Silvina Fabars, intérprete excepcional de la danza folclórica cubana

Oddebí García Fabras
2/6/2017

Silvina Fabars Gilall nació el 22 de febrero de 1944, durante la segunda guerra mundial, en las serranías orientales, donde malamente los humildes campesinos a veces lograban hacer una sola comida al día. Su infancia y juventud acontecieron en los tiempos de la República neocolonial y mediatizada. Los primeros gobiernos, cargados con los prejuicios de la colonia, pretendieron arrasar con todo lo que denotara la presencia africana en Cuba, llegando al extremismo de negar su existencia bajo la dominación española, y hasta una minoría negra blanqueada culturalmente apoyaba la campaña gubernamental para “desafricanizar” las costumbres. Estos “hombres de color representativos” aspiraban a ascender en lo económico y social a través de la política. En este contexto se persiguieron las religiones negras. Las fuerzas represivas asaltaban las casas de santo y acuchillaban o quemaban los instrumentos sagrados. Se prohibió el uso de los tambores africanos, y hasta se ocultaron los tambores de estirpe africana más pura, los más sagrados, los que siempre se habían mantenido en secreto, protegidos de los ojos profanos. Y en lo profundo de los montes, a la orilla de los ríos, en las habitaciones más interiores, se continuó ofrendándole a los dioses y danzando sus ritmos sacros [1].


Fotos: Internet

La actividad social de Silvina Fabars Gilall se desenvolvió en este contexto hostil contra las manifestaciones culturales afrocubanas y las franco-haitianas, de marcada presencia por las oleadas de emigrantes haitianos que llegaban a las costas orientales para realizar las labores agrícolas. Justo es tener en cuenta que ante todas estas acciones, la resistencia popular de parte de los portadores de las manifestaciones culturales no se hizo esperar y se desarrollaron nuevas formas para preservar estos valores culturales. Contra viento y marea, a pesar de esas circunstancias, se logró conservar el espíritu cultural de los ancestros africanos que conformaron la cultura cubana.

Silvina formó parte de la segunda generación del Conjunto Folclórico Nacional, quienes, en su mayoría, son hoy figuras destacadas del arte folklórico de Cuba. Entre ellos cabe destacar a los primeros bailarines Johannes García, Alfredo O’Farrill, y las figuras principales Manolo Micler, Juan García, Leonor Mendoza, Julia Fernández, Alicia de los Santos, Miguel Rovira, Mercedes Riscart y Lucía Surbiadut. 

En Patrocinio del Palenque nació Silvina, en las tierras llanas del batey Palmarejo, en el puente de Cuneira, perteneciente a las tierras de Realengo 18, zona tan guantanamera como santiaguera, por lo que son comunes las mismas expresiones culturales. Desde niña aprendió a cantar y bailar Son, Changüí, Nengón, Kiribá, Tumba Francesa, Tahona, manifestaciones de la cultura tradicional de la zona que alegraban y disipaban la tristeza y sufrimientos que generan la pobreza y la vida humilde. Es así como se van formando y cultivando sus conocimientos sobre estas manifestaciones que, 30 años después, le van a servir para enseñar a las diferentes generaciones de estudiantes y bailarines.

Un detalle trascendente es que las niñas de las lomas aprenden a buscar agua al río, al pozo o al manantial, y las distancias hacen que tengan que intentar cargar la mayor cantidad de vasijas con el fin de dar menos viajes, por lo que hasta en la cabeza se trata de llevar una vasija cargada de agua, independiente de la ocupación de ambas manos. Con el fallecimiento de la madre, ella y sus tres hermanos (dos hembras y un varón) pasan a vivir con sus tíos y abuelos en Patrocinio del Palenque, zona de lomas y montañas, y aquí la diferencia está en que la búsqueda de agua se hace más difícil por la irregularidad del terreno y por la distancia de la casa. Cuentan sus hermanas y tías que Silvina siempre cantaba para su entretenimiento, y que pasaban temporadas entre Santiago de Cuba y Patrocinio, fundamentalmente después de la recogida de café, a la que todos se sumaban por la importancia económica que representaba para los campesinos de esta zona rural.

Vivir un tiempo del año en Santiago le permitió escuchar radio y aprender distintos géneros musicales: guarachas, sones, boleros y otros. La situación política en el país es cada vez más grave e insoportable y, al crearse el II Frente Frank País, muchos campesinos se unen en calidad de alzados y comienzan los combates para la liberación de diferentes zonas. Silvina y parte de su familia se incorporan al Ejército Rebelde; las mujeres realizaban labores de atención a los campamentos y ella sirve de mensajera, por lo que no es hasta el triunfo de la Revolución que pueden bajar a Santiago de Cuba.

Al triunfar la Revolución, Silvina viene en la caravana a La Habana con su prima Nori y las destacan en la guarnición del aeropuerto de San Antonio de los Baños, donde cumple sus 15 años. Por su corta edad es enviada de regreso a Santiago, donde se incorpora a diversas tareas revolucionarias y de lleno al campo artístico con el ingreso en el Conjunto Folklórico de Oriente en 1959, con la creación del Conjunto de Sones, que ensayaban cerca de su casa.

En 1960 se realiza el Primer Festival de Música Popular, dirigido por el maestro Odilio Urfé, y ella forma parte de la delegación artística que viene a La Habana y actúa en la Plaza de la Catedral, el Teatro Payret y el Amadeo Roldán. Al regresar a Santiago forma parte del grupo folklórico AbíKolá, dirigido por el bailarín Juan Bautista, integrante del Conjunto Folklórico de Oriente; con este grupo viaja varias veces a la capital. De retorno de La Habana, ella reafirma los deseos de llegar a ser una artista destacada y continúa cantando con el Conjunto Nuevo Flores, e incursiona en diversas tareas revolucionarias sin abandonar el canto, con el que mantiene un programa semanal en la estación radial CMKC de Santiago de Cuba. Participa en la Campaña de Alfabetización y en la recogida de café a la que todos se sumaban, en la zona del Mucaral en Realengo 18.


 

En 1966 cantaba con el Conjunto de Enrique Bonne, y es ahí, por medio del dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa, donde se entera que ha salido una convocatoria para el Conjunto Folklórico Nacional. Luego de convencer a la familia, decide emprender el viaje y, para resolver los gastos, resuelve vender un puerquito para venir a la Habana.

El 4 de febrero se presenta a la convocatoria y es seleccionada como cantante, pues su prueba fue con las partituras y los arreglos musicales que ella trajo, que entregó a María Teresa Linares, Directora General del Conjunto Folklórico Nacional. En el jurado para seleccionar a los futuros integrantes estaban Nieves Fresneda, Jesús Pérez, Trinidad Torregrosa, Emilio O’Farril y Lázaro Ros; grandes conocedores de varias manifestaciones de nuestro folklore musical y danzario, fundadores del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. También formaban parte del jurado María Teresa Linares, Elfrida Malers y el coreógrafo Rodolfo Reyes Cortés.

Ingresa al Conjunto el 10 de febrero de 1966 con Johannes García, Alfredo O’Farrill, Juan Jesús Ortiz, Juan García, Julia Fernández, Miguel Rovira, Andrés Piñera, Manolo García Micler, Alicia de los Santos Soto, Daniel García, Ricardo Jáuregui, Roberto Borrell, Nereida Naranjo, Tatiana Varona y Mercedes Riscart. De inmediato comenzaron los ensayos para la reposición del segundo espectáculo del CFNC, estrenado en octubre de 1965, en el Teatro García Lorca. Consistía en tres obras independientes entre sí, pero complementarias, ellas fueron: Ciclo Abakuá, Música Popular y Yoruba Iyesá. La reposición se realizaría en el Teatro Mella el 24 de febrero. A Silvina le asignaron el papel de servidora para cantarle a Ochún. El domingo 13 de febrero actuó por primera vez como integrante del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, en la Unidad Militar de la Fortaleza de la Cabaña; cantó varias canciones e hizo dúo con Juan de Dios Ramos en la canción “Longina”.

El 16 de febrero de 1966, lamentablemente, ocurrió un punto de giro en su vida. En un momento de descanso, ella repasaba uno de los cantos que debía ejecutar y se produjo un accidente desagradable con un desquiciado que, por discrepancias con la Dirección del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, les disparó a la Directora y al Coreógrafo. Por fatalidad, dos disparos alcanzaron a Silvina y le afectaron las cuerdas vocales. En medio de la gravedad y su recuperación, le realizaron varias operaciones y con la atención psicológica y el apoyo de los integrantes del colectivo, regresó al trabajo en el que le ofrecieron pasar un curso de maquillaje, lo que rechazó, argumentando que deseaba incursionar en el baile. Solo el tesón, la fuerza de voluntad, el interés y sus condiciones físicas hicieron posible que comenzara a instruirse y ejercitarse en la especialidad de Danza, en manifestaciones desconocidas para ella. Su carácter y arrojo hicieron que poco a poco las dudas se disiparan y cada día adquiriera más confianza en sí misma; justo es decir que todo el colectivo colaboró en su recuperación, acción que siempre reconoce.

Por su tenacidad, su firmeza, sus condiciones físicas e interés por aprender cada día más, logró lo deseado y sobrepasó a muchos, a la altura de desempeñar roles principales en las obras del repertorio, lo que le valió para que en pocos años alcanzara ser Primera Bailarina y Profesora Especializada de los bailes folklóricos de Cuba.

Ramiro Guerra, fundador del Conjunto Nacional de Danza Moderna, hoy Danza Contemporánea de Cuba, la eligió para el elenco de Trinitarias y para Tríptico oriental. Roberto Espinosa la propuso para la realización de su primer solo Yoruba, con la interpretación del personaje de Oshún en la obra Elegbá, con Libreto y Asesoría Folklórica de Juan García. Asimismo, creó las coreografías de la obra de Rogelio Martínez Furé Palenque y recurrió a Silvina para interpretar el papel principal de la obra Oyá de 9. De igual forma, recurrió a ella para el personaje central de Yoruba Iyesá, con libreto y asesoría folklórica de Rogelio Martínez Furé, y en la obra ARARÁ, con libreto de Juan García y Lázaro Ros, en la que desempeñó el personaje de Afrekete, que simboliza con sus movimientos las aguas que le dan fertilidad a la tierra, tan necesaria para la alimentación. Roberto Blanco le asignó el papel del caballo de Oshún en la puesta en escena de María Antonia, de Eugenio Hernández Espinosa. Manolo Micler, coreógrafo principal y Director General del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, la seleccionó como figura principal en las obras La Chancleta y Canasta, Música Popular, entre otras. Johannes García, primer bailarín, coreógrafo y director de la Compañía de Danzas Tradicionales de Cuba JJ, la seleccionó para Polirrítmia, libreto y asesoría Folklórica de Juan García. Adolfo de Luís impartió clases de actuación al CFNC y la incorporó en la obra El pagador de promesa en 1966. Esto creó condiciones para la realización en 1967 de la primera obra de Danza-Teatro a la que se enfrentarían, El Cabildo de Regla, de Maité Vera, con coreografía de Santiago Alfonso y puesta en escena del maestro Adolfo de Luís, quien aplicó una técnica de escenificar con danzas y cantos la actuación que realizaban los actores integrantes de la  compañía. Silvina realizaba uno de los personajes protagónicos. Berta Martínez trabajó en el montaje de la obra Palenque, con libreto y asesoría folklórica de Rogelio Martínez Furé y coreografía de Roberto Espinosa Amor; también profundizó en el desarrollo artístico, ligando una vez más el teatro hablado y la ejecución de los bailes tradicionales.

Las clases de actuación le permitieron al colectivo enfrentar obras como María Antonia, El Rey Cristóbal, El Pagador de Promesa, Odebí el Cazador, Alafin de Oyó, Mitos y Leyendas, entre otras. El trabajo de Silvina Fabars no se ha limitado al seno de su colectivo, sino que es un reflejo de la labor interactiva que ha desarrollado el CFN con otras agrupaciones.

Nutrida con tantos conocimientos, Silvina creó un método para el aprendizaje del baile con una canasta en la cabeza, conservando la gestualidad y los movimientos necesarios en la ejecución de la danza. Así el discurso danzario se enriquece, pues la bailarina danza de una forma natural, con dominio y seguridad, aportando que la obra gane en calidad y riqueza artística por la ejecución danzaria. Es indiscutible que lo aprendido desde niña al llevar agua al hogar, portando una lata en la cabeza y un balde o cubo en ambas manos, lo puso en función de la danza. Así creó un método para enseñar a mantener el equilibrio necesario para la ejecución de las diferentes danzas. Se ha podido utilizar como función artística, enriqueciéndose la escena con diferentes coreografías donde se utilizan las canastas, no solo para cargarlas sosteniéndolas con las manos a un costado del cuerpo pegado a la cintura, o llevándola en la cabeza sosteniéndola con las manos, sino que ahora, con el dominio del equilibrio, la danza no se desvirtúa y el movimiento corporal se amplía y enriquece.

Por sus conocimientos de las manifestaciones de las zonas de occidente y del oriente, Silvina es profesora desde hace más de 30 años del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba, labor que realiza independiente de su meritoria actuación como primera bailarina. Su labor pedagógica no se ha ceñido solo a su colectivo, sino que ha brindado sus conocimientos como profesora en el Laboratorio Internacional Folkcuba desde 1986, y en otros países. Otros grupos folklóricos han recibido sus clases y periódicamente la invitan para ampliar sus conocimientos y realizar nuevas obras que enriquezcan sus respectivos repertorios. Ha brindado clases magistrales en las Escuelas de Instructores de Arte de cada provincia visitada. Así, Silvina ha contribuido a la fundación de varias agrupaciones artísticas. En Villa Clara, durante varios años, brindó sus conocimientos en la Escuela Profesional de nivel medio Samuel Feijóo y, con la primera graduación, fundó el Grupo Oshé; Onilé en Las Tunas, Ballet Folklórico en Camagüey, Oshukuá Irawo en Ciego de Ávila, y Grandance y Oshún Caniyé en Granma.  

Silvina nunca fue una bailarina más en el cuerpo de baile, poco a poco fue asumiendo roles como solista, hasta llegar a ser una de las primeras figuras del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba. Sus compañeros me contaron que Silvina le dio un vuelco a la interpretación del personaje de la Cebra, uno de los muñecones que forma parte de las Congas desde la colonia hasta nuestros días. Con su baile suave y cadencioso, fue ganando la admiración del público tanto cubano como extranjero. En varios países como Francia, Canadá y la antigua Yugoeslavia, los carteles anunciando al Conjunto Folklórico Nacional de Cuba eran gigantografías de la Cebra.

Ejemplo de constancia y de amor al arte, siempre le dice a sus alumnos: “Si algún paso no te sale, repítelo cinco veces; si te dicen que aún no te sale, repítelo diez veces y cuantas veces sea necesario, sin preocuparte; con la reiteración, el paso te saldrá; si lo abandonas desde un principio, nunca te saldrá”.

 

Notas:
 
1. Rogelio Martínez Furé: Obra citada.
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