Talento-institución-innovación-desarrollo

Víctor Fowler
21/10/2020

Para K, a quien se lo debo por ser como es.
 

Tomando como base el título, son cuatro los motivos que tengo para escribir el presente texto: uno de corte íntimo, otro conectado a la actual pandemia y un tercero que viaja hacia el futuro y se pregunta por el país de los próximos diez, veinte, cien años. El motivo íntimo corresponde a mi circunstancia personal y familiar, a cosas que suceden (puertas adentro) en casa y a las cuales, muchas veces, no sé qué responder. ¿Qué norma defender, en el interior de la familia (no en ningún macro-nivel, sino simplemente con los hijos u otros familiares), cuando se hable de relaciones entre “talento” y posibilidades para un “desarrollo” personal pleno?

Al intentar dar respuesta a una inquietud que desborda los espacios domésticos y nos lanza al escenario de la sociedad, he revivido preocupaciones que arrastro desde los tiempos en los que hube de enfrentarme a un aula y, como todo profesor joven, encontraba situaciones ante las cuales reaccionaba con torpeza o que me superaban por entero. Para muchas, conseguí numerosos consejos, recomendaciones, explicación y guía cuando estudié la Licenciatura en Pedagogía —en mi caso con especialidad en Lengua y Literatura Españolas—; en el proceso, a medida que aprendía en el aula en la que estudiaba veía más claro, entendía mejor y analizaba con mayor profundidad los problemas que había confrontado en el aula en la que enseñaba: elegía mejores caminos. Lo curioso es que, cuarenta años más tarde, entre las tantas preguntas que a un profesor le tocan y debe responder, tres de ellas siguen siendo interrogantes de primer orden; ya no circunscritas al universo de las escuelas, sino en todo proceso que implique transmisión de conocimientos, acción transformadora sobre la realidad y orientación hacia el desarrollo sin importar el espacio / tiempo de que se trate.

“¿Qué norma defender, en el interior de la familia (no en ningún macro-nivel, sino simplemente con los hijos
u otros familiares), cuando se hable de relaciones entre ‘talento’ y posibilidades para
un ‘desarrollo’ personal pleno?”. Imágenes: Tomadas de Internet

 

II

¿De qué manera se organizan los procesos de transmisión de conocimiento? ¿Qué tipo de relaciones se establecen entre los participantes, en especial entre quienes demandan / solicitan saber y quienes ofrecen / transmiten conocimiento y conducen / modelan su búsqueda y acceso, orientan el modo de integrarlo al conocimiento anterior y evalúan el proceso y sus resultados? ¿Cómo hacer para transmitir eso nuevo de tal forma que sea comprendido y útil, a todos por igual dentro del aula, en los períodos fijados en los programas de cada asignatura y, lo fundamental, para que la comprensión sea equivalente a poder, más tarde, aplicar lo aprendido a situaciones semejantes e incluso inéditas? Dado que en todo conglomerado humano habrá siempre diferencias, ¿cómo se trabaja, con cuáles métodos, procedimientos, estrategias se enseña a aquella parte del grupo que presente dificultades para la asimilación del contenido y a esa otra donde se ubican, en caso de haberlos, los sujetos excepcionalmente dotados?

III

Hace algún tiempo, en esta misma publicación, hice un artículo en el que recordaba una experiencia de adolescencia cuando, mientras cursaba la enseñanza secundaria, participé de una exposición de Círculos de Interés organizada por estudiantes, profesores y padres. La exposición, con temas de ciencia y técnica, fue abierta a la comunidad en la que estaba localizada la escuela y se transformó de inmediato en acontecimiento barrial. En esa historia hermosa, un conjunto de actores diversos confluye para dar vida a una corriente de energía común en un proyecto que enfila hacia el desarrollo.

En el extremo opuesto, dentro de la misma escuela, tuve un compañero de aula que destacaba por su inteligencia, aprovechamiento, retraimiento y porque poseía conocimientos que el resto no alcanzábamos ni a soñar. Estábamos en sexto grado y estudiantes de años superiores llegaban a escucharlo (la mía era de esas instituciones donde podías pasar las enseñanzas Primaria y Secundaria). Mi compañero les explicaba qué cosa era la energía nuclear, dibujaba para ellos planos que mostraban el interior de una bomba atómica y todos mirábamos boquiabiertos. Del anterior propietario de la casa en la que vivía, había heredado una sólida colección de revistas y libros de popularización científica; lector acucioso como era, devoraba todo, su mente recordaba detalles, investigaba pistas y aprendía cada vez más. En uno de los caminos posibles, personas como esta reciben una atención especial: los profesores se percatan de la diferencia, estimulan esa particular voluntad de conocimiento (en verdad, un hambre que no se apaga), cumplen con el programa de la asignatura al mismo tiempo que ofrecen un poco más a estudiantes que se destacan. En la Biblioteca de la escuela siempre hay libros nuevos (nuevos campos de saber) esperando a que lea y profundice, en el Círculo de Interés siempre le aguardan desafíos nuevos.

 “(…) el individuo excepcional habita en una soledad excepcional, es marcado como diferente, recibe burlas;
en el caso de mi amigo, lo tildaron de ‘loco’, se reían y sigo creyendo que no realizó lo que
entonces sentí como un potencial inmenso”.

 

Esto que imagino para una persona, se debe multiplicar por la cantidad de estudiantes con estas características, en un proceso sumamente complejo que —a la vez que distingue— tiene como principio básico mantener la unidad del grupo y los valores humanistas / revolucionarios que competen a la formación escolar en sociedades como la nuestra; y lo que ocurre en una unidad docente por lo que sucede con el talento a escala de la sociedad. Se trata entonces de identificar, proteger y desarrollar el talento (desde las edades tempranas y en continuidad) para que amplifique su potencial y entregue a la sociedad frutos de imaginación, creatividad, investigación, pensamiento y trabajo como solo dichas personas pueden hacer.

En el extremo opuesto, el de lo que realmente pasó, el individuo excepcional habita en una soledad excepcional, es marcado como diferente, recibe burlas; en el caso de mi amigo, lo tildaron de “loco”, se reían y sigo creyendo que no realizó lo que entonces sentí como un potencial inmenso. En este relato penoso, un conjunto de actores diversos confluyó para causar daño a un compañero de aula al que no podían entender.

IV

De aquella historia ha transcurrido casi medio siglo, mas las preguntas —que, luego, hube de enfrentar durante los años en los que ejercí como profesor— siguen igual de vivas. ¿Qué hacer con aquellos de nuestros estudiantes, amigos, compañeros de trabajo, vecinos que son personalidades altamente creativas, con inusual capacidad para la investigación; que manifiestan un pensamiento innovador en situaciones críticas y son capaces de establecer conexiones entre procesos y eventos que ningún otro de su entorno percibe? ¿Qué responsabilidad tenemos en la conducción del talento hacia la innovación y con respecto a la inserción directa de ella en el desarrollo? ¿Cuáles proyectos deben ser estructurados para que la atención al talento sea una práctica extendida, multinivel, continua y no algo que depende de los oficios o el amor a la profesión de un maestro dedicado, o de la buena disposición del grupo donde la persona excepcionalmente dotada se encuentra? Es decir, más allá del lugar y momento donde tuvieron lugar las historias relatadas, ¿cómo proceder?

 “(…) los profesores se percatan de la diferencia, estimulan esa particular voluntad de conocimiento (en verdad,
un hambre que no se apaga), cumplen con el programa de la asignatura al mismo tiempo que ofrecen
un poco más a estudiantes que se destacan”.

 

Cuando dirigimos preguntas de este tipo hacia el Estado, esperamos respuestas que vengan desde la institución escolar, el mundo del trabajo, los medios de comunicación o los diversos estamentos de la dirección política y la administración; sin embargo, esta enormidad, que acaso sea más evidente o frontal, deja fuera de cuestionamiento espacios de vida como la familia, las estructuras barriales y vecinales, los grupos y organizaciones sociales.Tomando en cuenta tales agregados, podemos repetir la pregunta que unifica los diferentes momentos de este texto: ¿cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos en la atención al talento y en cuáles formas contribuíamos a vincularlo con el desarrollo?

Hacer de la identificación temprana, el estímulo y la protección al talento un principio rector —en todas las estructuras del país— es una obligación del desarrollo que implica, tanto el establecimiento de políticas al respecto, así como el control de su efectividad; esto, que es parte de las lógicas elementales de la política, la economía y los sistemas escolares, etc. de cualquier país se torna un imperativo de absoluta supervivencia cuando se habla desde un país sometido a la violencia desestructuradora del bloqueo / embargo. Desestructurador es un calificativo que no existe, pero que en buena lógica significa que todo, absolutamente todo, cuanto se intente realizar desde Cuba, que genere beneficios o ganancias para las entidades económicas del país y se intente convertir en estructura orgánica duradera —en la producción, administración, comercio y vida en general (o sea, que supere la acción puntual y casuística)— va a encontrar y / o levantar alguna reacción de signo contrario, destinada a destruir los tejidos económico, social y político de la Isla. En tal orden de cosas, el de una hostilidad asegurada, descubrir, potenciar y cuidar el talento (que, luego de su formación, se transforma en capital humano) resulta una prioridad de carácter político y un elemento clave para crear espacios, vínculos, legislaciones, diseños y, en general, políticas que tomen como punto de partida el hecho de que —en las condiciones nuestras— la conexión talento-innovación se traduce en la fusión de “supervivencia” con “desarrollo”.

“Al intentar dar respuesta a una inquietud que desborda los espacios domésticos y nos lanza al escenario
de la sociedad, he revivido preocupaciones que arrastro desde los tiempos en los
que hube de enfrentarme a un aula (…)”.

 

Lo anterior, llevado hasta los territorios y niveles que conforman una sociedad, significa movilizar la conciencia colectiva de manera que la articulación entre talento, institución, innovación y desarrollo fructifique en una relación simbiótica, se encuentre en el centro de la atención y discusión pública, sea consustancial a los entornos de trabajo cotidiano, esté integrada a los objetivos de la enseñanza y planes de estudio por asignatura en todos los grados, constituya un punto de obligatoria revisión en todos aquellos momentos de la sociedad en los que se diseñan futuros.