece inédito hasta el sol de hoy, completa el dossier. He tenido el privilegio de leer íntegramente este texto, cuyo título se debe a un poema de Octavio Smith, y es impresionante su lirismo, su belleza, su evocación. Al respecto, apunta Fefé “[Lichi] nunca lo quiso publicar; sospecho que lo consideraba demasiado ingenuo, y puede que haya tenido razón. Para mí, es un testimonio entrañable de nuestra infancia y primera juventud”. Sin embargo, me permito el atrevimiento de sugerirle a la hermana del narrador (y narradora ella también, y muy buena, aunque se consagre al cuidadoso resguardo de los tesoros familiares y desdeñe su propia obra) que es tiempo de dar a la luz La Quinta de los comienzos, ejercicio literario de un Lichi joven, poético e inexperto, con la ternura del principiante que siempre conmueve al contar, por ejemplo que “desde la ventana se veía venir la noche como un manto sobre los pinos, y los pinos soñaban con los duendes”.

Es así, como quiso Eliseo y como propició Bella el mundo de sus hijos: duendesco, lleno de gnomos y de elfos traviesos. Y así es como los recordamos a todos, a todas. Concluyo citando a la sobreviviente de esta historia, porque de ella es el mérito de esta jornada Por Los Diego que durará medio año: “Agradezco a La Gaceta de Cuba y a todos los amigos que se han sumado con cariño y entusiasmo al empeño de homenajear a mis hermanos, a la manera que nos enseñó nuestro padre: recordándolos, nombrándolos, rescatándolos del olvido a través de sus palabras, sus dibujos, su cine. A través, en fin, de las cosas que amaron”.

Muchas gracias y uf, ahora, que venga la nota.