Renacer La Habana

Gabriela Rodríguez-Loeches Pérez
9/9/2016

“La Habana acaba de ser proclamada oficialmente Ciudad Maravilla por la votación popular efectuada a nivel mundial. Se suma esta al prestigio de la anterior declaración de Patrimonio Cultural de la Humanidad a su Centro Histórico y al sistema de fortificaciones militares que la circundan. Eso —dice Roberto Medina, profesor de Historia del Arte de la Universidad de La Habana— entraña una gran responsabilidad, porque ambas condiciones exigen (…) revitalizar las estructuras edilicias y los espacios urbanísticos que la conforman (…), trazar estrategias a corto, mediano y largo plazo para lograr un paisajismo renovado y reluciente que preserve y enaltezca los valores históricos de las ciudades y zonas naturales, sobre todo las más sobresalientes”.

El paisaje de La Habana está cambiando, y no por azar. Basta caminar por algunas calles del Vedado, de Miramar o de la Habana Vieja para evidenciarlo.

Lo cierto es que el paisaje de La Habana está cambiando, y no por azar. Basta caminar por algunas calles del Vedado, de Miramar o de la Habana Vieja para evidenciarlo. Luces y colores llamativos, aromas frescos y seductores, carteles lumínicos, grandes vidrieras, gorras y pulóveres con emblemas, retazos de música y conversación animada al abrirse una puerta, o algo tan pequeño y sencillo como tarjetas de presentación, dan pistas de una Habana que comienza a lucir nuevos aires.

Y es que durante los últimos años, el Estado cubano ha apostado por la apertura y diversificación de la economía del país, incluyendo modelos privados y de cooperativas en su gestión. Como resultado, nuevos negocios de variada índole han comenzado a establecerse por doquier.


Foto: Kike

Para Eduardo Rodríguez-Loeches, inversor, la transformación experimentada por La Habana en el último quinquenio es estimable. “En estos años he notado que los cuentapropistas tienen cada día más ilusión, más esperanzas y poder económico. El cambio se ve en la ciudad: han mejorado las ofertas gastronómicas, la calidad en el servicio al cliente, la limpieza de los establecimientos privados… La urbe está recobrando poco a poco la vida y el protagonismo”.

A decir de Marlen Hechevarría, abogada y cuentapropista, los avances en la transformación arquitectónica de la ciudad a manos de los cuentapropistas se debe, en parte, a la imposibilidad del Estado de asumir tan elevado número de operaciones. Los llamados “nuevos empresarios” han contribuido con sus inversiones a incrementar el desarrollo urbanístico de la capital. Prueba de ello son las tantas instalaciones en malas condiciones que hoy, luego de restauradas, reafirman la belleza y calidad de la arquitectura cubana.

Clubes nocturnos, bares-restaurantes, cafeterías, dulcerías, talleres electrónicos, estudios de fotografía e impresión, salones de belleza, peluquerías, gimnasios, tiendas y hostales, entre otros, han empezado a ocupar un nuevo rol en la topografía citadina y a modernizar, sobre todo en zonas céntricas, la imagen históricamente romántica y decadente de la capital.


Foto: Kike
 

Estos nuevos “emprendimientos” toman por sede portales, casas, apartamentos u otras instalaciones, las cuales son reconstruidas y redecoradas, parcial o totalmente, hasta adquirir una visualidad atractiva que les permita cumplir con sus nuevos propósitos comerciales.

“La participación ciudadana encargada de formar pequeños negocios ha comenzado a insertarse rápidamente en estos sitios. El problema —apunta Medina— es que los adapta según sus posibilidades y gustos”.

Algunos dueños o inversores deciden respetar el diseño arquitectónico primero de la edificación. Así, contribuyen no solo al esparcimiento sociocultural de los viajeros y la población, sino también al rescate, conservación y promoción de los valores visuales de la ciudad.

“Algunas (de estas construcciones), por desgracia las menos, han sido sometidas favorablemente al ejercicio profesional de arquitectos y diseñadores de interiores, quienes han logrado crear pequeños oasis de calidad aceptable. Otras llegan a ser ejemplos de un verdadero buen gusto y realce de modernidad”, añade Medina.

Sin embargo, no son pocos los cuentapropistas que buscan sobresalir en su contexto, y escogen para ello determinados modelos de construcción o diseño, cargados de patrones modernos y extranjeros, aun a sabiendas de su posible incompatibilidad con la estética local.

No son pocos los cuentapropistas que buscan sobresalir en su contexto, y escogen para ello determinados modelos de construcción o diseño, cargados de patrones modernos y extranjeros, aun a sabiendas de su posible incompatibilidad con la estética local.

“Quienes se dedican a estos negocios, lo hacen a partir de lo que tienen a mano. Es ahí donde comienzan las fricciones entre lo urbano (con todas las leyes, decretos y otros dictados para su ordenamiento y funcionamiento idóneo), y los intereses personales. Solapados en un poder adquisitivo sustentado en su emprendimiento económico, buscan aquellos paradigmas neocoloniales que los diferencien de los otros y legitimen con un rostro fastuoso la detentación de un modo de vida que se aleja de la visión de la sociedad socialista cubana”, explica Emilio Caraballo, profesor de la Universidad de La Habana.

Tampoco faltan quienes, guiados más bien por ideas “prácticas”, deciden realizar cambios estructurales a su inmueble para obtener, por ejemplo, mayor espacio, burlando, muchas veces por desconocimiento, ciertas regulaciones establecidas.

“El problema —asegura el arquitecto Nelson Herrera Ysla— es que la mayor parte de esas intervenciones no están hechas por profesionales, por personas que toman en cuenta las escalas de la ciudad, las visualidades, las perspectivas, el diseño gráfico… Las soluciones no son buenas por lo general, sino que están creando una especie de ruido visual, ambiental, que no necesariamente está mejorando el entorno de la ciudad, sino alterándolo”.


Foto: Cortesía Daniel Taboada

En cualquier caso, ya busquen llamar la atención o conseguir determinadas facilidades, estos dos últimos ejemplos no solo corren el riesgo de incurrir en faltas ante la ley, sino que propician el desequilibrio arquitectónico-estilístico de la ciudad e imponen gustos y tendencias de dudosa calidad y poco reflejo en el perfil habanero.

Las soluciones no son buenas por lo general, sino que están creando una especie de ruido visual, ambiental, que no necesariamente está mejorando el entorno de la ciudad, sino alterándolo.

Según Caraballo, quienes apuestan por establecer nuevos negocios, proyectan “una imagen de opulencia muchas veces imitativa de modelos individualistas del capitalismo (…), sin tener en cuenta los estilos arquitectónicos del entorno o de la vivienda en sí (…). Hay un mimetismo de estereotipos arquitectónicos de un pésimo gusto burgués, amparado en una concepción de nuevo rico que trata de diferenciarse del resto de la comunidad donde reside, y lo hace agrediendo las normas urbanísticas, la historia y el patrimonio locales…”.

No obstante, los cuentapropistas, cualesquiera que sean sus objetivos o afanes, no son los únicos responsables de los cambios, algunos para bien, otros para mal, que están ocurriendo en La Habana.

“Siempre se le echa la culpa a la gente de todos estos problemas de la arquitectura y de la fealdad de la ciudad. Se les tiende a pasar la responsabilidad cuando son las instituciones las responsables de eso. Y como las instituciones no multan ni toman ninguna medida con ellos, la gente cree que no tiene límites ni barreras, por lo que cada cual hace lo que quiera, sin la intervención ni supervisión de profesionales”, plantea Herrera Ysla.

Y añade: “Los organismos encargados de que esto tenga un sentido, una razón de ser, una organicidad y una integración o coherencia, no parecen muy interesados en que eso suceda, salvo que les rinda beneficios económicos. Por otro lado, ni en La Habana ni en Cuba hay capacidad de diseño ni profesionales suficientes para atender el cúmulo de necesidades y problemas que han surgido en los últimos años”.


Foto: Cortesía Daniel Taboada

Eduardo Callado, jefe de obras de una cooperativa de construcción y antiguo directivo de una empresa de construcción estatal, corrobora lo planteado por Herrera Ysla. Para él, la incompatibilidad entre lo que requiere la ciudad como ente arquitectónico y lo que se desea hacer con buena parte de los nuevos negocios por cuenta propia, debe ser tomada con más seriedad y eficiencia por las instituciones pertinentes.

“No todas las edificaciones llevan el mismo tratamiento ni la misma manera de hacer las cosas, y eso quien tiene que hacerlo valer es Planificación Física, que es el organismo rector y quien establece los cánones por los que deben efectuarse las reparaciones allá donde sean necesarias. Pero Planificación Física no da abasto con ello. El ritmo de reparaciones que vive la ciudad es muy superior a sus posibilidades de otorgamiento de permisos. De ahí las violaciones, las reformas hechas fuera de contexto arquitectónico, y las modificaciones no acordes con las reglas de urbanismo. Ciertamente, el presupuesto a veces no da para hacer todas las reformas que queremos, pero el buen gusto no tiene que ver necesariamente con la necesidad. Se pueden hacer cosas muy bellas con los materiales a mano”.

Las regulaciones urbanas cambian en función de la localidad y no son las mismas incluso en el mismo municipio.

A este respecto, opina también la abogada Marlén Hechevarría: “Las regulaciones urbanas cambian en función de la localidad y no son las mismas incluso en el mismo municipio. Pongamos por ejemplo el barrio de Miramar, que es una zona residencial. En este caso, las regulaciones para las construcciones entre las calles 5ta y 1ra son unas, y otras las de 5ta hacia arriba. Lo mismo sucede con los municipios. Las leyes y normas imperantes en el Vedado no son para nada iguales a las de La Lisa. Cada localidad tiene sus patrones, sus reglas, y deben ser respetados”.

Según Miguel Coyula, “la gente mira solamente su problema, el edificio que remodela. Ese edificio es como un pastel que sacas del horno y lo pones sobre la mesa. La mesa es la trama urbana, y en la inmensa mayoría de los casos, ese edificio no se ajusta a la trama urbana”.


Foto: Cortesía Daniel Taboada

El paisaje que se avecina trae consigo no pocas complejidades, entre ellas lograr una mayor seriedad y profesionalidad en el trabajo de las instituciones encargadas de regir el camino de la arquitectura y el diseño citadino. Además, fomentar el buen gusto de la ciudadanía, basado más en saberes que en modas imperantes. 

“El pronóstico es malo. Estamos a punto de cruzar una línea tras la cual se va a invertir todo: lo incorrecto estará bien y lo correcto estará mal. Eso es lo que está predominando, y si las cosas siguen así, la ciudad entonces será otra”.

Emilio Caraballo cree que en las nuevas condiciones de la sociedad socialista cubana debe aspirarse a generar beneficios económicos a la par de tener un enfoque desarrollador de la comunidad y hacer por su prosperidad, trascendiendo lo económico.

“La ciudad es un contexto sociocultural, donde el hombre evoluciona, actúa, se relaciona y se identifica, donde el uno y el otro cohabitan, como hijos de una misma historia o una misma tradición, una misma raíz. El dinero no debe potenciar el mal gusto ni la prepotencia de irrumpir en el entorno urbano para señalarme por encima de esa otredad que son mis vecinos. Podemos diferenciarnos sin exclusiones de los demás. Una fachada elegante, que aporte a la visualidad del barrio y prolongue una simetría arquitectónica rica en su diversidad, es a lo que debemos aspirar”.

Hechevarría, desde un criterio más legal, afirma que se debe ser más exigente a la hora de estudiar y autorizar el desarrollo de actividades por cuenta propia que dispongan no solo de recursos, sino de una organización y planificación acorde a las normas establecidas por la ley.


Centro Histórico. Habana Vieja. Foto: Cortesía Daniel Taboada

“Creo que se debe potenciar más la iniciativa privada de las pequeñas y medianas empresas, claro está, creando y supervisando los mecanismos de control fiscales para que toda actividad empresarial pague sus impuestos, y que esas recaudaciones se puedan reinvertir en la sociedad y en el desarrollo de nuevas infraestructuras, pensando en el beneficio futuro que se le brindaría a la población”, opina Rodríguez-Loeches.

Lo innegable es que los negocios por cuenta propia podrían ser clave en el desarrollo y conservación de La Habana, hoy, correctamente para muchos, catalogada como Ciudad Maravilla. Inculcar el buen gusto en la población, basado en saberes y no solo en modas, además de velar por el correcto funcionamiento de los organismos y entidades encargadas de hacer prevalecer la ley, son solo dos de las tantas tareas que debemos afrontar. Lograr que La Habana siga maravillando al mundo depende de cuán en serio nos tomemos su salud.