Teatro de Las Estaciones entre luces y sombras

Rubén Darío Salazar / Fotos tomadas en ensayo: Sonia Teresa Almaguer
20/1/2016

“En tarde de mariposas
traspasa el niño el laurel.
Otro niño de querube
pasta ovejas cual lebrel”.

María Laura Germán

José Martí está en Teatro de Las Estaciones, no solo a través del estreno de Los zapaticos de rosa, en 2007, sino también desde su propio pensamiento, siempre lúcido, útil para todos los tiempos: “Las estaciones no están en el año, sino en el alma”. ¿Cómo entonces no revisitar  su obra literaria para niños?  Entre la papelería revisada para la escritura del libro Mito, verdad y retablo: El Guiñol de los Camejo y Pepe Carril, escrito a cuatro manos con mi colega Norge Espinosa, hallé un libreto escrito por Carril en 1961. Era una propuesta de montaje de “Los dos príncipes” en sombras chinas. En aquel momento no visioné las imágenes que pasaron después por mi cabeza. El escueto guion dramático me pareció un proyecto menor frente a todo lo que hizo posteriormente aquel mítico trío  en el Teatro Nacional de Guiñol, pero sin duda tenía la gracia y la luz de las verdaderas creaciones.

Y pasó un águila por el mar, para decirlo junto a Martí, el libreto para teatro de sombras regresó a mis manos, aún más amarillo y más vivo, pidiéndome que lo completara como hecho artístico en el siglo XXI. De un golpe percibí que la propuesta de Carril era una inspiración mayúscula. Sobrevino la pregunta obligatoria ¿Por qué ocurren las muertes de esos dos niños pertenecientes a clases sociales diferentes? Me di cuenta que ese antes era el que necesitaba fabular, imaginar y contar desde el Teatro de Las Estaciones.

Le pedí a la joven dramaturga y actriz María Laura Germán, integrante de nuestra agrupación, que escribiera la nueva historia, la condición exigida era que el texto concluyera con la poesía consabida. Ella siguió disciplinada e inspiradamente la línea literaria de los versos martianos,  estrofas que nacen del poema “The Prince is Dead”  de la autora norteamericana Helen Hunt Jackson. Surgió un nuevo romance entre sombras y luces contado en cuatro tiempos.  La técnica de teatro de sombras, sugerida por Carril, con su carácter fantasmagórico, vino como anillo al dedo para este imaginado flashback, pues en su dicotomía de ser y no ser estimula la magia de los pensamientos, la emoción, la sugerencia, la búsqueda de algo que va mucho más allá de un mero teatro de imágenes.

De la milenaria tradición de sombras en Asia y en la India, llegamos a los experimentos casi recientes en Europa de Rodolfo Salis y Lotte Reiniger, hasta llegar en la actualidad al minucioso trabajo del australiano Richard Bradshaw y al arte mixturado del Teatro Gioco Vita, de Italia. Teatro de Las Estaciones encontró un camino creativo, a manera de laboratorio lúdico, para llevar a escena el estreno de nuestra propia visión de uno de los poemas más hermosos que aparecen en la imprescindible revista para niños y niñas La Edad de Oro.

Música barroca de importantes autores como Vivaldi, Telemann, Scarlatti, Corelli, Albinoni o Marcello, fueron el punto de partida para la partitura original  creada por Reynaldo Montalvo. Escrita para ser interpretada por los actores titiriteros del grupo, junto a artistas invitados de Teatro El Portazo y Danza Espiral, ha sido un nuevo acicate de trabajo la propuesta de cantar a voces en un estilo lejano y ajeno a nuestras maneras sonoras del Caribe. Le pedimos a Lilita Padrón, cómplice nuestra en otras aventuras de Las Estaciones,  una coreografía que estuviera imbuida de los andares y gestualidades del medioevo. Los diseños de siluetas, vestuario y retablos corren a cargo de Zenén Calero, listos desde sus formas insinuantes en oro, azul y tonos terrosos,  para integrarse al tejido de los sueños, como acostumbran a llamar los árabes a la pantalla de sombras. Yudd Favier y Vicente Enríquez Landín asumieron la retaguardia que debe ser la asesoría dramática para una puesta en escena y el avance en que se convierte la gráfica promocional de un estreno.

Con la firme voluntad de que la metáfora inherente a esta antigua técnica de animación avive la ausencia-presencia de los personajes hemos trabajado durante largos meses. Volver a contar la historia de Los dos príncipes, entre el estado iniciático ancestral de las sugestivas sombras y el alcance tecnológico del mundo actual, saturado tristemente de imágenes que muchas veces no dicen nada, es nuestra más sincera aspiración. El público, con todos sus estamentos, tendrá como siempre la última palabra. Seguimos de ensayos hasta los últimos días de enero, preparamos un regalo teatral para el apóstol en primerísimo orden, un fresco escénico, como una pintura barroca, breve en su duración, pero viva y múltiple en sus intenciones. Nos veremos en el teatro, una vez más.